Un Ángel poco angelical
¿Qué fue problemático? Pues sí, muchísimo.
¿Qué era difícil, espinoso, áspero, engorroso, indócil, escabroso, abrupto? En efecto, mucho lo fue.
Pero el corazón de Ángel Francisco Ferrer Sarmiento (Santiago de Cuba, 1946 – La Habana, 2016) destilaba bondad quintaesenciada. Y una firmeza en torno a un ideario que jamás flaqueó.
Era un miocardio áureo.
Claro que fue un hombre de contrastes. Por ejemplo, un ladies man –como dicen los angloparlantes–, pero también un defensor de las mujeres, que se moría por ellas en una cuarta de tierra. Sus compañeras de trabajo lo saben.
Se erigió, por ejemplo, como el guardián, el hermano celoso de las Cosacas del Guaso, un par de periodistas guantanameras de la TV que todo el mundo conoce. Cuando alguien se acercaba a alguna de ellas, Angelito no tardaba en soltarte al oído, como un balazo a boca de jarro: “Cacho de…, si la haces sufrir, ¡te mato!”.
Acucioso investigador, su labor en los medios dejó marcadísima huella.
Durante tres décadas trabajó en los servicios informativos de la Televisión Cubana. Se desempeñó como redactor, reportero, jefe de redacción y realizador de programas informativos.
Llevó a cabo relevantes coberturas dentro y fuera del país. En septiembre de 1997 comenzó a trabajar en la productora de videos Televisión Latina, bajo la amable y sabia dirección de Freddy Moros.
Obtuvo más de veinte premios y menciones en concursos y festivales periodísticos y literarios: “Juan Manuel Márquez”, “26 de Julio”, “Primero de Mayo”, “13 de Marzo” …
Tuvo en su haber más de una treintena de documentales informativos. En 2003 la prensa especializada seleccionó al documental Rigwaz –sobre Haití– como el mejor corto nacional exhibido en Cuba durante ese año. El gobierno de Ucrania lo premió por su documental sobre la tragedia nuclear de Chernóbil.
Y, un día, se nos fue de este mundo tangible, tridimensional. (A no dudar, los viejos cotidianamente vemos diezmarse las filas de la gente amada).
El poeta Bécquer dijo: “¡Qué solos se quedan los muertos!”. Pero nosotros podríamos retorcer el verso para declarar: ¡Qué solos nos quedamos los vivos!.