Premios de la Popularidad Entre tú y yo: retos y sinsabores
Recién se escuchan los ecos de la decimotercera entrega de los Premios de la Popularidad Entre tú y yo, cuya gala de premiación se transmitió por Cubavisión sin penas ni glorias, en tanto al concepto del espectáculo per se le faltó siempre la impronta del buen gusto y la distinción que no puede dejar de tener el único acontecimiento del país que valora, dimensiona, privilegia, favorece y aplaude el gusto popular.
Se extrañaba la sala de un teatro, cierto es, pero no siempre es posible y lo que sí no se puede perder de vista es que es un espectáculo donde la belleza tiene que primar, más si se está premiando la labor de profesionales que también en sus respectivos espacios pueden carecer de recursos, no obstante, la calidad de su trabajo está por encima de ello, tanto que el televidente lo mantiene como su referente en cualquiera de las modalidades que se premia.
Faltó la selección del vestuario adecuado para la ocasión, en tanto era notable una visión muy divergente entre los propios premiados; lo mismo pasó con el apartado de maquillaje y peinado, un todo incluido que perfila y distingue el carácter del producto artístico que se muestre.
Faltó el diálogo distendido entre los presentadores, y lo más significativo, se recurrió a un espacio donde faltó la creatividad del luminotécnico y el interés por una escenografía que hiciera lucir “lo frío” del Estudio de TV.
Razones pudieran ser numerosas para señalar las que atentaran contra la organicidad de la entrega de estos premios, y aquí ya pongo el ojo de atención: la entrega de los Premios de la Popularidad, cual mayor referente dígase y téngase en los pasados Girasoles de la Revista Opina, es el galardón a la calidad de una entrega de trabajo cuya resonancia alcanza la casa de cada televidente, por tanto, a este hay que devolverle la mayor calidad a la hora de tomar en cuenta sus decisiones.
A falta de la esperada sala de teatro, no puede lacerarse el buen gusto de una propuesta televisiva a la que hay que concederle el rol de gala, así, todos los componentes de esta entrega tienen que responder al elemento nocturno, al sentido del glamour, pero sobre todo, tienen que engranarse ante la idea de que se trata de un espectáculo en el que todos, desde la casa, pueden participar y disfrutar.
Mención aparte lleva consigo el espectador del Estudio, pues muchos trabajadores del propio ICRT asistieron como parte de una actividad del organismo y si bien no les faltó entusiasmo, no evidenciaron el carácter de un momento en que están siendo galardonados profesionales que ya forman parte de la historia cultural de un país, por el grado de aceptación que han logrado en todos aquellos a quienes han hecho reír o brotar más de una lágrima.
Es el televidente, entonces, quien coloca la varilla de los retos por seguir defendiendo este tipo de espectáculos, pero es también el que enumera, percibe y expresa los sinsabores.