Angel Luis Martínez: un hombre de radio y su derecho de soñar
Hablar de Ángel Luis Martínez es hablar de un “hombre-radio” de los pies a la cabeza; un artista completo que sabe dejar correr sus propias emociones para darle vida a un personaje, y a su vez escribir las más vibrantes historias y los más complejos y entrañables seres. Pero antes de ser ese hombre comprometido con la radio, Ángel Luis fue un oyente apasionado, enamorado del folletín radial y con sueños tan poderosos que terminaron haciéndose realidad. Su derecho a soñar se concretó en una carrera fructífera, llena de reconocimientos en el medio, y que ha podido replicar en la televisión con dos telenovelas previas a la que en pocas semanas podrá ser disfrutada por la familia cubana: El derecho de Soñar.
Sobre este homenaje a la radio hecho novela, sus consideraciones respecto al medio y sus sueños, pudimos platicar en una entrevista llana, jovial, que además de acercarnos al artista, permitió conocer al gran ser humano; solo siendo buena persona se pueden escribir historias tan conmovedoras y humanas. El experimentado guionista, que en esta ocasión comparte autoría con Alberto Luberta Martínez, hizo gala de sus habilidades de orador, y como si de sus labios salieran hilos de oro, fue bordando magistralmente sus respuestas a mis preguntas:
¿En cuáles circunstancias y contexto surge la idea de homenajear a la radio desde la televisión con El derecho de soñar?
«Yo escribí para Radio Arte una serie que se llamó Huellas en el aire, para conmemorar los cien años de la radio cubana; fue una serie que se le hizo determinada propaganda y se divulgó por determinados medios. Cuando la Casa Productora de Telenovelas se enteró de esto, me convocó a que hiciera algo parecido en la televisión, también con el objetivo de festejar los cien años de la radio. Lo que yo escribí para radio arte era “improducible”, pues se trataba de una especie de seriado documental, con testimonios, que intentaba abarcar un largo período de tiempo; algo que para la televisión era muy difícil de hacer.
«A su vez convocan a Albertico Luberta a que escribiera junto conmigo el guion, con la idea de que él luego lo dirigiera. Le dimos muchas vueltas a la cabeza, lo pensamos mucho, no sabíamos qué momentos de estos cien años de la radio reflejar, hasta que llegamos al consenso de hablar sobre El derecho de nacer, y sobre todo a la figura de María Valero».
¿Cuán arduo fue el proceso de investigación, partiendo de que es una novela contada en dos tiempos?
«Tuvimos que investigar mucho, sobre todo esta etapa de 1948, que fue uno de los años en que se transmitió ese suceso radial que fue El derecho de nacer. Quiero insistir en que no es una novela histórica, a pesar de que la trama se acerca a determinados personajes que existieron en la vida real, como el caso de Felix B. Caignet, María Valero, Armando Trinidad, y otros actores que intervinieron en la trasmisión de esta radionovela. Hay también cosas que rescata el argumento que sucedieron tal cual, en la vida real, pero otras subtramas fueron construidas desde la ficción para darle riqueza dramatúrgica, más sazón, como diríamos en buen cubano. Realmente la investigación fue ardua para esta primera etapa en 1948, luego en el capítulo 7 cuando pasamos a la etapa actual, lo que intentamos fue que importantes radialitas que permanecen activos en nuestro medio se vieran reflejados en las historias».
¿Qué unifican argumentalmente a las historias contadas en las dos etapas de la novela?
«Esta pregunta no puedo respondértela del todo pues estaría delatando el centro del relato. Lo que sí puedo decir es que la primera parte acontecida en 1948 se centrará en la figura de María Valero y en lo que se le dio por llamar mediáticamente, La Guerra del Aire, entre Goar Mestre y Amado Trinidad, los dueños de CMQ y RHC Cadena Azul respectivamente; ambas emisoras se disputaban la preferencia de los oyentes al ser las dos cadenas radiales más importantes de la época.
«Luego, al dar el salto temporal, nos encontramos que en una emisora en la actualidad se está preparando para volver a grabar El derecho de nacer como homenaje a sus 75 años. Por supuesto que hay hilos conectores, pero que no te puedo adelantar mucho. Hay historias que no se solucionan en la primera parte y que sí tienen solución en la segunda. Hay personajes que repiten y que arrastran una historia desde una etapa a la otra, pero no creo que deba contar más pues te estaría develando uno de los grandes misterios que tiene la telenovela».
¿Ser el hombre de radio que eres representa un compromiso doble a la hora de escribir sobre este medio? ¿Sientes el peso de la responsabilidad?
«Sí, desde luego. Son muchos sentimientos los que se acumulan: no solo es el peso de la responsabilidad que es mucho, sino que intenté aligerar ese peso con muchacha alegría, con mucha pasión, no solo por el radialista que soy, en el que me convertí con el tiempo, sino también pensando en el oyente voraz y apasionado que fui una vez. Yo era de los que escuchaba cuanta novela radial se trasmitía, soñé mucho con estar en el medio, y de ahí viene también el título de esta telenovela, El derecho de Soñar.
«En la vida también los sueños pueden cumplirse; todo está en el empeño que le pongamos y la radio me permitió cumplir los míos. Por eso esta telenovela se hizo con toda la entrega y el respeto, acompañado por Alberto Luberta Martínez que es heredero de un gran legado construido también desde la radio, por artistas a las que estoy ligado en la profesión y en el afecto».
Además de un homenaje a los hombres y mujeres de la radio, será un homenaje a los oyentes. Un personaje en específico, interpretado por ti, será la representación del público fiel a la radio. ¿Cómo se asumió desde la dramaturgia y luego cómo lo incorporaste tú actoralmente?
«Fue algo simpático. En cierto punto del proceso de escritura, nos dimos cuenta de que necesitábamos un oyente dentro de la historia de la novela, porque nos habíamos enfocado mucho en homenajear a todos estos hombres y mujeres que día a día hacen la radio, y nos faltaba algo fundamental: el oyente. Sin oyente no hay razón de ser para nuestro trabajo. Albertico Luberta pensó entonces en la posibilidad de que yo podía interpretar a Isidro, que es así como se llama el personaje.
«Fue algo que disfruté muchísimo, pues rememoré ese oyente chiflado que una vez fui. Es un personaje que quise mucho, tiene tal vez demasiado de mí; me di el placer de decir muchas cosas que pienso a través de él, de demostrar la admiración que siento por tantos radialitas con los que convivo día a día. Isidro es el reflejo de muchos hombres y mujeres que desde la comodidad de sus casas o en sus centros laborales escuchan y son fieles a la radio cubana».
En tiempos de tanta migración de la juventud a medios digitales, ¿crees que El derecho de soñar sea una buena oportunidad para que los jóvenes redescubran la radio cubana y el patrimonio cultural que esta representa?
«Ese fue uno de nuestros objetivos: acercar a los jóvenes y a toda la familia a nuestra radio. La radio siempre está ahí, siempre lo estará. Cuando apareció la televisión se pensó que la radio desaparecería y no fue así. Cuando llegó el internet se pensó lo mismo, pero la radio nos sigue acompañando, debido quizás a su inmediatez, algo que no lo tienen otros medios. Cuando todo falla la radio no; en tiempos de ciclón u otros desastres naturales ahí está para informar. Esa cualidad de acompañamiento le da un valor incalculable. Ojalá que esta novela sirva para que muchos jóvenes se acerquen a este medio tan mágico e imprescindible».
¿En tu opinión cuán importante podría ser legitimar al género radionovela como patrimonio cultural inmaterial de la nación mediante la apertura de un expediente ante la UNESCO, partiendo de su conexión espiritual y cultural con el pueblo que la escucha?
«Cuba es uno de los pocos países que aún mantiene la tradición de hacer radionovelas. Eso es algo que hay que salvar, preservar para las generaciones futuras. Obviamente para mí tendría una connotación importantísima que se considerara patrimonio cultural inmaterial de la nación, porque nos identifica, es un género que nació aquí. Hablar de la radionovela es hablar de Cuba.
«Tenemos que hacer cada día una radio mejor; tenemos que lograr que muchos más escritores se acerquen a ella; tenemos que mejorar nuestros guiones, tenemos que capacitar con más entereza nuestros actores, técnicos, asesores; se debe ser más rigurosos al seleccionar una obra para ponerla en el éter. El valor de la radionovela es incuestionable, pues puede hacer lo que a la televisión le es imposible, como recrear otros tiempos, adaptar obras de la literatura universal, o ubicar sus tramas en lugares tan recónditos como Alaska, China o París».
Para terminar, ¿cuáles son los nuevos sueños de Ángel Luis? ¿En qué andas trabajando tanto para la radio como para la televisión?
«De momento sigo escribiendo para la radio. Acabo de terminar una novela que pronto se estrenará en el espacio de Novela cubana de Radio Progreso, y que se acerca a la vida de los hermanos Loynaz; Cenizas de la espera es su nombre. También estoy escribiendo una novela sobre Juana Borrero y a la vez se anda cocinando un nuevo proyecto en la Casa Productora de Telenovelas, pero aún no puedo hablar mucho de él. Lo importante es que sigo escribiendo para ambos medios y soñando nuevas historias y personajes. Mi trabajo como actor ha disminuido un poco en estos tiempos, pues me he concentrado más en la escritura, pero es algo que no abandono, pues es también parte indispensable de lo que la radio me ha concedido como artista”.
«Ángel Luis Martínez no deja de soñar porque ese es su derecho. De esos sueños siguen naciendo criaturas con voces propias; a muchas de esas voces tendremos la oportunidad de escucharlas en esta próxima telenovela, que promete ser un digno homenaje a la radio cubana y los hombres y mujeres que persisten en mantenerla viva».