Félix Pita: Hombre de la radio, también
Estimadas amigas, amigos dilectos, comadres y compadres: los invito a viajar, en alas de la Señora Imaginación, hasta Cuba y hasta la época en que el siglo pasado era aún nuevecito, cuando desgobernaba José Miguel Gómez, aquel ladronzuelo que robaba y también repartía entre sus socios. (Era el Tiburón que se bañaba y salpicaba).
Específicamente, vamos hacia Bejucal, pueblo situado en el mismísimo centro del occidente cubano, famoso tanto por sus charangas como por sus perros, desde falderillos hasta feroces animales de presa.
En el parque del villorrio un grupo de pequeñuelos se dedica a su única y absorbente ocupación: jugar.
Ah, pero uno de los chiquillos, hijo de gallegos, tiene además otro desempeño: narra a sus compañeritos cuentos que han nacido de su imaginativa sesera.
Fue una feliz anticipación: el niño se llamaba Félix Pita Rodríguez (1909-1990) y después iba regalarnos cuentos que nos cautivarían.
Pero tendría más en su haber: poeta, periodista, traductor, crítico literario, autor teatral. De él dijo Nicolás Guillén que su prosa es “relato y poema”. Y Eliseo Diego comentó que sus libros tienen “buen aroma”.
Mas no le bastó con todo ello. Obsérvese esta imagen, que me hizo llegar el colega y amigo Leonardo Depestre Catony. Fue publicada en la edición de Bohemia del 23 de noviembre de 1947.
La foto viene acompañada del siguiente pie: “Félix Pita Rodríguez es uno de los más prolíficos escritores de la radio. Diariamente, son más de cuarenta las cuartillas que el autor tiene que llenar para cumplir sus compromisos con diversas emisoras. Se explica, pues, ese gesto de condenado a muerte que, ante el agobiador rimero de libretos, nos muestra el escritor”.
Hay una inexactitud en el texto: aquel flaco y perenne fumador despliega su acostumbrada sonrisa de chivador cubano.
Esto último se probó cuando fue a visitar cierto pueblo, donde lo esperaban, advertidos por una llamada telefónica que se transmitió por nuestras poco confiables líneas. Cuando llegó, una tela desplegada decía textualmente: BIENVENIDA, COMPAÑERA FELIPITA RODRÍGUEZ.
Y a Félix hubo que recogerlo en el suelo, retorcido por las convulsiones de su risa