Evocaciones en el aniversario 70 de la Televisión en Cuba (II)
La radio y la televisión comercial en Cuba fueron las primeras en desarrollar y transmitir los géneros y formatos de novelas gestando el embrión de lo que luego, con mayor duración, denominaría “culebrones” en América Latina.
En la radio la primicia de introducir la novela le correspondió a José Sánchez Arcilla, de origen español, radicado en Cuba con un fecundo quehacer en el escenario cultural de la capital. Fue periodista, dramaturgo, comediógrafo y hasta el autor de los libretos de innumerables zarzuelas cubanas, entre las que sobresalen las emblemáticas “Cecilia Valdés” y “El Clarín”. De su autoría fue la novela El collar de lágrimas, radiada por más de tres años entre lunes y sábados. Su transmisión culminó el 31 de diciembre de 1946.
Entre los autores más conocidos del género de la novela sobresale Félix B. Caignet con su súper conocida y versionada El derecho de nacer –premiada en República Dominicana–. Este guionista, junto a Delia Fiallo, sentó las bases de las telenovelas latinoamericanas, que tanto éxito han tenido en países como Polonia, China y otros.
Dentro de la marcada influencia cubana en las telenovelas latinoamericanas destaca el impacto de Soraya, con Gina Cabrera y Alberto González Rubio, y el súmmum del culebrón resultó en los años 50 El ángel perverso, con Minín Bujones interpretando el personaje de Estrellita, y Yolanda Fabián, que era esposa de otro actor muy conocido en esa época, Manolo Villamil. Este matrimonio trabajó en Nicaragua haciendo un clásico radial cubano, las aventuras Los tres Villalobos.
Muchos autores y actores cubanos de novelas vivieron y trabajaron en otros países como Venezuela, Santo Domingo, México, Argentina, Colombia, donde ya había una reputación sólida con actores y técnicos cubanos desde antes de la Revolución. Allí sentaron cátedra. Goar Mestre, dueño del Circuito CMQ, Radio y Televisión con CMBF Radio, Canal 7, Radio Reloj, etcétera–, estaba casado con una Argentina y a su salida de Cuba, tras las nacionalizaciones, fundó el conocido Canal 13 en Buenos Aires y llevó a varios especialistas y actores cubanos.
Las cinco primeras telenovelas cubanas se televisaron en el programa La Novela en Televisión, por el Canal 6, CMQ Televisión. Otros canales de televisión habaneros pusieron al aire espacios dedicados a este género e introdujeron adaptaciones de historias provenientes de la literatura universal, el cine, la historia y sobre todo de las primeras novelas radiadas aquí. Ese reservorio inagotable de argumentos, códigos, formatos y prácticas mediáticas ineludiblemente marcaron el patrón gestado por la telenovela cubana fundacional de habla hispana.
Mamá, nombre de una obra teatral de la autoría de Martínez Sierra, devino una historia llevadas a nuestras pantallas. Constituyó una verdadera creación de Marcos Behmaras, quien desplegó su reconocida creatividad construyendo una trama de 335 capítulos que permaneció un tiempo insólito en nuestra televisión.
Sin embargo, la difusión de esa novela episódica los lunes, miércoles y viernes, a las 10:30 p.m., constituyó un verdadero reto para la televisión. Su premier se realizó en 1958. Se difundió en directo al aire, “en vivo”, entre el 12 de mayo de 1958 hasta el 31 de agosto de 1962, con una frecuencia de tres veces a la semana cerrando el bloque de programación de entretenimiento del canal, y precediendo al noticiero con que la televisora cerraba sus transmisiones.
Muy pronto la telenovela en cuestión captó el interés de los televidentes gracias a la emoción de las situaciones humanas creadas por Behmaras. Desde su estreno, por su guion, extensión y realización televisiva fue elogiada por la crítica especializada: “Si se juzga por el programa, así de presentación, «Mamá» será una de las mejores cosas que haya hecho la televisión en Cuba: intención humana, telegénico, libretos y elenco. Lo mejor que en lo dramático-televisual y de mayor contenido humano que Marcos Behmaras ha escrito para la televisión”.
La significación de esta novela episódica se revela cuando conocemos que, para darle cabida en el diseño de la programación, se desplazaron o desaparecieron otros tres proyectos televisivos: Puro Español, transmitido los miércoles; Papá lo sabe todo, que pasó del lunes por la noche al martes a las 6:20 p.m., y Mientras el mundo desaparece, que también se esfumó de la pantalla.
El impacto de la telenovela rebasó todas las pruebas. Un análisis en retrospectiva destaca sus valores intrínsecos pues, como era usual entonces, competía no solo con otras propuestas del género exhibidas de forma simultánea en el propio canal, sino con las emitidas por la competencia en ese horario. Ese era el caso de las emisiones de Gaspar Pumarejo con su productora Escuela de Televisión desde el Canal 2, Telemundo.
En agosto de 1959, año y medio después de iniciada su difusión, Mamá se mantenía airosa en el rating televisivo, pese a que la propia CMQ TV, emitía entonces tres espacios dramatizados de interés: ¿Por qué sufren las mujeres? (martes y jueves, 8:00 p.m.). Martes, miércoles y domingo de amor Palmolive; De frente a la esperanza, La Novela de las 10 y La rebelión de la juventud.
Tal preferencia se la ganó el colectivo artístico de la telenovela Mamá con una sostenida calidad y efectividad en su dramaturgia y por la capacidad comunicativa durante tres años consecutivos. Este ejemplo revela no solo la profusión de telenovelas presentes en la noche televisiva cubana hasta mediados de los 50, sino que el éxito de Mamá le permitió codearse exitosamente con todas ellas.
Estrenada hace ya 51 años, la novela Mamá conjugaba a actores experimentados con los noveles y, por razones lógicas, conformó un insólito elenco que se alternó para desarrollar su trama: la abuela (Ana Lasalle); Mamá Isabel, asumida por Herminia de la Fuente y tres hijas: Millin Márquez, Bertica Novoa y Lilian Llerena. Miguel Navarro, fue el novio de una de ellas. Un total de 77 intérpretes asumieron un solo rol. Se sumaban al equipo los técnicos, los encargados de la producción y la dirección, que sumaban más de 110 personas.
Recordemos también la tan gustada novela Historia de tres hermanas, con las actuaciones memorables de Maritza Rosales, Josefina Rovira, Violeta Jiménez y Enrique Santisteban en los roles principales. Años después saldría en pantalla Sol de Batey, otro paradigma de la telenovela cubana.
Pese a su frecuencia múltiple semanal y su extensión, se escenificaba ante las cámaras, sin previa grabación, ya que entonces los sistemas tecnológicos de reproducción de video tape, que más tarde llegaron y ensayaron en Cuba por CMQ, solo se usaban en los eventos deportivos. Esas condiciones tecnológicas implicaban que el resto de la programación, incluso la más compleja como la dramatizada, en sus más diversos formatos y tendencias, se emitía en directo y ocasionalmente se filmaba en cintas de kinescopio cinematográfico.
El proceso de emisión directa al aire poseía puntos de convergencia y divergencia con las enfrentadas por los dramaturgos y sus intérpretes en las puestas en el teatro. Tal vez su diferencia y agravante más raigal es el hecho de que en las tablas la obra se consolidaba en cada representación sucesiva, además, puede prolongarse la puesta en el teatro por meses. En la televisión de aquellos tiempos la telenovela era difundida en directo, cada emisión era única y carecía de la posibilidad de reforzarse, mejorarse y perfeccionarse con la reiteración, deshacer los errores y equívocos usuales de los programas en vivo.
A estos retos habría que sumar la intensidad de trabajo semanal de cada uno de los realizadores e intérpretes que participaban de manera habitual en dos y tres proyectos diversos durante la semana. Ello se hacía partiendo del sistema tradicional actoral sin recursos tecnológicos auxiliares, como el telepromter o el apuntador. Esta práctica consolidó una experiencia interpretativa descomunal, donde los actores y actrices que a diario alternaban en la radio, el teatro, el cine y la publicidad depuraban en el estilo de la pantalla televisiva las experiencias y conocimientos específicos de diversos soportes y escenarios, cerrando un ciclo artístico que muy pocos países tuvieron el privilegio de poseer entonces con la intensidad, diversidad y riqueza con que se produjo en Cuba.
Amparito Rivelles, la gran actriz española que protagonizó el filme mexicano de humor negro con Arturo de Córdova, El esqueleto de la Sra. Morales, fue contratada por Pumarejo para hacer telenovelas cubanas. Otra de las figuras internacionales que actuaron en las telenovelas cubanas de los años 50 fue Aurora Bautista, una de las caras más conocidas del cine español de los años 40 y 50.
Hasta nuestros días se mantiene la tradición novelera en el gusto de los televidentes inundando cada año las pantallas de los hogares cubanos. En la actualidad este tipo de producciones dramatizadas abarca seguidores de diversos géneros y grupos etarios dentro de la familia. Algunas de las telenovelas en la última década han sobrepasado en el índice de teleaudiencia a las propuestas extranjeras.
Valga mencionar la calidad de nuestros guionistas, directores, actores y técnicos que a través de los años han aportado al desarrollo de la novela en los medios de comunicación radiales y televisivos.