Natacha Díaz, fémina de las artes escénicas
A Natacha Díaz Chirino se le reconoce como una de las más destacadas actrices de la escena cubana. Además de su pasión por la actuación, ama las plantas ornamentales, una de las principales razones por las cuales llegar a su casa es entrar en contacto directo con la naturaleza en su más amplia diversidad.
Helechos, Kino de Jamaica, Arce japonés, Lirio de agua y Petunia mejicana, son algunas de las especies que reciben al visitante en su vivienda de la barriada del Vedado, donde ese ambiente vegetal fue contexto para desarrollar nuestra conversación en la que Natacha habló de su vida sin filtros ni desagrados.
¿Te inclinas además por la decoración y la pintura?
Así es, me gusta mucho porque en ocasiones pones algo en un lugar y de pronto te das cuenta que está mal ubicado, lo cambias de espacio hasta encontrar el lado exacto. Creo que así comenzò toda la inclinación en mí por la decoración de interiores hasta aprender otras cuestiones más formales propias del ejercicio.
También me encanta pintar. Esto llegó por un taller de pintura ubicado próximo a mi casa. Allí tomé algunas clases con la profesora Carmen Vidai hasta que la cuestión empezó a tomar seriedad.
En un principio la pintura era solo entretenimiento, para desconectarme de las exigencias cotidianas que a veces te agobian, pero en la medida en que incursionaba en ese mundo comencé a experimentar algo fabuloso, desde que seleccionaba pinturas, pinceles, lienzo y atril, hasta que mi perspectiva interior quedaba reflejada en el lienzo.
¿Tendencia por algún estilo concreto?
Me gusta la pintura abstracta figurativa, con utilización de tonos ocres, a veces no sé si lo que hago está bien o no, aunque entendidos en la metería me han dicho “sigue que vas bien, tienes equilibrio natural”. No aspiro a convertirme en una artista profesional de la plástica, sino continuar sintiendo ese placer y esa paz interna que me da este arte.
En lo referido a la actuació, ¿sientes que a pesar de tu capacidad para diferentes roles te han estereotipado?
Comencé a trabajar a la edad de 19 años, pero amo tanto la actuación que cualquier papel lo hago con la misma entrega. Esto lo logro porque en mi caso no represento A…sino me convierto EN. Entonces si siempre me dan, roles parecidos, intento hacerlos desigual, porque ahí es donde radica la versatilidad de un actor. En varias ocasiones he sido madre y ninguna es igual.
Ahora con más edad, rechazo el personaje que no tenga de dónde sacársele o no esté dentro de mis intereses. Cuando digo de “dónde sacarle” no me refiero al tiempo en pantalla, pues a veces una pequeña escena es suficiente para lograr la grandeza de un personaje, hablo de sus conflictos, del caudal de su núcleo interno.
Yendo un poco atrás ¿cuál fue tu primer personaje en la pequeña pantalla?
Fue un extra en la obra El tranvía llamado deseo, que el aquel tiempo lo hicieron dos íconos de las artes escénicas cubanas Doña Consuelo Vidal y Doña Margarita Balboa, yo era una de las prostitutas del andén.
Después pasé a trabajar a Radio Progreso, donde hice muchas cosas buenas, trabajé con Caridad Martínez, Moraima Osa, y Carlos Díaz Vilela entre otros.
Hice Por nuestros campos y ciudades, La gran aventura de la humanidad, y otros espacios en un periodo de siete años, porque luego de ese tiempo me llamó la televisión, para hacer la hija de María Dolores en Cecilia Valdés.
Era una pequeña escena con siete bocadillos. Sin embargo, a pesar de su pequeñez, hizo que Raúl Pérez Sánchez me llamara para hacer la esclava Anacleta en La joven de la fecha de oro, de Cirilo Villaverde,una novela que gustó muchísimo. Quien me comunicó que Pérez Sánchez me buscaba para el personaje fue mi entrañable amigo Jorge Villazón.
Una vez hecha La joven… con Susana Pérez, Orlando Casìn, Mariana Ramírez Corría, seguí en la Tv porque varios directores, entre ellos Vázquez Gallo, comenzaron a proponerme trabajo, hasta que llegó El Viejo espigón.
¿Crees que esta novela te catapultó a la cima de la popularidad?
Así es, fue una telenovela muy exitosa, gustó mucho por el tema tratado y por los actores y actrices. Trabajé con mis profesores Asseneth Rodríguez y Alden Knight e hice Candita, un personaje muy atractivo. Lo que más me encantó de él fue el largo período por el cual transitó, empezó muy jovencita, viviendo en condiciones infrahumanas, fue testigo del triunfo revolucionario y gozó de los beneficios del nuevo sistema. Poco a poco experimentó una transformación en todos los órdenes que yo como actriz también tuve que adjudicarme.
No solo fueron cambios corporales o espirituales hasta la manera de caminar, hablar, incluyendo el metal de voz, lo transformè para hacer creíble el personaje.
Fue un reto, en el cual no bastó el maquillaje, u otros recursos exteriores, me apoyé en una labor interna motivada por emociones, que salieron de lo más íntimo de mi alma, y en todo momento apuntalado por la observación y el deseo de hacer bien mi labor.
Junto a Asseneth Rodríguez y Alden Knight no solo estuviste en El Viejo Espigón.
Estuve también en Lo que me queda por vivir, escrita por Mayte Vera. Hay una anécdota muy simpática… cuando supe que Salvador Wood trabajaba en la novela me acerqué a Mayte y le dije… “pero cómo no voy a tener una escena con Don Salvador”. Mayte solo se rió, pero adecuó el guión e incluyó una escena mía con Salvador que a pesar de los años está grabada en mi mente como la primera vez.
Aquí volvimos a compartir escena Asseneth Rodríguez, Alden Knight y yo con debut de Natalia Tàpanes, una de las hijas de Edith Massola. La compenetración entonces entre Asseneth y yo era tal que nos apoyábamos en el set… yo le preguntaba “cómo lo hice” y ella lo mismo a mi a pesar de ser una experimentada.
Cada maestro tiene su librito, en tu caso luego de recibir un guión ¿qué haces?
Empiezo un período de investigación sobre el personaje, luego me siento con el director y le doy mis puntos de vista. A veces le he propuesto cambiarle la vestimenta, el peinado, y hasta el nombre teniendo en cuenta que estos tienen sus épocas, sus por qué. En mi caso esto ha sido muy productivo.
Trabajaste en la serie Calendario, con un elenco en su mayoría noveles, ¿Cómo llegas a ella y cómo te sentiste entre tanta sangre joven?
Llego a través de Magda González Grau quien me llamó, porque habíamos trabajado en la novela de Héctor Quintero A lo mejor el año que viene y sabía de mi desempeño.
Me sentí feliz, porque como amo tanto la actuación me enorgullece lo nuevo, lo fresco. Y en el caso de Calendario me tocó trabajar con un grupo de jóvenes muy bien preparados, fuimos empáticos desde el inicio, creo que yo me ponía en sus zapatos y viceversa, siempre con respeto, consideración y afecto mutuo.
Al mismo tiempo estuvimos bajo la batuta de Magda, una directora maravillosa con un alto nivel profesional. Estos son elementos que al confluir siempre llevan al èxito de cualquier puesta en escena. Ahora solo resta el continuo estudio de estos jóvenes pues en la actuación siempre existe algo nuevo.
Te gustan los personajes de conflicto. ¿Tienes en mente alguno?
Me gustaría interpretar a Mariana Grajales Coello, la madre de los Maceo, por esa valentía que la caracterizó y ese amor por Cuba que le llevó a convocar a sus hijos a marchar a la manigua, a pelear por la independencia de la patria a pesar de los riesgos.
Para ello tendría que trabajar muy duro, hacer una investigación histórica y psicológica que incluye su vida entera hasta conocer como formó ese carácter que la convirtió en La Madre de la patria.
Hubo algún personaje que no hiciste y te hubiese gustado interpretar.
En algún momento de mi juventud me gustaría haber interpretado a Camila de la obra Santa Camila de La Habana Vieja, obra teatral del dramaturgo José Ramón Brene, pero ninguno de los directores que lideraron la puesta vio en mí a Camila, y aunque me citaron para hacer otros personajes en la obra no acepté, pues siempre dije “Camila o ningún otro”. Y como ya no tengo edad para hacer Camila, la perdí.
¿Cómo fueron tus relaciones con Asseneth Rodríguez, quien sí tuvo el privilegio de interpretar a Camila?
Fuimos muy buenas amigas, aunque nuestro primer encuentro no fue bueno. Ella estaba sentada en el restaurante Los siete mares, llego yo y haciéndome lugar a su lado dijo “vaya llegó mi sustituta” a lo que respondí bastante dura “No soy sustituta de nadie”
Pero a pesar del encontronazo a primera vista, eso no pasó a males mayores. Trabajamos juntas como comenté. Luego nos llamábamos e hicimos una amistad tan especial que trasciende en el tiempo.
Con ella aprendí una parte importante de mis saberes actorales. Por eso me duele mucho que hoy apenas se hable de ella cuando fue una de actriz de las más connotadas en la escena nacional.
Háblame de tu recorrido por el cine
El personaje más largo que hice en cine fue la comedia Las noches de Constantinopla, una coproducción hispano-cubana del 2001, dirigida por Orlando Rojas, autor del guión junto a Manuel Rodríguez. Las restantes fueron películas cuyas escenas tenían personajes muy bien definidos. La primera fue Polvo rojo dirigida por Jesús Díaz, luego hice Plaff bajo la batuta de Juan Carlos Tabio, y por último con Tabio también Aunque estés lejos
Natacha es de las actrices que no deja de trabajar ni en los perores momentos. Me contó que en plana COVID hizo Una calle mil caminos y Juntos pero no revueltos y que gracias a Dios en su círculo amistoso y familiar nadie resultó infectado porque adoptaron las medidas higiénicos sanitarias pertinentes.
Acaba de filmar otro capítulo de Juntos pero no revueltos del guionista Amílcar Salatti a quien Natacha califica como “lo máximo” y está enrolada en la declamación otra de sus facetas a la que pone también alma, corazón y vida.
Como declamadora se presenta en el salón Huron Azul de la UNEAC los sábados en la noche, aunque en estos momentos “estamos en un compás de espera por asuntos organizativos”, dijo Natacha Díaz Chirino y agregó “estoy deseosa de que comiencen las noches de bolero en Uneac, es un rincón pleno de buena música alegre y fortelecida.