27 de julio de 2024

envivo

Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Estimular la lectura empática

Valoraciones sobre el panorama mediático y la influencia de programas televisuales en la formación cultura de los públicos
El maestro Roberto Valera, una institución cultural de nuestro país, al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional como director invitado.

El maestro Roberto Valera, una institución cultural de nuestro país, al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional como director invitado.

El acelerado desarrollo de la tecnología instaura un nuevo discurso dominante. Cultura y comunicación son conceptos claves en el complejo universo contemporáneo, donde imperan hibridaciones, otras formas de sentir, de ver. Los flujos de circulación sustentan un mutuo intercambio de informaciones por las redes y en la narrativa audiovisual se originan formas de producción colaborativas e intermediales.

La televisión le habla a un espectador formado en diversas experiencias mediáticas (celulares, tablets, redes sociales, videojuegos), a quien los nuevos artefactos le permiten llevarse al hogar productos comunicativos de todo tipo, algunos portadores de violencia, efectos especiales o relatos ligeros, que aseguran el consumo fácilmente digerible.

¿Qué hacer para contrarrestar la influencia de la industria hegemónica del entretenimiento? En Cuba, a las instituciones culturales les corresponde privilegiar proyectos que beneficien la apreciación de códigos novedosos, el establecimiento de valores universales y jerarquías artísticas. Estos propósitos demandan, además de buenas intenciones y deseos de transformar las condiciones y expectativas en el escenario mediático, el fomento de una estrategia comunicativa con énfasis en el pensamiento descolonizador, la interactividad y la lucidez.

Los filósofos y pensadores alertaron en diferentes épocas sobre la banalización. Esta amenaza con tragarse el mundo, ganarle la batalla a la inteligencia. En nuestra TV, de carácter público, la cultura debe formar parte de todos los contenidos y los géneros, pero no desde intenciones didácticas explícitas que afectan la polisemia del arte. Se trata de ampliar los conocimientos e influir en el gusto estético de audiencias diversas.

Más allá de crear espacios, hay que seguir aprovechando los existentes en horarios de mayor teleaudiencia y profundizar los análisis de las artes visuales y los géneros musicales elaborados, como ya lo hacen de manera creativa Signos (Cubavisión, miércoles, 2:45 p.m.), La otra mirada y Bravo (CE, lunes, 9:30 y 10:00 p.m., respectivamente). No se escucha lo que no se ve, lo que no alcanza la percepción festiva. “Cuando la conciencia entrelaza lo sensorial, lo sensitivo, lo estético interviene con más fuerza y su lectura es obviamente consciente”, según el crítico de arte Juan Acha (Perú, 1916 – México, 1995).

De ningún modo se aprehenden los saberes por ósmosis, estos requieren investigaciones, estudios, acercamientos que el medio televisual propone y estimula en mensajes, los cuales nutren la dimensión espiritual del destinatario. Tampoco olvidemos, la lectura empática emociona al sujeto. Ella implica a la conciencia y a sus niveles racionales, la capacidad para identificarse con los demás, la sensibilidad, el desarrollo personal.

A veces los enfoques sobre exposiciones, festivales o conciertos se limitan a la mirada parcial, no involucra las tendencias, la riqueza de procesos y acciones, estos varían en dependencia de los campos de resonancia: vida cotidiana, tradiciones, consumo.

En el audiovisual los públicos participan en un pacto, del cual se cansan en algún momento o lo rechazan cuando no cumple sus expectativas. Estas exigen reconocimiento, empatía e identificación. Lo que se dice y cómo se dice influye en la legitimación de palabras, modas, expresiones al uso. Ningún decreto basta para estimular los aportes creativos en la labor colectiva de la TV. Esta es una responsabilidad individual y de los expertos participantes en el proceso de realización.

Las audiencias exigen variaciones de lenguajes en un mundo de imágenes cada vez más fragmentado, donde las transformaciones propias de la modernidad instauran otros tipos de relación social, que la cultura tecnológica ya prefigura y de la cual la pequeña pantalla es un eslabón esencial, para beneficio de la sociedad cubana.

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