18 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

José Martí y la cultura

La asimilación de la cultura no era para el Apóstol de la Independencia de Cuba una acumulación avara y estéril del saber, sino una condición para pretender nuevas apreciaciones y revertir cada hallazgo en el bienestar de la especie humana

José Martí

Basamento indispensable de la libertad social e individual es la cultura. Ese filosófico concepto martiano se verifica en la historia misma de los pueblos a los que consagró sus energías y su intelecto de luchador, sin odios, por la independencia de su Patria y de la humanidad entera.

No hay fronteras posibles para el deber de los que fundan pueblos, pues nadie tiene derecho a permanecer en calma mientras exista una injusticia por reparar. Tampoco hay fronteras para la cultura que enaltece, dignifica y libera a esos propios pueblos. La cultura ha de ser, por tanto, un derecho cuyo ejercicio comienza donde haya prosperado la justicia, y para José Martí el ser culto, el ser justo y el ser noble configuraban la síntesis que le abre paso a la virtud.

Ese mejoramiento humano, al que confiaba su fe el Apóstol, se sustenta precisamente en las posibilidades de acceder a toda la grandeza del conocimiento, al acervo universal acumulado durante milenios de creación e indagación, no exentos de tropiezos, incomprensiones y prejuicios, pero que a la larga dan fe de que no son inútiles la verdad y la ternura.

La asimilación de la cultura no era para José Martí una acumulación avara y estéril del saber, sino una condición para pretender nuevas apreciaciones y revertir cada hallazgo en el bienestar de la especie humana. No es plenamente culto quien se regodea inútilmente en sus nociones, sino quien las distribuye con generosidad entre los demás para compartir esa plenitud, solo posible cuando se conjugan cultura, justicia y nobleza.

Entonces el espíritu se libera y va en busca de alturas donde no tienen espacio la mediocridad, la mezquindad y la maldad. El hombre culto se hace dueño de sus actos con la certeza de que jamás tendrá que avergonzarse de ellos. Urge que de ese legado doctrinario del Maestro nos nutramos por siempre, para que su verdad se verifique cada día en la grandeza cultural y la vocación libertaria de todos los cubanos.

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