16 de abril de 2024

envivo

Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

La pantalla de la discordia II

Espectadores opinan sobre la calidad y retos de la programación televisiva, con el ánimo de contribuir a la necesaria transformación del medio

17.- Somos un pueblo variopinto con altos niveles de instrucción, lo cual obliga a ser más exigentes y no meros asimiladores de contenidos. La cubanía reconoce particularidades, identificada por regiones, provincias y localidades: léase, distinciones entre orientales y occidentales, al igual que entre baracoenses y guantanameros.

Entonces, ¿por qué en nuestros dramatizados prepondera una visión esquemática de las personas “del interior”. La peor parte la llevamos los “orientales” o “palestinos”, vocablo de connotación peyorativa entre nosotros, a pesar de tener como referente a un pueblo del Medio Oriente, sufrido y luchador, que merece respeto y solidaridad.

Salvo el humorístico Deja que yo te cuente, donde muchos actores –quizás por provenir de otras provincias–, realizan caracterizaciones graciosas, sinceras y respetuosas; en dramatizados, novelas y teleseries la gente de fuera de La Habana se muestra con “el yarey pegado al calcañal”: poco brillantes, ocupan los cargos menos remunerados, muchas veces encarnan aspectos negativos, son advenedizos, excesivamente ingenuos o desinformados de las tendencias tecnológicas y culturales.

Atención guionistas: acá existe acceso a Internet, llega la prensa, hay universidades prestigiosas y hacemos festivales culturales y de cine internacionales. Además, las entonaciones en el habla –los “canta´os”–, son distintas incluso a lo interno de los territorios.

¿Cuándo veremos una telenovela ambientada acá? Deberíamos mirar las televisoras extranjeras. Por ejemplo, la actual novela brasileña (Passione) transcurre en la superpoblada Sao Paolo, en vez de en el bello y cosmopolita Río de Janeiro. El Coro se desarrolla en un remoto pueblo de Ohio y otras series como Hermanos rebeldes, Amigos y amantes, Roswell y Anatomía de Grey lo hacen, asimismo, en otros estados y ciudades norteamericanos. Los CSI llegan a Las Vegas, Miami y Nueva York, cada uno con un sello más allá de la evidente escenografía urbana.

Dar la equívoca idea audiovisual de que “Cuba es La Habana y lo demás, áreas verdes”, ¿cuánto silencia a esos casi nueve millones de compatriotas, que son la mayoría de los cubanos?

Se aprecia una apropiación burda de fórmulas foráneas, basadas más en el aspecto comercial que en valores autóctonos. El reciente policíaco Guardianes del Bosque, en el espacio Tras la Huella, fue llamado por algunos como “CSI Habana”. ¿Hasta cuándo nuestros actores, encarnando especialistas, recitarán parlamentos científicos cargados de tecnicismos, sin organicidad? Reflejan ignorancia, poco estudio del guión y falta de profesionalidad para hacer veraz su interpretación.

La fórmula Animal Planet o National Geographic, con programas en primera persona y presentadores usualmente biólogos, naturalistas o expertos certificados, se advierte en propuestas nacionales similares. Se agradece el esfuerzo por concebir esos espacios, pero basta de imitar a la criolla usando actores o periodistas que leen impecables parlamentos, pero tan ingenuos que suenan postizos.

Espero en la categoría de “próximo horror” una serie musical en producción sobre diez jóvenes seleccionados en un casting con el propósito de convertirse en cantantes y bailarines, los cuales serán entrenados en un ¡castillo! –así refirió el director de la serie–, para su participación en un concurso internacional en Argentina.

El referente está vivito y coleando: El Coro, aunque también recuerdo esas series españolas y norteamericanas donde lo más importante no es la trama, sino el juego combinatorio de las parejas durante infinitas temporadas. ¿Ocurrirá lo mismo con esta teleserie?

Me gustaría colocar un punto rojo sobre el tratamiento de la homosexualidad. ¿Hasta cuándo se seguirá mostrando el tema de la homosexualidad con timidez o trazos de alarma y caricatura? Por lo general, se presenta a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales como fenómenos de feria. De ese modo, seguiremos viéndolos extraños, prohibidos, ilegales y, por tanto, habrá lugar para el maltrato, la burla, la ridiculización. No se trata de sublimar la condición gay mediante tintes de ternura, sino reflejar la realidad tal cual. ¿Sería posible un beso homosexual en la pantalla?

Me pregunto dónde está la crítica especializada. Aprecio que la referida a tópicos nacionales se vuelve tibia, permisiva la mayoría de las veces. ¿Falta valor? ¿Estaremos siendo paternalistas?

Se echa de menos un espacio habitual donde se hable “a camisa quitada”, pues a veces el empalagoso discurso de moda intenta embobecer al lector/televidente con recursos hiperherméticos a fin de ocultar la mala calidad de algunas propuestas, a mi juicio, por amiguismo o falta de profesionalidad. (Jhonlier)

18.- Unos piden novedades y otros reposiciones de los años 80. Hay quienes critican los programas que a otros les gustan y viceversa. Me pregunto, ¿cuál es el programa malo, el que no me guste a mí? La razón, para algunos, deviene feudo particular.

La televisión cubana, si bien puede y debe mejorar mucho, resulta muy buena, culta y respetuosa de gustos y sensibilidades, defensora de los valores más puros de los seres humanos. El Instituto Cubano de Radio y Televisión está llamado a actualizarse, pero sobre sus mismas bases. Siempre habrá críticos acérrimos. Igual, se puede optar por un reproductor de video (DVD) y desde ahí alimentar los gustos personales.

No quisiera ver contaminada mi televisión con series norteamericanas banales, novelas mexicanas o “bellezas latinas”, todo un culto a la discriminación del sexo femenino. (Katana)

19.- La televisión debería barajar la opción de trascender el esquema presupuestado. Vale recordar que parte de ese financiamiento (insuficiente), sale del sudor del pueblo. No pretendamos hacer una fiesta con tres pesos.

Se puede disponer de un buen programa, pero mantenerlo implica gastar dinero. La gente, aunque tenga mucho interés y deseos de hacer, se cansa cuando gravitan tantos problemas y carecen de recursos para confrontarlos.

Si queremos mejorar nuestra televisión tenemos que cambiar la mentalidad, como tanto se ha repetido. De lo contrario, estaremos siempre en las mismas, sacando un programita aquí, otro allá…, “dándole agua al dominó”, pero sin acabar de soltar la primera ficha. (Fabat)

20.- Hablamos de una televisión sin recursos ni iluminación, con escenografías de bambú, tela reciclada, puntillas en ocasiones a la vista del televidente y listoncitos de madera conseguidos por ahí. Pero lo que en realidad está en crisis es, a mi juicio, el concepto de programación vigente en la institución.

Considero una idea arcaica que detrás del noticiero deba ir obligatoriamente un musical o humorístico para “refrescar” la parrilla de programación. Si el sábado en la noche la gente quiere desconectar, ubíquese la novela detrás del Noticiero Estelar y continúen con las películas; se agradecerá más.

Por qué no trasmitir El triángulo de la confianza (Canal Habana) en la televisión nacional. ¿Será porque algunos encuentran que el programa es muy habanero, o que ese pensamiento tan renovador, interesante, polémico avanzado de los invitados de Rolando Almirante –el conductor–, no deben meterse en la cabeza de los residentes en Manicaragua o Contramaestre?

Mientras tanto, toleramos un programa cursi como Ecos de mujer, donde se dice de todo y sin censura. Tonterías y malos chistes de los invitados que repiten lo dicho en otras emisiones. Tenemos músicos y vocalistas muy talentosos, pero cuando abren la boca…, por favor, algunos son pavos reales.

El caso de las telenovelas llueve sobre mojado. Algunas constituyen verdaderos remedos de un extinto programa, Nuestros hijos, trasmitidos en los años 60 y 80, con un locutor y dos psicólogos, quienes al final explicaban a los padres qué debían hacer con sus hijos. En otros casos, nuestras teleseries resultan verdaderos cantos a la homofobia, a la infidelidad o solapados llamados a la desobediencia civil.

En Tele Rebelde, muchas veces sale el mismo locutor deportivo en tres programas consecutivos, como si no existieran más. Debiera valorarse la trasmisión de partidos de las Grandes Ligas, como mismo hacemos con las ligas europeas de fútbol.

Dos canales educativos mantienen casi la misma programación, muchos de poca calidad y muy parecidos. Multivisión, entre cazadores de serpientes o pescadores de cangrejos colorados gigantes, pide una renovación.

Las personas se siguen preguntando por qué no se retrasmite Telesur en Cuba, si somos uno de los Estados accionistas de ese canal multinacional. Solo se puede ver el espacio Dossier de Walter Martínez, y una pésima edición de la emisión matutina de los noticieros. (Alexander)

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