Tirar pasillos ¿y mucho más?
En nuestra cultura, la relevancia social histórica del baile se manifiesta en el gusto de un segmento notable del pueblo. Es una de sus diversiones favoritas; desde siglos pasados enriquece el carácter y las costumbres de quienes habitan nuestro archipiélago. Somos herederos de un proceso de transculturación, como lo definió el sabio Fernando Ortiz.
El origen africano nos legó una musicalidad inmensa. África es la región más musical del mundo, allí cuentan con afinación y métrica sorprendentes, a lo cual se suman la riqueza y la complejidad de sus danzas polirrítmicas.
Por otra parte, nos llega la herencia española en la música, sus cantos y danzas, los cuales también conservan raíces africanas, en gran medida. Esto ha sido determinante en la conformación de la conciencia musical y danzaria del pueblo cubano, en la identidad nacional. Las personas suelen mover los pies con ritmo, sabrosura, tararean melodías, repiten estribillos, bailan, así se divierten.
Como ha reconocido el musicólogo Jesús Gómez Cairo, si se estudia el desplazamiento de la contradanza de origen europeo en el siglo diecinueve que abarcó el ámbito caribeño, anglo, franco e hispanohablantes de influencia africana e interaccionó en su evolución con las formas que comprendieron el llamado ritmo de tango o habaneras, puede explicarse lo inaudito de confluencias tan distantes en lo geográfico y lo étnico. Estas llegaron a configurar formas de expresión musical novedosas y americanas, las que a su vez ejercieron un posterior impacto de retorno en España y otros países, describiendo así lo que puede considerarse una órbita cultural.
La influencia de los medios de comunicación, en especial la tv, es indispensable para re-conocernos mejor, pues existen insuficiencias en la formación del gusto estético, de la sistemática labor promocional de géneros y estilos danzarios.
En Cuba existe una sensualidad que forma parte de la cultura, pasa desapercibida, quizá por tenerla tan cerca y ser parte de nosotros mismos.
Varios programas (Bailando en Cuba, Entre amigos, De la gran escena, entre otros) propician, desde diferentes puntos de vista y puestas en pantalla, un acercamiento al desarrollo de conocimientos, experiencias en la actividad danzaria, habilidades, y relaciones entre las parejas, lo cual favorece la concentración, el sentido de la disciplina, la colectividad.
Los programas de participación que estimulan el interés hacia el baile y las músicas suelen cautivar a las mayorías. Desde nuestra TV pública, se puede profundizar en procesos culturales, en el cultivo de la memoria histórica, los valores éticos y estéticos.
La complacencia de “ver” –no solo “mirar”- pondrá en guardia a quienes estén atentos. Durante el proceso en el que el espectador dialoga con la obra, aprecia y toma conciencia de sus valores artísticos.
La rumba, el bolero, el mambo, el changüí, el son, en fin, la riqueza de los géneros musicales cubanos merecen ser visibilizados en la pantalla. Deben aprovecharse las formas comunicativas de nuestra televisión, este medio es múltiple y diverso en intereses creadores, intencionalidades, funciones, servicios; a la vez es multilateral en su alcance, pues tiene la responsabilidad de crecer como expresión de artisticidad, que influye en el disfrute de los públicos.
En nuestra nación –reconocida isla de la música- existe un sólido patrimonio musical y danzario que merece mayor visibilidad, la cual se logra no solo mostrando los bailes, lo cual será pertinente, sino también refiriéndose a ellos en fotos, publicaciones e imágenes de figuras notables.
Desde la Estética reconocemos, “que la comprensión del arte como un sistema de signos cuyas unidades se articulan con cierta intencionalidad comunicativa, indica un camino para descubrir qué representa y cómo funciona el lenguaje artístico”.
Legitima ideas y saberes ver en pantalla a intérpretes y expertos que reflexionan sobre la génesis y el desarrollo de los bailes, de la música. No olvidemos, la danza está recibiendo los influjos del arte dramático y de otras maneras expresivas.
La profundización en estos aspectos es más que tirar un pasillo, induce a reflexionar sobre cómo seguir contribuyendo a la promoción de los sistemas formativos, indispensables para saber de nosotros mismos en todas las épocas.