Corina Mestre: una premiada y un premio
No sabría decir si a ella le sucediera lo que a mí, pero yo esperaba desde hace mucho tiempo que Corina Mestre recibiera el Premio Nacional de Teatro y este casi recién comenzado 2022 al fin me ha concedido la satisfacción de que fuera distinguida con tan merecido reconocimiento esa excelente actriz, que en sí misma representa un premio para las artes escénicas de Cuba. O sería mejor decir para la cultura cubana.
Esa cultura cubana con la que Corina Mestre Vilaboy se identificara desde muy tempranamente en cuerpo y alma —quizás antes de que la gran Raquel Revuelta le presagiara un virtuoso destino en la actuación— y a la cual se ha consagrado no solo al asumir los más diversos personajes en el teatro, el cine, la radio y la televisión; sino como infatigable promotora cultural, y en su también premiado desempeño como pedagoga en la formación de nuevas generaciones de actrices y actores.
Cómo entonces no iba yo a desear desde el fondo de mi admiración que recibiera el Premio Nacional de Teatro de este año, quien tanto ha logrado estremecerme en todas y cada una de sus interpretaciones, ya sea encarnando esa Bernarda Alba, tan lorquiana y a la vez tan suya; en su desdoblamiento como trovera en el indispensable disco Ese árbol que sembramos, con temas de Augusto Blanca; o al decir cualquier vibrante poema que su voz y su intensidad transforman en un acto de fe.
Enhorabuena a esta rotunda actriz, no solo por haber sido premiada su destacada trayectoria teatral, sino por representar ella misma un premio que mucho agradece la patria, cuando tanto necesita de sus hijos el amor, la entrega, la lealtad y el compromiso que siempre le ha ofrendado desde el arte y más allá del arte nuestra Corina Mestre.