Incentivar el aprendizaje de la mirada
En el siglo XXI lideran códigos y lenguajes que construyen un flujo y reflujo informativo, pues la visualidad electrónica forma parte del universo cultural de sujetos entrenados en la recuperación de la oralidad y preceptos de los medios de comunicación.
La Televisión cambia dadas las nuevas prácticas de acceso a contenidos audiovisuales en otras pantallas: computadora, teléfono inteligente o tablet, por parte de infantes y jóvenes que los consumen “a la carta” y dejaron de ser pasivos para convertirse en productores-consumidores o productores-difusores.
No obstante, los públicos, en mayoría, mantienen el interés por el uso lineal de la TV Cubana y en este medio buscan una programación variada e instructiva.
Diferentes modos de leer instauran los medios de comunicación audiovisuales en la sociedad contemporánea. Todo producto que en cualquier formato facilite el dominio de nuevos textos, abre horizontes a la imaginación y al intelecto, es preciso cultivar ambas facultades desde el estímulo a la curiosidad y la formación cultural.
En la actualidad la lectura tiene otros significados, constituye una cuestión de envergadura antropológica, pues la trama comunicativa de la revolución tecnológica introduce en el ámbito social un nuevo modo de relación entre procesos simbólicos y formas de producción y distribución de bienes y servicios.
La imagen, como cualquier otro texto, conlleva dos tipos de mensajes o significados: el denotativo, que es el propio contenido inmediato de la imagen, o sea, un primer sentido literal; y el connotativo, este trasciende lo que se ve, establece un segundo sentido.
Para leer los mensajes simbólicos no bastan las destrezas perceptivas habituales en los públicos, se requiere un saber cultural que permita descifrar los sentidos connotados de la imagen.
En opinión del teólogo brasileño Frei Betto resulta fundamental educar para ver la televisión, de manera que los espectadores logren distanciamiento y ejerzan una percepción crítica de los programas.
Para él son múltiples los desafíos que enfrenta la educación popular en la coyuntura en que vivimos. Además destaca apreciaciones de su coterráneo Paulo Freire, quien considera: “todo acto de aprender está precedido por el acto de aprehender. No es posible aprehender el objeto, el contenido que se enseña, si no se aprehende la comprensión profunda del contenido”.
El espectador no “lee” explícitamente la moraleja, la cual debe expresarse con creatividad mediante los recursos requeridos por la puesta, de lo contrario esta no logra valores artísticos, tampoco despierta sentimientos de satisfacción visual.
Comunicar es compartir, sin dudas la existencia se vuelve más rica cuando convivimos con lo mejor de la cultura cubana y universal.
En opinión del guionista estadounidense Terence Winter (Los Sopranos, Boardwalk Empire), “la gran novela americana se está escribiendo en la televisión que recrea el mito fundacional de la cultura anglo, el cual resume el espíritu de una época y la trascendencia universal de ser humano común.
“Escribo historias que narran una épica profunda durante decenas de horas y la posibilidad de contar un relato en forma honesta es algo extraordinario y hoy lo propicia el cable”.
Por diferentes vías es preciso incentivar el aprendizaje de la mirada y aguzar el oído. Lo que se dice en la radio y la televisión se legitima, los medios son una realidad productora de cultura, instauran modelos e influyen en la preferencia y la sensibilidad de los públicos.
La calidad de la locución, la poética de las canciones de Silvio Rodríguez, la sugerencia de leer a José Martí –fuente de sabiduría inagotable-, forman parte de las acciones que influyen en la formación de un lector capaz de interesarse por lo valedero de la cultura universal.
Nuestra lengua nos identifica como comunidad histórico-cultural bien definida, el idioma deviene componente esencial de la cultura y un medio para su desarrollo. Preservar el legado lingüístico y transmitirlo de generación en generación es una labor individual y colectiva que comienza en el hogar con la familia, continúa en la escuela y la sociedad.
En un mundo interconectado hay que advertir sobre la banalidad que borra matrices identitarias, y sin dilación defender lo propio de forma sistemática, con inteligencia, saber y cultura.