5 de diciembre de 2024

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A un talentazo cubano lo mató la censura

Detalles de la vida de Eliseo Grenet, talentoso músico cubano
Eliseo Grenet

Eliseo Grenet

A no dudar, él fue un portento.

Ah, pero, al final, lo asesinaron.

Nacido en La Habana, cuando transcurría 1893, ya de niño Eliseo Grenet se enseñorea del piano, con la tutoría del padre de Moisés Simons. Así, a los doce años se gana un peso diario como pianista amenizador de películas en el cine La Caricatura, de la capitalina calle Galiano.

Nos legó piezas de tal arraigo que, al cubano que no las tararee, se le debe caer la cara de vergüenza: La mora, Si muero en la carretera, Si me pides el pesca´o, Las perlas de tu boca, Tabaco verde, Papá Montero

Traduce al pentagrama al coloso de la poesía cubana en el siglo XX. Con textos de Nicolás Guillén compuso Sóngoro cosongo, Negro bembón, Tú no sabe inglé.

Cuando musicalizó películas, entre los intérpretes se contaron desde Jorge Negrete hasta Libertad Lamarque y Josephine Baker.

Sus labores zarzueleras incluyen Niña Rita o La Habana en 1830, en coautoría con Ernesto Lecuona y con libreto de Aurelio Riancho. Su obra teatral incluye el tango-congo Ay, Mamá Inés, que inmortalizaría a Rita Montaner. Sobre esta pieza, dijo Alejo Carpentier que “la linda composición de Grenet provocaba espontáneas ovaciones. Esta canción llegaba por su carácter y su gracia. Olía a Trópico. Tenía fragancia de fruta al sol, y auténtica alegría arrabalera”.

Un monstruo en la historia del universo musical, el argentino Santos Discépolo, — autor lo mismo de Yira que de Cambalache— declaró, al escuchar sus piezas: “Por primera vez he conocido a Cuba musicalmente”.

Fue Grenet, además, una avanzadilla de lo que décadas después se denominó canción protesta. En 1932 da a conocer su Lamento cubano. Pero aquello de Oh, Cuba hermosa, / primorosa, / por qué sufres tú / tanto quebranto” era demasiado para el Mussolini tropical. De manera que debe abandonar su patria, para salvar el pellejo, ante la furia de Gerardo Machado.

El asesinato

Vamos al año 1950. Grenet, quien ha incursionado a lo largo de los más disímiles géneros —conga, danzón, punto cubano, romanza—, ahora anda rebosando entusiasmo en torno a una vertiente musical nacida en la hermana menor de la isla de Cuba. Sí, el pinero sucusucu, en el cual se ha adentrado con dos composiciones, Domingo Pantoja y Felipe Blanco.

A pesar de que entonces la vida de la nación no es precisamente un espejo de decencia y rectitud —asalto al tesoro público, gangsterismo—, la moralina burguesa se despepita por conservar una límpida imagen epidérmica.

Y surge la Comisión de Ética. Los apadrina la Asociación de Anunciantes, gente acaudalada que mucho se interesa en mostrar un rostro níveo, casto, puro, como diría Alfonsina Storni.

Preside aquel engendro Juan José Tarajano —apodado por los creadores como El Inquisidor— quien en una tarde, de un plumazo, censura 173 canciones, pues incluyen — dice él— frases «groseras o sugestivas». Entre las víctimas se cuentan Devuélveme el coco, A romper el coco, El caballo y la montura, El Yoyo, Ponme la mano, Caridad… (No sé si este Torquemada la emprendería alguna vez contra Cuidadito, compay gallo, de Ñico Saquito, una pequeña joya de finísimo doble sentido cubiche).

Pero vayamos a los hechos, hablando alto y claro, de manera monda y lironda. Un estudio de Radiocentro. Es la mañana del viernes 3 de noviembre de 1950. Eliseo Grenet anda desbordante de euforia. Porque su pieza Felipe Blanco va a ser grabada por el Trío Servando Díaz. Y Grenet mucho distingue al hombre que estrenó Bésame mucho.

De pronto, la bomba:

—Eliseo, ¡Tarajano se niega a que esta pieza sea transmitida!

Aquel cándido sucusucu — a mil millas distante de la bazofia inmunda que hoy escuchamos en las ondas hertzianas—  contenía versos que irritaron a los señores de la cruz verde en la censura radial: Ya los majases no tienen cueva, / Felipe Banco se las tapó, / se las tapó, se las tapó / que lo vide yo”.

Abandona el edificio de Radiocentro con un intenso dolor de cabeza. Esa noche, asiste con su esposa a una recepción en la embajada de Colombia. Pero debe retirarse, pues la cefalalgia persiste.

A las 6 de la mañana del sábado 4 de noviembre de 1950 deja de existir, mientras gesticulaba, como en busca de una nueva melodía.

Se cuenta que el vaciado en yeso que se hizo sobre sus manos, recién fallecido, evidenciaba que parecía estar tocando el piano.

Fuentes:

Enrique de la Osa: “Deceso. El popular autor de «Mamá Inés»”. Bohemia. Noviembre 12 de 1950.

Mayra Cue Sierra: “El periplo de la ética en la radiodifusión cubana”. Portal Cubarte. Octubre 10 de 2011.

Cristóbal Diaz Ayala: Música cubana del areyto a la nueva trova. Ediciones Universal. 1993.

Radamés Giro: Diccionario enciclopédico de la música cubana. Letras Cubanas. 2007.

Helio Orovio: Diccionario de la música cubana. Biográfico y técnico. Letras Cubanas. 1992.

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