La historia de María Valero contada por Josefa Bracero
Desde el testimonio y las memorias de quienes la conocieron, la autora narra la vida de esa madrileña que asume a nuestro país como segunda patria, considerada la Gran Dama de la Radio de Cuba y actriz protagónica de El derecho de nacer, radionovela escrita por Félix Benjamín Caignet.
Con menos de 200 páginas y más de 30 fotografías, el libro abarca la vida de Valero desde la guerra de España hasta su muerte, sin descuidar importantes detalles de su niñez y adolescencia. Asimismo, cada capítulo es analizado desde la óptica de la contemporaneidad; Bracero deja a un lado la escritura convencional del género biográfico y se lanza a comentar, interpretar y reflexionar sobre la historia de la protagonista.
“Incluso el inicio es poco usual pues comprende una conversación entre amigos por el cumpleaños de Germán Pinelli, una personalidad de la cultura cubana”, destaca Bracero durante la presentación del texto el viernes 23 de agosto en la sede de la librería Fayad Jamís, en La Habana Vieja, de la Editorial Arte y Literatura del Instituto Cubano del Libro, a pocas horas de haberse celebrado el aniversario 97 de la Radio Cubana.
Es de destacar el arduo trabajo investigativo de la escritora, después de más de medio siglo de la desaparición física de Valero, con respecto a las fuentes bibliográficas –las cuales tuvo que ordenar y cotejar–, entre las que se encuentran archivos de audios, el Registro Civil de La Habana Vieja, el libro de enterramientos del Cementerio de Colón, artículos de revistas y periódicos de la época, así como libros actuales.
De igual manera, entre los testimonios grabados y escritos figuran los de Germán Pinelli, Sol Pinelli, Enrique Núñez Rodríguez, Margarita Balboa, Mirta Muñiz Egea, Marta Jiménez Oropesa, María Luisa Lafita, entre otros.
Sobre Josefa Bracero Torres podemos decir que es investigadora, periodista, escritora y locutora. Conocida como historiadora de la Radio y la Televisión Cubana, es autora de una amplia obra investigativa y ha publicado varios libros como los tres tomos de la saga Rostros que se escuchan, por la Editorial Letras Cubanas; Silencio…se habla, por la Editorial Pablo de la Torriente; Mujeres locutoras en Cuba, por la Editora Capiro; y Televisión…ángel o demonio, por la Editorial En Vivo.
También ha recibido importantes reconocimientos nacionales e internacionales por su labor, entre los que destaca la Distinción de la Cultura Cubana, la Orden Ana Betancourt, el Premio Nacional de Radio y el Premio Actuar; estos últimos por la obra de la vida.
Primeros recuerdos de María Valero
Por cuestiones de la edad, esta periodista nunca escuchó a María en la radio; sin embargo, recuerda que en su hogar se hablaba mucho de la actriz, de su voz de ángel, incomparable, que llegaba dentro, muy dentro. Así la perpetúan también diferentes figuras de la cultura de nuestro país y del extranjero. Aun hoy el pueblo, fundamentalmente aquellos de más edad, la reconocen como la mejor o una de las mejores actrices de la radio.
Pero la historia artística de Valero no comienza en Cuba, ni en la radio. Bracero hace alusión en el texto a sus raíces en el mundo del arte con su bisabuelo don José Valero Villavicencio, notable personalidad en Iberoamérica como actor y dramaturgo español; su abuelo, Don Ricardo, actor que funda su compañía y con la cual hace giras exitosas por América; y su padre, Don Ricardo José Julio, quien debuta con solo cinco años en Barcelona, actor y director de teatro, y funda un grupo de declamación; además de su tía, Pilar Bermúdez (hija de una hermana de su abuelo),
destacada actriz de la escena teatral y radial de nuestra nación.
Mari, como se le llama desde el cariño, comienza con 14 años como declamadora y a los 15 debuta, guiada por Tirso Escudero, empresario del Teatro Fontalba de Madrid, con una obra de Pedro Núñez Saca y junto a Carmen Moragas y Ricardo Puga, “personalidades del teatro español del momento”, agrega Bracero.
Con esta increíble historia, árbol genealógico y elogios de la prensa de la época acerca del espectáculo, se supondría que el desarrollo artístico de Valero solo iría en ascenso. No obstante, la realidad puso demasiados obstáculos.
Con una desbordante sensibilidad y humanismo, la autora narra los embates que van desde la muerte del padre (ídolo de María), el fracaso de su matrimonio y la desgarradora Guerra civil española. Y es que la autora no se queda solo en los aspectos tradicionales del arte, sino que recoge en el libro los momentos decisivos para la formación de la naturaleza, el pensamiento, el actuar y la vida toda de María.
Como resultado, se observa a una Valero adelantada a su tiempo en cuestiones sociales cuando, por ejemplo, le llega el amor de un joven estudiante de Medicina, a quien ayuda durante sus estudios y como profesional; por esta razón se convierte en enfermera y llega a auxiliarlo en el quirófano.
Ya con un renombre, el esposo le dice que “no son necesarios sus servicios como asistente y enfermera en su clínica pues él es rico, puede emplear más enfermeras, y, además –este es el móvil mayor– no es bien visto por la alta sociedad madrileña, su cliente principal, que su esposa tenga que trabajar en lugar de ocuparse del hogar y representar al marido en el ambiente social, como era la buena costumbre (…). La visión de la vida y el carácter fuerte de Mari se imponen…y se divorcian”.
Asimismo, Bracero la rememora como luchadora antifascista, enfermera durante la guerra –la cual vivió intensamente por más de dos años en las ciudades y las montañas– y una de las organizadoras del Segundo Congreso de la Asociación Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura. Como refugiada viajó de Valencia a Barcelona, después a Francia y luego a Cuba, país al que llega con 27 años.
Las amargas experiencias de la lucha le dejaron cicatrices en el cuerpo –víctima de bombardeos– y en el alma, que no sanaron nunca; estos recuerdos dolorosos Valero los comparte con sus íntimas amistades y en algunas entrevistas.
María Valero en Cuba
Aun cuando no se puede despedir de su familia –su hermana Conchita y sus sobrinas– Valero llega a Cuba y se familiariza con el ambiente radial. Radiodifusión O’Shea es donde da sus primeros pasos con pequeñas frases, luego en Radio Lavín –donde actúa, escribe y adapta programas-, en RHC Cadena Azul destaca como protagonista de La Novela del Aire y en Circuito CMQ les da voz a varias protagonistas de novelas, fundamentalmente a la de Isabel Cristina del Castillo de El derecho de nacer, que salió al aire el 1 de abril de 1948 y se trasmitió durante más de un año.
“Isabel Cristina del Castillo, la heroína de El derecho de nacer, se humanizó. Tuvo vida, alma y voz en la voz, el alma y la vida de María Valero; se realizó la divina amalgama del autor coincidiendo un tipo y la actriz genial impartiendo impecable encarnación. Y para mí como autor y para el público oyente de la nación, María Valero llegó a ser una mujer más de nuestra humanidad, que siente, ríe, llora y ama”, expresó Caignet, escritor de la novela más famosa de Latinoamérica, que era capaz de paralizar al país en el horario de las 8:25 p.m.
El despido de Radiodifusión O’Shea, la intencionada pérdida de su acento y la guerra entre los magnates radiales y las firmas patrocinadoras fueron algunos momentos donde María se tuvo que superar hasta convertirse en la voz femenina más valorizada del mundo artístico radial, como asevera Josefa Bracero; a la par de triunfar en la escena del teatro habanero.
Así se vive y se describe mediante María Valero. Detrás de un rostro, de una voz, el furor de la época, en especial durante el prólogo de Luis David Díaz Cuervo, con respecto a la radio, de la cual “salían diálogos, narración y música en los momentos justos, y entonaciones precisas como para que las vecinas, mamá y abuela hicieran silencio, se estrujaran las manos y con frecuencia lloraran”, según Díaz.
En 1942 la Agrupación de la Crónica Radial e Impresa (ACRI) premia como primera actriz a María, reconocimiento que obtuvo además desde 1944 hasta 1947. Tal es la modestia de la refugiada española –como también se le conocía– que, cuando se le distingue en esta categoría por primera vez, ella menciona a otras compañeras que acumulan más experiencia en el sector.
Su muerte: ¿Fatalidad, casualidad, el destino…?, como se titula el capítulo. Lo cierto es que antes de fallecer acababa de protagonizar el capítulo 199 de El derecho de nacer y se disponía, junto a un grupo de amigos, a ir a ver un cometa. Un vehículo zigzagueante, con un chofer borracho, embiste a tres personas, entre ellas María, a la cual lanza hacia atrás, pero con tan mala suerte que su ropa se enreda en la defensa trasera y la arrastra 12 metros. Valero muere instantáneamente.
Josefa Bracero Torres acierta una vez más en la redacción de un libro necesario e imprescindible para entender la historia de la radio cubana y la importancia de algunas figuras femeninas de la época, pues no importaron las guerras entre las emisoras para que artistas de todos los medios asistieran, junto a más de 10 000 personas, al cortejo fúnebre de María Valero.