Fabulaciones por contar
Desde su intrínseco poder persuasivo, el espectáculo audiovisual tiende puentes de entendimiento con una realidad-otra mediante visualidades recreadas con intencionalidad desde la mirada de realizadores que proponen ideas, puntos de vista, conflictos, circunstancias, certezas y estrategias de enunciación.
Para vivir intensamente esa realidad-otra, los públicos necesitan sutilezas, sugestión, contención dramática. El gozo de narrar exige ser compartido por los implicados en el relato que tiene en la dramaturgia una base sustancial indispensable. Es la materia prima con la cual trabajarán actores, actrices, directores de fotografía, escenógrafos, sonidistas; cada técnico y creativo participante en la construcción de una historia significativa por contar.
Entre los sustentos de la verdad artística de la puesta descuella el manejo del carisma en el elenco seleccionado. Dicho atributo era concebido en las culturas antiguas como el divino encanto de los dioses.
Esta peculiaridad prevalece en la comunicación del artista con sus públicos.
Algunos actores parecen tener asegurado el “sello” de la calidad, poco se conocen la envergadura del estudio paciente, sistemático, de compleja cientificidad requerido por personajes o tipos.
Así lo atestigua el actor estadounidense Danny Glober, activista por los derechos de los afroamericanos y de las minorías en su país, un entrañable amigo de Cuba y acucioso batallador por el regreso de los Cinco a la Patria.
Él usa todo lo que tiene disponible en el proceso creativo: memoria, angustias, alegrías, ambiciones, proyectos. “Aprovecho mis experiencias, la empatía hacia el “otro” ser humano, sus mundos interior y exterior, expectativas, ambivalencias”.
En su opinión, el trabajo artístico requiere entender la dinámica humana, lo peculiar distintivo de cada persona.
Contar historias demanda múltiples saberes. La concreción de la fábula depende del juego con las expectativas. En el discurso ficcional, el creador toma elementos de la realidad, pero lejos de copiarla, se la apropia, convirtiéndola en soporte de una significación humanista.
Para el brasileño Mauro Alencar, investigador y consultor de la cadena Rede Globo, quien fue jurado en la Segunda Convención de Radio y Televisión Cuba 2015, la telenovela mantiene su hegemonía en el ámbito mediático como patrimonio del continente latinoamericano.
“En nuestro país, los guionistas han sabido mezclar muy bien lo que ocurre en la sociedad con los conflictos individuales. En la telenovela brasileña se mezclan la belleza, el realismo, la fantasía, la música, la religión; forman parte de nuestra identidad; aprovechamos lo propio, lo hacemos universal”.
Trasladar una auténtica vida ficcional a la pantalla requiere defender la ilusión de verdad con caracterizaciones, repartos adecuados, buceo en el mundo interior de personajes o tipos, pues la verosimilitud no se alcanza solo con buenas intenciones, el guion determina la estructura, la dinámica interna de la obra, su polisemia, son puntos de partida fundamentales, no admiten improvisaciones ni equívocos.
El actor y productor puertorriqueño Benicio del Toro reconoció hace algún tiempo, durante un encuentro con la prensa en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que estudiar al Che le permitió conocer parte de la historia de la isla.
“Ese acercamiento fue fabuloso, siempre acudo al personaje con expectativas de superarme a mí mismo. Roles y vivencias son totalmente diferentes, existen tantos directores como películas”.
El audiovisual del siglo XXI requiere prácticas, sistematizaciones, abrir posibilidades productivas y de creación, en beneficio de la artisticidad audiovisual y de los lectores/televidentes deseosos de aprehender la constelación de sonidos, metáforas, visualidades, ideas e improntas, que deben seducirlo de manera ingeniosa, provocadora.
