Una cuerda viva y veinteañera
Prometo no recurrir a la manida y gardeliana frase que a ritmo de tango equipara con la nada el tiempo transcurrido en dos decenios, como tampoco voy a remitirme a la novela de Alejandro Dumas Veinte años después para referirme al camino transitado por Cuerda Viva, desde que era un programa chiquitico así, hasta el presente.
Porque sucede que en los cuatro lustrosos lustros que ya abarca su trayecto, ese espacio transmitido indistintamente en diversos canales y en los más variados y desconcertantes horarios, ha significado mucho en la parrilla de programación de la televisión cubana, a la cual le ha aportado ese impulso alternativo que resulta tan gratificante y necesario a los cultores y también a los amantes de una creación musical de vanguardia… y al mismo tiempo tan nuestra.
Fue a partir de aquel distante mes de marzo del 2002 que Cuerda Viva sentó el novedoso precedente de trascender con una amplia mirada futurista los márgenes de la música tradicional cubana, pero —y ese ha sido uno de sus mayores y más sostenidos aciertos— sin desentenderse de las genuinas e identitarias raíces que se revelan, por ejemplo, en el rap o en el rock hecho por numerosos y jóvenes compatriotas, desde el occidente hasta el oriente del país.
Y es justo reconocer además que, a diferencia de los personajes de la trama creada por Dumas, Cuerda Viva no se ha concedido reposo en su andar. Por el contrario, sigue y seguirá procurando hallazgos y revelaciones para así dar cuenta de su perenne vitalidad veinte años después de su primera salida al aire… cuando algunos no apostaban por su permanencia y mucho menos por su actual vigencia.
Es por ello que Cuerda Viva —y con todo derecho— se ha erigido en una suerte de imprescindible emporio de esos géneros, estilos y tendencias que no difunden con frecuencia nuestros medios de comunicación, como tampoco a sus talentosos hacedores.
Por esas cosas y sobre todo por existir… ¡enhorabuena y aún más larga vida, veinteañera Cuerda Viva!