A nuestros locutores
Contemporáneos heraldos de cotidiana e indispensable presencia, sin quienes no sería posible concebir la actualidad: así son nuestros locutores y locutoras. Profesionales de la voz y la palabra, en cuyo oficio se multiplica la vida y se promueve el saber.
En todo momento, lugar y circunstancia ellos y ellas se convierten en necesaria gratificante compañía, porque siempre alguna voz y un rostro habrán de ser portadores de un mensaje, para hacerse puentes hacia el entretenimiento y erigirse en promotores de la realidad.
Son nuestros locutores y locutoras fieles depositarios de una tradición que ha sentado cátedra continental, gracias al interminable magisterio de Germán Pinelli o Consuelo Vidal, Manolo Ortega o Dinorah del Real. Hombres y mujeres que a través del tiempo han tenido otros nombres, otras voces y otros rostros, pero cuya profesionalidad se asume y pervive en las nuevas generaciones que tienen hoy el cometido de inspirar confianza y credibilidad detrás de los micrófonos y delante de las cámaras. Y ejemplos hay de sobra para demostrarlo.
Son nuestros locutores y locutoras una profesional, abnegada y comprometida legión de comunicadores, que asumen en las primeras líneas de la guerra de pensamiento que hoy se nos impone, el cometido de difundir y defender nuestras verdades.
Así son esos hombres y mujeres a quienes, además de una voz radiofónica y una telegénica imagen, les asisten el talento y el conocimiento necesarios para ser esos contemporáneos heraldos de cotidiana e indispensable presencia, sin los cuales no serían posibles la radio y la televisión.
Hay suficientes razones para enorgullecernos de nuestros locutores y locutoras en este primero de diciembre que se les consagra. Llegue entonces a ellos y a ellas en este Día del Locutor, el reconocimiento, la admiración y la gratitud de todo un pueblo.