29 de marzo de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Comunicación, contrahegemonía y resistencia cultural

Entrevista al filósofo español Francisco Jarauta
filósofo español Francisco Jarauta

filósofo español Francisco Jarauta

El filósofo español Francisco Jarauta, catedrático de la Universidad de Murcia, integrante del grupo Tánger junto a personalidades como Sami Nair e Ignacio Ramonet, es una de las voces más autorizadas del pensamiento europeo. Con un largo recorrido en el análisis de los procesos globalizadores -incluido el lugar que ocupa la comunicación- tiene en su haber numerosos textos sobre las imbricaciones del arte, la cultura y la sociedad contemporánea. Constituye además un referente para el estudio de los fenómenos civilizatorios actuales desde América Latina,  por su cercanía a la región en importantes etapas de los estudios teóricos latinoamericanos.

Usted sostiene que es necesario construir hoy una nueva cartografía del mundo. ¿Desde qué coordenadas? ¿Cómo?

Lo he dicho, lo he escrito, lo sigo pensando. Uno de los trabajos más urgentes del pensamiento actual es justamente construir una nueva cartografía, un nuevo mapa del mundo, pues en primer lugar nunca en un periodo tan corto como los últimos 30 años, las transformaciones del planeta han sido tan profundas y  aceleradas.

Cuando en los años 70 comienza a habarse casi con obsesión de cómo será el año 2000, aparecen en el mundo institutos de prospectivas, por ejemplo, en Osaka y Houston. Ellos tienen como objeto de sus investigaciones hacer el dibujo del año 2000 y cuando  por fin  llega, ninguno de aquellos informes se edita porque simplemente la realidad había superado la ficción. ¿Cómo es posible que en 1973 no se diga una sola palabra de la posibilidad de la computadora personal o el teléfono móvil?

El último trabajo de Manuel Castells sobre los comportamientos  e implicaciones antropológicas del uso de la telefonía móvil, es espectacular. Yo tomo unos 25 vuelos al mes y observo como cuándo uno termina el viaje, inmediatamente la gente abre su teléfono móvil, y veo los rostros de decepción total que aparecen al descubrir que en dos horas de viaje nadie lo ha llamado. ¡Es insoportable esa soledad! ¡Ni siquiera un mensaje comercial! Algunos rostros exigen casi piedad.

¿Qué denota esto?

Los implícitos antropológicos al entrar en escena un medio como es el teléfono móvil cambian. Todo nuestro comportamiento se adapta a las nuevas deudas que la comunicación implica, con una relación de dependencia absoluta. La correspondencia entre mundo exterior e interior, entre subjetividad y sistema, se adaptan a través de un perverso régimen que obliga a ser carne de obsesión, en un ritual devastador. Sin embargo, eso no se descubre en las previsiones de los años 70, no aparece siquiera la palabra Internet.

Los cambios han sido tan profundos, que es necesario situarse en un umbral del cual se pueda ver con cierta lucidez la agenda de lo que ha pasado y nos ubique en una perspectiva de futuro, de cuya instancia tenemos que hacer una mínima carta. La cartografía actual es deudora y tiene que remitirse a aspectos hondamente geopolíticos, hacerse cargo de cuál es el mapa político del mundo de hoy, pues han pasado más de 20 años desde la caída del Muro de Berlín.

Es una situación de emergencias sucesivas, de altas velocidades que nos han convertido en observadores globales con una potentísima información. Caen ante nosotros cataratas de datos, depurados o no, muchísimo spam, cae de todo, y nosotros estamos construyendo una especie de ente fatal que no tiene criterio de análisis. No hay disección y, en consecuencia, lo que ocurre ante nosotros es una especie de zona viscosa que podemos llamar no identificada, que es nuestra imagen del mundo. Sobre esa zona hay que construir un mapa.

Primero hay que construir los conceptos que permitan crearlo, instrumentalizar sistemas educativos que sean eficaces, es lo único que nos va a permitir anticipar el futuro. Es una de las tareas actuales más urgentes: anticipar el futuro. Esta crisis generalizada del sistema mundial, no solamente el sistema capitalista, sino del sistema global, nos obliga precisamente a postular un trabajo cuyo objetivo principal sea exactamente responder a eso. ¿Cómo será el futuro?

Refiriéndose a este mundo que usted ha descrito, ¿dónde situar el pensamiento, la cultura y la comunicación?

Los primeros años del siglo XXI no han sido felices, han precipitado fuera de agenda pronósticos -que fueron considerados pesimistas- sobre la viabilidad de un modelo de crecimiento permanente que garantizaba un enriquecimiento cada vez más alto de las sociedades industriales, y en cuyo horizonte nunca aparecía el término crisis.

Sin embargo, la realidad es que el sistema está profundamente agrietado e incapaz de subsanar sus propias heridas. El escenario actual resulta inquietante e inédito, pues no hay en la historia de la economía internacional situaciones paralelas, ni la crisis del 29, ni las crisis regionales como la del 92 para Europa. Esta crisis de hoy acumula una gran incertidumbre a la hora de identificar mejor cuáles podrían ser las soluciones para hacerle frente. ¿Hacia dónde vamos?

El futuro es realmente complicado. Nos encontramos en un momento de incertidumbre, sin identificación de los instrumentos y las mediaciones que nos permitirían hacer frente a la crisis, y sin saber cómo será ese futuro.

Este escenario no es solo es complejo, sino global. Hoy todo hay que pensarlo globalmente, no podemos enrocarnos en un lugar protegido, hay que soportar la intemperie de la época y abrirnos a situaciones totalmente nuevas. Es cierto que ahí entran en juego todos los subsistemas como cultura y comunicación y, una y otra, que nunca son autónomas sino inscritas en ese global sistem, obligan a que la cultura se retire de los rituales del espectáculo y vuelva a ser más realistamente social, más cercana y dialógica. Me posiciono  frontalmente contra  las ideas de una cultura autónoma. Esta tiene que tener una profunda inscripción social, tiene que ser memoria, historia y al mismo tiempo creación e innovación,  tener un meridiano claro en que los anclajes de una y otra tensión se resuelvan.

¿Y la comunicación?

La comunicación es un caso todavía más embarazoso porque en el gran proceso de tendencia a la homologación global que hemos podido observar en los últimos 20 años, los dos instrumentos más poderosos han sido, en primer lugar la comunicación mediática y en segundo lugar, el mercado.

La homologación es el resultado de la efectividad de los procesos que se expresan de la homologación al mercado. ¿Pues, quién tiene el poder de los medios en este momento? Entonces la creación de la opinión pública internacional pasa fundamentalmente por sugerir una independencia con respecto a los medios. Soy de los que no abdican y por ello estoy convencido de que hay que reivindicar y crear la opinión pública.

Así pues, crear la opinión pública conlleva a modificar los sistemas de trabajo, dar voz a lo social, a la emergencia social, crear espacios para la democracia, la participación y, la comunicación.

¿En la denominada por Manuel Castells Sociedad en red, qué desafíos tiene la humanidad?

Hemos entrado en un periodo en que la Sociedad de la Información y sus efectos estructurales, la sociedad en red, han alterado toda la geografía en la que nos habíamos situado en el planeta. Cada vez más el mundo es menos físico en una situación que afecta nuestro sistema de relaciones y  de pertenencia a él. Todos estamos más cerca en una estructura en red,  se  afecta nuestro método de aprendizaje y, la ignorancia no está causada por la lejanía donde todo está más cerca. Pero evidentemente no podemos eliminar el componente material de la existencia individual, uno es real, sin embargo, las soluciones, permanencias y resistencias deben ser pensadas de otra manera.

¿Cómo se altera entonces la comunicación de masas?

La comunicación de masas es el grandísimo salto que se ha producido en la segunda mitad del siglo XX. La homogeneización del mundo ha conllevado al concepto de masas, que es un concepto delicado, nacido en los años 20; al que luego sigue la masa anónima, silenciosa, de los que a las cinco de la tarde están sentados delante del televisor. Una sociedad de masas supeditada a una cultura de masas.

En este paradigma lo que importa es si vas a un museo, no preguntarte qué haces en él, es impresionante el perfil de curiosidad del usuario del museo, del nuevo espectador. La cultura de masas y la sociedad de masas son correlativas y este es un fenómeno que transita a través de la comunicación, y este es el punto político importante, porque desde ella se produce la inducción de aquellos procesos que generan la homogeneización de las formas de la vida, estilos que terminan siendo comunes, no importa en qué lugar del planeta vivan los seres humanos. Los estilos de vida son cada vez más próximos, y la comunicación es la maestra encargada de esa gran escuela. Un pensamiento crítico que intercepte, detenga y haga no fácil la homologación es un capítulo muy interesante del trabajo teórico.

¿Es posible desde el escenario de la Sociedad de la Información construir una comunicación contrahegemónica?

Es posible y ya existe. Reconozco muchas redes de jóvenes que comparten tipos de comunicación ajenos a lo que podemos llamar el discurso hegemónico. Existen en Madrid, por ejemplo, redes extraordinariamente activas, que pueden calificarse por algunos de insignificantes, irrelevantes, no al nivel del proceso de homologación. ¿Por ello evaluarlas de anecdóticas? No, amo las intensidades, los lugares en los que se crea algo nuevo, sus emergencias. ¿Cómo se hace? Surgen por afinidades electivas, de pensamiento, de trabajo, y me emocionan. Crean no desde la pretensión del gran proyecto, sino desde lo modesto, lo pequeño.

¿Y cómo desde la comunicación institucional, desde la televisión, desde los informativos de televisión, incorporar y contaminarse de este discurso contrahegemónico que viene emergiendo?

Lo veo casi imposible. Personas cercanas a mí trabajan en Televisión española, excelentes profesionales, quienes han luchado duro por mantener o crear espacios con estos conceptos. Pero la resistencia del sistema es insuperable por la prevalencia de criterios de audiencia y mercado. Sin embargo, no hay que esperar que la innovación se produzca en los medios institucionalizados, tengo una experiencia muy crítica al respecto.

¿Esas experiencias que pueden nacer de la comunicación comunitaria podrían llegar a dinamizar a las grandes instituciones?

Podrían tener una relación en la doble dirección, en el sentido de convertirse en la sombra de la comunicación hegemónica y generar dinámicas autónomas, creando su propia red. Así el fenómeno adquiriría una relevancia social.

¿Este análisis tiene el mismo valor hacia la televisión pública que la privada?

La televisión privada está supeditada a mayores hipotecas y en el caso de las cadenas privadas del estado español están sometidas a criterios fundamentalmente comerciales. En cambio, las redes comunitarias tienen una autonomía distinta, y allí se producen fenómenos generacionales donde los que intervienen son jóvenes con un presencia distinta, con más libertad de opinión, que generan dinámicas diferentes.

¿Qué nichos podrían encontrarse en América Latina en la Sociedad de la Información, por sus peculiaridades de búsqueda hoy de modelos más participativos?

El sector informal ligado a los medios de comunicación en América Latina es muy alto y existen experiencias más ricas que las que se pueden encontrar en Europa. América Latina siempre ha tenido un margen mayor para ese tipo de emergencias ligadas a los medios y a su trabajo. ¿De qué manera fomentarlo? Es complejo, pero confirmo que este es un gran espacio abierto, que ustedes conocen mejor que yo. El reto está en descubrirlo y potenciarlo.

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