28 de marzo de 2024

envivo

Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

“Tengo un motor que camina palante, tengo un motor que camina patrás”

Criterios sobre el humorístico El motor de arranque, que actualmente transmite el domingo Cubavisión

La agrupación La Barbarie Semiótica, dirigida por Ray Fernández, forma parte del elenco del programa.

Nadie piense al leer el título de este comentario que en él voy a referirme a una guaracha que fuera muy popular en nuestro país hace unas cuantas décadas, pero se me hace inevitable recordarla al ver esa especie de show televisivo surgido en el Canal Habana, que ahora ocupa el horario estelar en las dominicales noches de Cubavisión.

Semejante a ese viejo tema musical que tanto se le escuchara a Rolando Laserie, la Orquesta Sublime y la Sonora Matancera, El motor de arranque indistintamente avanza y retrocede en cada una de sus emisiones. Y conste que las he visto todas con tal de no prejuiciarme con criterios ajenos. Por eso debo reconocer, ante todo, que dicho espacio tiene a su favor un eje central que sirve de soporte temático a los diversos momentos que casi a tropel se suceden durante su puesta en pantalla, y que no me animo a denominar secciones pues muchas veces ni siquiera tienen un debido cierre dramatúrgico. Ejemplos hay de sobra para demostrarlo, pero sería demasiado fatigoso para mí y sobre todo para quienes me están leyendo en este instante.

Por otra parte, a ese eje central o suerte de esqueleto llamado a asegurar la consistencia de El motor de arranque no siempre lo recubren eficazmente las fibras del humor que pretenden sus realizadores y esperan sus televidentes. Supuestos chistes de un espesor muy cercano a lo que en buen cubano llamamos “pujos” contrastan con aislados destellos hilarantes que quizás pasen inadvertidos al público, no solo por fugaces, sino por estar en medio de un fuego cruzado de parlamentos que le restan vigor al desempeño individual de los humoristas, que si –como se ha dicho– tienen la posibilidad de improvisar en el set, ninguno de ellos es un improvisado.

Otro tanto que se anota El motor de arranque son los gratificantes aportes musicales de Ray Fernández y La Barbarie Semiótica: un ocurrente nombre que agrupa a los magníficos instrumentistas –y también coristas en el estricto sentido de la palabra– que mucho se destacan al acometer cualquier género plasmado en el pentagrama nacional, muy especialmente las tonadas campesinas a cargo de Tomasita Quiala.

Párrafo aparte amerita esta poeta, cuya presencia en el programa considero un verdadero acierto. Y no solo porque sea muy justo –y también necesario– difundir en otros espacios televisivos nuestra música guajira, sino porque para ser la formidable repentista que es Tomasita Quiala hace falta tener un gran dominio del idioma, una extraordinaria agilidad mental y un agudo sentido del humor. Porque la décima es la perfecta combinación entre la poesía y el ingenio. Y Tomasita cada domingo demuestra estar muy bien dotada de tales atributos, no solamente en la rima, sino además en la prosa.

Sí me da mucho gusto disfrutar cada domingo del arte y la sagacidad de esta mujer, por lo general me provocan cierta vergüenza ajena los imitadores que –salvo contadísimas excepciones– le dan marcha atrás a este Motor. ¿Acaso los nervios traicionan a la mayoría de ellos cuando están frente a las cámaras, o es que no se hizo previamente una adecuada selección de esos participantes? En uno u otro caso, bueno sería elegirlos con más rigor aunque no se trate de una competencia, sino del decoroso gesto de impedirles hacer el ridículo ante la teleaudiencia.

Sin embargo, una intencionada y muy simpática manera de ridiculizar o de caricaturizar a alguien es la que se asume en el making of. Un cierre donde la comicidad corre a cuenta de Noelia, la empírica conductora de escaso talento y sobrado oportunismo, que disparata a cada instante con ínfulas de gran comunicadora. Y es en ese colofón de cada programa donde aprecio que El motor de arranque “camina palante”, como dice la vieja guaracha. Tal vez eso justifique –entre otras razones ya expresadas– que me anime el domingo que viene a ver su próxima edición.

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