Los grabadores estrellas de Radio Progreso
En la radio, los grabadores u operadores de sonido manejan las mesas de mezclas, los equipos de grabación y los reproductores de música. Pueden crear efectos de sonido, preparan el equipo que necesitan los artistas para hacer grabaciones musicales, informativas o dramáticas. Graban la actuación y luego utilizan equipo especializado para editar y mejorar lo grabado.
Aunque esas tareas se comparten entre grabadores, editores y musicalizadores, algunos técnicos sobresalieron a lo largo de nuestra historia radial, convirtiéndose ellos mismos en estrellas del arte radiofónico en Cuba, al laborar en una de las emisoras más respetadas del país, Radio Progreso (RP).
De acuerdo con la Premio Nacional de Radio, Caridad Martínez, el buen grabador logra armonizar todas las especialidades de la realización radial para alcanzar la máxima calidad técnica.
Entre los profesionales memorables de esta especialidad en RP que resultaron excelentes, tanto en musicales como en dramatizados, la Maestra de Radialistas consideró imprescindible mencionar a Medardo Montero, quien se inició limpiando pisos cuando la emisora pertenecía a los Fernández, y se hizo grabador, llegando a ser solicitado por artistas extranjeros que venían a Cuba a grabar sus discos en el Estudio 1 de la emisora, con excelentes condiciones para esos fines.
Medardo, que contaba con un excelente oído musical, capaz de detectar la desafinación de un violín dentro del sonido de una orquesta, fue el responsable de la grabación a cuatro voces de Esther Borja en el disco producido por Luis Carbonell, cuando aún no se dominaba esa técnica en nuestro país. Más tarde, por sus amplios conocimientos se convirtió en el primer director de la Egreem en 1964.
Entre otros nombres de grabadores sobresalientes, la directora y profesora menciona a Pepe Gutiérrez, Rafael Ferro, Reynaldo Suarez, Osvaldo “Witty” Valdés y José Ciérvide Almeida, al que la unió una gran amistad.
Pepe Ciérvide también trabajó en la Egreem, pero nunca abandonó la emisora, sembrando en su hijo, Pepito Ciérvide Hernández, la pasión por la radio. Con este radialista jubilado conversó En Vivo para conocer su historia de vida, entrelazada al medio radial.
¿Cuándo comenzó tu padre a trabajar en la radio?, ¿cuáles fueron sus funciones y por qué llegó a ser tan apreciado por los artistas?
Mi papá empezó a trabajar en Radio Progreso en 1947 y se hizo operador de audio, grabador musical y de novelas, cortador de placas y editor. Fue un tremendísimo profesional, de carácter afable y siempre ayudando a todo el que lo necesitara. Como trabajaba muy bien se ganó el respeto de los artistas, uno de ellos fue el cantante Daniel Santos, quien le ofreció correr con los gastos de mi nacimiento en el hospital que él eligiera. Cuando mi padre falleció, en 1972, muchos se acercaron a brindarme su apoyo, constatando la estela de cariño que había dejado.
Creciste en los estudios de radio, ¿qué momentos te impactaron siendo niño y joven?
Radio Progreso fue mi cuna. Cuando tenía cuator o cinco años mi padre me comienza a llevar a la emisora, pero no me dejaba entrar en los estudios y Beny Moré me escondía en su largo saco para colarme. Ese lugar se convirtió en mi escuela, en un templo donde me enamoré de la radio y conocí tantas personas con talento que se convirtieron en mis amigos.
Me impresionó mucho ver actuar a Celia Cruz, Beny Moré y el bolerista Orlando. Esos músicos eran personas sencillas, humildes, pero cuando llegaban al escenario se crecían, tenían un poder lindo, sano, emocionante. Más tarde, pude admirar a Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y muchos otros, además de presenciar la transformación increíble de los actores en la programación dramática.
¿Cómo te inicias en la radio profesionalmente?
Estaba becado con planes de convertirme en maquinista naval pero lo que quería era trabajar en la radio. Como soy asmático me dieron la baja y mi papá me llevó a la Egreem, allí aprendí rápidamente todo lo relacionado con electrónica con el ingeniero Salazar. Capté con agilidad lo referido a las grabaciones y los equipos, con la ayuda de Adalberto Jiménez, Medardo Montero, Tony López y mi padre.
Tuve el honor de trabajar con Leo Brower, Harold Gramatges, Mario Benedetti, Olga Le Blanc, Juan Blanco y Lisandro Otero. Yo era un jovencito y al escuchar a esas personas me quedaba extasiado, sus opiniones eran clases magistrales y yo contaba con la confianza para ofrecer un servicio de calidad en corte y edición. Estudié hasta la enseñanza preuniversitaria, pero fui autodidacta y siempre leí mucho sobre mi especialidad. Comencé a trabajar en Progreso a finales de 1969 y recuerdo que el grabador Jesús Suárez me evaluó como editor, aunque yo también grababa. Con mi labor pude demostrar que el editor es un artista, y me fue entregado el Premio Caracol en esa categoría de manera excepcional.
¿Puedes referirte a los espacios de los que formaste parte?
Fui editor de Nocturno 20 años, y su subdirector muchas veces, también fui editor y director de la Discoteca Popular, el programa Ritmos y tuve la oportunidad de dirigir Alegrías de Sobremesa, junto a actores que me llamaban sobrino, pues me habían visto crecer, compartiendo con su escritor, Alberto Luberta, una relación verdaderamente familiar.
Fiesta Guajira fue mi adiós a Radio Progreso, con ese programa me retiré y lo recuerdo con mucho cariño.
¿Cuál es la significación de Radio Progreso en su vida?
Me siento muy orgulloso de haber trabajado en Radio Progreso y tiene una significación muy grande porque está unido a mis padres, a toda mi familia y amigos. Trabajar para el público es algo maravilloso, cuando se respeta y se ama el trabajo. A pesar del tiempo siento que me recuerdan con respeto y admiración.