15 de octubre de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Besos que cuentan historias

Besos que cuentan historias

Besos que cuentan historias

Nuestra televisión tiene aún muchos pasos que dar si de representación de diversidades se trata. Entender que hay otras realidades más allá de las nuestras o de las que conocemos es vital en la construcción sociocultural de una identidad, en la que, como apuntara alguna vez Israel Rojas: “todo el mundo cuenta”. Una de las comunidades menos representadas en los audiovisuales del patio, ha sido la comunidad LGBTIQ+, por los consabidos prejuicios, temores y límites creativos que muchas veces se autoimponen los guionistas y directores.

En 20 años, poco más de 10 series y unitarios han insertado personajes queers en sus relatos. No siempre los tratamientos han sido acertados o respetuosos. El estereotipo de los roles subvertidos fue, por mucho tiempo, una constante narrativa para hacer más “cercanos” a los personajes y lograr una conexión inmediata con el espectador.

Seres monocordes, sin historias propias, haciendo las veces de apoyatura dramática, figuraron como los primeros intentos de apertura audiovisual de la diversidad. El tiempo, las transformaciones a lo interior de la sociedad, y ciertas voluntades institucionales modularon positivamente la incorporación a los audiovisuales de personajes con voces propias, historias de vida duras y mucho amor que ofrecer y recibir.

Aunque los tratamientos temáticos mejoraron considerablemente en obras notorias como La cara oculta de la luna, Bajo el mismo sol, Polvo en el viento, Aquí estamos o Latidos compartidos, siguió primando un pobre y frío abordaje de las relaciones sentimentales de estos personajes, como si las muestras de afecto, los besos, las caricias, estuvieran reservados exclusivamente a la “heteronormatividad”.

Los reparos relacionados a lo plural de la teleaudiencia cubana, sumado a los prejuicios que aún perviven en muchos creadores, han coartado en más de una ocasión la posibilidad de mostrar sin medias tintas las dinámicas amatorias de parejas del mismo sexo.

Tal vez uno de los primeros en romper la barrera fue Rolando Chiong en las dos temporadas de su serie sobre violencia de género, Rompiendo el silencio. Chiong supo relatar en profundidad el infierno protagonizado por dos mujeres lesbianas en una zona rural del país, donde el machismo y la intolerancia toman forma de feminicidio, terminando con la vida de una de las mujeres. El beso entre los personajes interpretados por Daysi Quintana y Yeni Soria representó dramatúrgicamente la reafirmación de un amor más allá de los prejuicios y concepciones sociales; un beso redondeando el discurso de la serie y demostrándonos lo importante de visibilizar toda forma de amar, para que crímenes de odio como ese no sean replicados.

En su segunda temporada la serie nos trajo la historia de dos hombres muy alejados del estereotipo del gay sensible o feminizado, que comienzan a sentir atracción el uno por el otro y deciden asumir una vida en pareja, aunque para uno de ellos represente el distanciamiento con su único hijo y el rechazo de su familia. Aunque de manera más tímida, los actores Carlos Solar y Roly Chiong construyeron una relación escénica donde el afecto, las miradas cómplices y las caricias no faltaron. La propia naturaleza de los personajes justificaba que su amor fuera menos expresivo o evidente, pero las energías de los actores eran suficiente para entender que las masculinidades son más complejas y diversas de lo que logramos asimilar.

La telenovela del pasado año, Tan lejos y tan cerca, de la autoría de Lil Romero y Alberto Luberta Martínez, y con la dirección de este último, nos trajo la tridimensional relación entre dos jóvenes emprendedoras. Con una mar de conflictos, contradicciones y desencuentros, los personajes y su trama marcaron hitos importantes en una serie larga: la continuada muestra de afecto entre las dos mujeres, expresado en besos y caricias, provocó incomodidades, pero también aprobación, en medio de un debate nacional acerca del nuevo Código de las Familias, que por aquellos tiempos era discutido y analizado en cada barrio de Cuba.

Una creadora que ha defendido desde su obra las interioridades del universo femenino, es, sin dudas, Elena Palacios, que no ha dejado de tratar en algunos de sus trabajos las relaciones homo-afectivas de mujeres buscando su felicidad. La estética refinada y minuciosa de la realizadora y su buen ojo para capturar instantes han propiciado la existencia de escenas homo-eróticas memorables, polémicas y totalmente efectivas.

Los unitarios juveniles igual han tenido a bien contar historias de adolescentes explorando su sexualidad y decidiendo a quién y por qué amar. Luna Mía de la experimentada realizadora Mariela López y Delantero del joven director Irán Hernández Castillo, son dos valientes aproximaciones a la homosexualidad femenina y masculina en la adolescencia. La fuerza de los relatos, la organicidad de los intérpretes y el encomiable trabajo de puesta en escena, allanaron el camino para que estas obras alcanzaran el favor del público y de la crítica.

También dentro del universo juvenil, la recién finalizada segunda temporada de la serie Calendario nos mostró la relación entre Sofía y Natalia; una relación bien concebida y aterrizada al argumento central de la obra. El amor de las dos jóvenes fue progresando de manera natural, orgánica y permitiendo una construcción genuina de química entre las dos intérpretes. Muchas de las escenas de amor entre las adolescentes suscitaron polémicas y comentarios altisonantes en varias zonas del público. No son todos los que aceptan la representación explícita de la relaciones sentimentales y sexuales de personas del mismo género; pero mostrar que estas realidades son parte del universo de nuestros adolescentes y jóvenes, es vital para un acompañamiento y apoyo responsable en la aceptación de sus identidades.

Nunca serán pocos los intentos de representación legítima del amor entre parejas alejadas del concepto tradicional de familia. Hay muchos caminos representacionales aún por explorar, muchas maneras de amar y otros tantos besos para contar historias de vidas, a veces desgarradoras, y en ocasiones marcadas por la ternura.

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