Humor en TV: Problemas prácticos de hoy
LA CRISIS
Luego de haber vivido épocas mejores, en las que coexistían varios programas de radio y televisión semanalmente y un largo etcétera de obras teatrales (musicales o no) así como publicaciones periódicas, llegamos a los finales de los setenta del pasado siglo con una ausencia casi absoluta de humorismo.
En mi criterio las causas fundamentales fueron: la muerte y/o emigración de sus realizadores, la utilización de políticas disuasivas en los medios masivos (que combinaban varios factores: lineamientos poco claros, cuadros incapaces y retribuciones miserables), el cambio de la mentalidad nacional debido a una drástica revolución de la cultura general de la población media que influyó decisivamente en el gusto estético, y el miedo a la esencia misma del humor, que es irreverente, disidente, crítico y otros varios epítetos de no muy buena fama en todos estos años.
No es hasta mediados de los ochenta que de la mano de Virulo y su Conjunto Nacional de Espectáculos, La Seña del Humor y Nos-Y-Otros que comienza un nuevo repunte en los teatros y la literatura, viniendo a dar ánimos a los únicos sobrevivientes de la batalla campal, que, según creo recordar eran sólo dos: Alegrías de Sobremesa en la radio (que creo nunca va a ser suficientemente elogiada) y Palante entre las publicaciones. Por supuesto que existieron otros ejemplos a título individual como el de Héctor Zumbado, que siguieron haciendo toda la vida, pero también muy escasos. Estos nuevos aires dieron a luz a casi un movimiento estético (este es todo un dilema todavía por dilucidar) que irrumpió con fuerza sobre todo en los teatros, y que provenía de las aulas universitarias en su inmensa mayoría.
Estos nuevos exponentes, que surgían como respuesta a esa crisis, eran portadores de una nueva estética, y las rupturas que proponían eran legibles en varios niveles y direcciones y esto, sumado al ya histórico membrete del humorismo, lo hizo menos… “potable” para los medios de difusión masiva. “En los teatro… bué… pero ¡hasta ahí!”. Los pocos ejemplos en la radiodifusión, entre los que recuerdo uno de la Seña del Humor para tv y El Programa de Ramón en la radio, no fueron suficientes para detener un proceso peligrosísimo: la erradicación de la tradición de hacer humor en los medios.
Con los cambios de los noventas, sucedió una involución y Sabadazo, que nació en medio del movimiento de los ochenta, respondió sin embargo a estas nuevas circunstancias, dando un paso atrás en el rigor estético por dos razones: la nueva espiritualidad que nacía y su adecuación a un medio que exigía llanura interminable. Sin embargo, los tipos que propuso Sabadazo, los personajes que le dieron vida, fueron un elemento de suma inteligencia que de alguna manera revitalizó al vernáculo, salvó la valla de la censura y logró una comunicación total con un espectador ávido y desubicado. Este programa, a pesar de su notoriedad histórica, no logró borrar el estigma de la crisis, por ser un caso aislado, puntual de la geografía humorística.
De la misma manera siguió sucediendo en los años siguientes: mientras seguía profundizándose la crisis de valores morales aupada por los fenómenos económicos que azotaban a la sociedad. Tanto el público como los humoristas cambiaron de cara. El falso cabaret desplazó al teatro y con ello las necesidades de los medios masivos se hicieron menos cercanas para los humoristas.
No es hasta ya entrado el nuevo siglo, que empiezan a verse signos de trabajo en la televisión… pero ya el daño está hecho: los antiguos realizadores de humor en televisión no están para decirle a los nuevos humoristas cómo se trabaja en un medio que les es completamente ajeno.
¿QUIEN VA PRIMERO, LA GALLINA…?
Debido a esfuerzos dirigidos en el sentido de propiciar la realización de algún tipo de humorismo en la televisión cubana, se hace claro para los humoristas que existe un nuevo camino, pero para andarlo no tiene nada más que su intuición, porque por un lado, el humorista medio ya no viene de las aulas universitarias ni de las escuelas de arte y por otro, la falta de mentores o un trabajo previo en el medio como actores o escritores le priva del acceso a un conocimiento esencial en el propósito de dirigir programas.
En tres palabras: no está capacitado.
Quienes pueden guiar sus primeros pasos son los realizadores existentes (algunos de ellos con falta de experiencia práctica incluso), quienes a su vez, generalmente no saben nada de humor y tratan, por supuesto, de hacer prevalecer su punto de vista en la solución de las puestas.
Y aquí vale hacer un aparte: un buen comediante y un guión humorístico no son la total solución en la realización de un programa de este corte. Existen sobrados ejemplos en que la conjugación de esos dos ingredientes no ha dado un buen resultado final. Los tempos, las miradas, posturas y traslaciones de la cámara, el lenguaje de los personajes, sus movimientos y actitudes, la duración y el final de las escenas, lo que se dice y deja de decir, las elipsis, las metáforas, los diálogos, la música, los decorados, la vestimenta… todo eso (y estoy seguro que se me olvidan cosas) varían ostensiblemente del drama a la comedia (y dentro de ella existen variantes).
Quizás se puedan estudiar, pero si no existe el sentido del humor, si no está el don de saber qué frase, qué mirada, qué plano… no se logrará. En mi criterio, un director de televisión debe manejar con soltura la práctica del humorismo y a partir de allí, componer sus bases teóricas, tratar de intelectualizar la praxis.
Sigo pensando que también es posible capacitar directores de televisión que decidan hacer humorismo, pero siempre hay que partir de la base de un talento personal para componer, generar, hacer chistes, mirar la vida desde el ángulo deformador de un humorista. Sin ello le será imposible llevar a feliz término una obra por muy buenos ingredientes que logre unir para ello.
TELEVISIÓN – HUMOR – SOCIEDAD
Partiendo de la lógica que dicta que la televisión no sólo siempre va a defender a su dueño, si no que mas allá: es su instrumento, hay que pensar en un humorismo televisivo que concuerde con ese criterio y que no ponga en su mirilla los basamentos de nuestro estado socialista. Ya este solo concepto deja fuera una buena parte del humorismo.
Y lo deja afuera de plano no sólo porque elimina un cierto humorismo contrario a las ideas que enarbola nuestra revolución, sino que además, por cercanía (casi por ósmosis diría yo) deja fuera cualquier tipo de crítica que lejos de atacar al sistema, lo ayuda, porque pone en tela de juicio prácticas y figuras que a fin de cuentas, entorpecen conciente o inconcientemente el desarrollo de la sociedad socialista.
Tómese en cuenta además que nuestra sociedad está plagada de organizaciones que agrupan cuanto sector poblacional pueda imaginarse, cada una de esas organizaciones tiene una dirección nacional y, tóquele realmente o no, salta la protesta. Y en nuestro país, la televisión es más pasatiempo nacional que la pelota. Todo el mundo la ve, todo el mundo habla de ella y todo el mundo la critica.
De la misma manera se puede hablar de otros campos del humor. Por ejemplo, el humor negro no es televisivo, porque como vivimos en una sociedad socialista post-católica, que ha llevado el pacatismo a niveles de locura, y “es de mal gusto andarse riendo de esas cosas”. El humor que tiene que ver con el sexo… ¡ni hablar! Ni a las ocho de la noche ni a las doce. “Los niños no pueden ver eso.” Si tiene cierto tufo intelectual “es aburrido”… en fin…
Si además le sumamos que hay ciertos sectores del lenguaje y la sociedad que se encuentran vedados transitoriamente… Me explico: cada cierto tiempo sucede que te dicen: “esa palabra no la utilices… no es el momento adecuado” o “eso no lo menciones… sobre todo después de…” Y son “momentos” y “después de…” cuya longitud temporaria va más allá de la física cuántica y son, por tanto, inaccesibles a un simple mortal.
Resumiendo… ¿qué le queda al humorista para trabajar…? “¡Pues manos a la obra, compañero, que el pueblo lo necesita!”
ACTUALIDAD DEL CONTINENTE
Muchas veces alguien me ha dicho luego de apreciar un material humorístico de otras épocas: “Chico… ¿y la gente se reía con eso?” Y está claro que ello obedece no sólo al tema, que puede sea obsoleto, sino al tratamiento, a la forma como se realiza.
Nuestro humor, que por el contenido se aleja bastante de los quehaceres de otras latitudes entre otras cosas porque la realidad que le da a luz es muy diferente, tampoco tiene referentes cercanos en cuanto a las formas que utiliza y que, más allá de tecnologías, se refieren a una época con un determinado aceleramiento, con un sello en el que están implícitos los adelantos científicos, la globalización de la información, y la infinita amalgama de culturas, credos y modos de vida que componen el mundo actual.
Cuando era muchacho y las investigaciones tenían para mí un valor más práctico y viniendo como veníamos, de carreras tecnológicas, el grupo de humoristas en el que estaba hizo un estudio de número de gags o chistes que se producían por minuto tomando varios productos y una de las conclusiones a las que llegamos era que por lo general en los más modernos, ese número casi se duplicaba y a la vez se complejizaba, porque mientras en los materiales más lejanos en el tiempo, el tipo de chiste iba siempre en un único nivel, en los mas actuales los niveles de lectura y los niveles de chistes se diversificaban y daban un espectro mucho más abarcador. Este hecho pone de manifiesto que los tiempos imprimen diferencias. O en último caso, que disponer de información permite estudiar.
El sólo referente de Friends (muy bueno, pero único y como una sección además dentro de otro programa) no llena ni siquiera de propuesta, los espacios que el humorista necesita para aprender y actualizarse, para informarse y estudiar y decidir. Le es necesario tener acceso a otros materiales que le permitan tener una visión más amplia.
RESPONSABILIDAD Y PROFESIONALISMO
No quería entrar en este tópico final porque no desearía ser mal mirado por colegas cuyo trabajo respeto. No quiero ser la oveja negra y no pretendo ser visto como alguien que quiere erigirse en una especie de profesor o paradigma, lo cierto es que, como en casi todas las esferas de la vida del país, la falta de exigencia ha irrumpido en nuestro ámbito.
Siempre he considerado el montaje de una escena humorística como la construcción de un mecanismo de relojería. Al igual que en la preparación de una escena dramática, los tempos, los puntos de giros, las miradas, el lenguaje corporal, las entonaciones, el aire del personaje, su forma de vestir, su maquillaje y otros cuantos detalles deben quedar claros. En medios como la televisión se suman otros aspectos como el tipo de plano, la iluminación, el ritmo de edición, la musicalización, la utilización de los efectos de sonido y de imagen… Todo ello reviste una importancia medular en la consecución no sólo de un producto artístico de elevada calidad, sino del objetivo supremo de todo producto humorístico: divertir. No tengo que repetir -como seguramente se ha escuchado- que un mismo texto da gracia o no en dependencia de todas esas variables.
El texto, guión o libreto, es el terreno sobre el que se erige ese edificio y por ello adquiere una gran importancia y debe ser trabajado hasta la saciedad. No quisiera ser concluyente porque debe variar para otros realizadores y otros equipos y otros productos, pero el trabajo en “¿Jura…?” me demostró que un mismo texto debía ser repasado en colectivo al menos ocho veces, ello nos permitía (a actores y realizadores) sacarle todo el jugo al guión, hacerle importantes aportes que en muchas ocasiones iban más allá de las intenciones iniciales del autor y preparaba el terreno de la actuación, los elementos escenográficos y de vestuario, y de todos los demás factores que incidían en la realización del programa.
La producción debe ser muy creativa y dar un decisivo aporte a las ideas de ese equipo, enriqueciendo el trabajo y dándole posibilidades de éxito. Y ello a pesar de que los mecanismos de la institución coarten ese objetivo constantemente. Una solución del productor. Perdón, de un PRODUCTOR, es casi siempre el “detalle de locura” que permite a los televidentes saltar divertidos.
En la medida que se logre crear un método de trabajo que unifique todos esos aspectos, lograremos un programa humorístico de televisión de alta calidad, que divierta al público.
Los máximos responsables de este proceso, los directores, escritores, productores y asesores de un programa humorístico tienen además la responsabilidad de estudiar no sólo el trabajo que están haciendo, sino los basamentos del humorismo, los mecanismos de la risa, deben estar al día en las formas de hacerlo, deben forzarse a mirar el mundo con la óptica del humorista y estar informados de lo que sucede en el mundo que les rodea. Hacer humor requiere una inteligencia especial y no es pedantería, si tiene un pecado esa frase, es orgullo.
Estos son algunos de los fenómenos que inciden actualmente en la producción de humorismo en televisión.
Por supuesto que existen otros: los que son comunes a todas las producciones de la tv cubana, la falta de recursos, el atraso tecnológico, el poco profesionalismo de buena parte del personal técnico y administrativo, la falta de iniciativa, la ausencia de agresividad comercial, el descabellado desbalance administrativo-productivo… pero éstos son “harina de otro costal”, algunos son solucionables a corto plazo, otros necesitan condiciones más propicias para su erradicación…
Lo común a la solución de todos es: conocerlos objetivamente, sin intereses que no sean el de desarrollar un medio en el que nuestro país fue pionero, y desarrollar el propósito, desplegar el esfuerzo conciente y premeditado y afrontar los riesgos que ello contraiga para erradicarlos. Está claro que la mayoría no depende sólo de esfuerzos internos del Instituto y en la medida en que los niveles de dirección del país responsables de este asunto tengan claro qué se arriesga, más cercanos estaremos a su solución.
El humorismo, como producto televisivo es y será siempre en nuestro país, un elemento clave de la programación. Téngase ese problema solucionado y automáticamente el televidente sentirá satisfecha en buena medida sus expectativas, aún cuando otros espacios no estén a la altura. Así pienso. Claro, soy humorista.