27 de julio de 2024

envivo

Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

REQUIEM POR CARLOS PIÑEIRO: DESEMPOLVANDO NUESTRA TELEVISIÓN

En estás líneas se recoge, en apretada síntesis, la obra de Carlos Piñeiro, considerado uno los fundadores de la televisión cubana y uno de los más importantes directores del medio, con un admirable recorrido por el mundo teatral hecho para la pequeña pantalla.
Carlos Piñeiro

Siempre quise escribir sobre ti, para descubrir y compartir más de tu obra; ya se respiraba el respeto y admiración que inspirabas en aquel segundo lustro de los años 80, pero muy insuficientes y sin sistematizarse como nuestro país necesita para los muchos que como tú, son amenazados por el polvo del olvido, frustrando sus tantos y tan valiosos aportes

Recién graduado de arte, entonces comencé a visitar tu casa por amigos comunes del medio, y vi por primera vez, películas impensables de ver antaño en Cuba, y me acogiste entre los asiduos a aquel ambiente bohemio del último piso en el edificio de 26 entre 23 y 21, donde imperabas silente, medido y respetuoso con todos sin ostentar nunca la evidente superioridad de tu cultura arrolladora, talento impar y experiencias que intimidarían, de no ser por tu afabilidad y sencillez, tú siempre dándonos la bienvenida sin apenas conocernos ni exclusiones, como el más humilde y sencillo de los mortales, guiándonos según cada cual, como tus discípulos y aún más: tus amigos.

Allí contigo conocí a Henry, adorador del ballet en el que se formó, y luego a Norge, tan delgado y alto como Henry y quizás  más joven. Era tu séquito al que nos integrábamos los que llegábamos, en torno a la mayor discoteca de Cuba y tu maravilloso piano de cola: tocabas desde tus 10 años, y ahora “descargaban” tras ensayar en tu casa de enorme patio y salas grandes, y se unían más humanamente creándoles un ambiente muy agradable para trabajar. Enemigo de mentiras e injusticias decías todo lo que había que decir pero siempre con mucho cariño y respeto, hablando bajito, aparte… allí tus reliquias literalmente museables en una exquisita decoración, tanto que amabas tus plantas y animales, tus seis perros y seis gatos que sintetizo con la majestuosa gata Mirtha Plá, no era rubianca?. No en balde al subir los tres pisos altos que parecían cuatro ¿o cinco? deshabitados como los cuartos de una misteriosa mansión, sentíamos entrar en otro universo al que llamábamos imperio y tú eras, por supuesto: el Emperador.

Realmente imperabas mucho más allá; entonces no sabía yo que eras de las primeras grandes leyendas vivientes que llegarían a mi vida. Ya entonces era notorio. En 1990 me aturdió la triste noticia de que no te veríamos más… ¿por qué, si apenas tenías 61 años y tanto para enriquecernos? Profesionalizándome en las artes, eras una de las deudas que sentí deber, pero había muy poca información… inconcebible a mi juicio tratándose de una personalidad de tu talla; sobre todo este año, cuando desde que naciste en El Cerro habanero en 1929, hijo de un abogado médico y de la actriz Ada Martínez Casado (dinastía de relevantes artistas, por lo que nunca quisiste usar ese apellido para evitar privilegios; como tampoco tu segundo nombre: Felipe, ahijado de la actriz Socorro González), estarías cumpliendo 95 años.

Unos minutos en la vida de…

Por eso agradecí tanto a Carlos Collazo cuando por fin, y atento a mi reclamo,, te pudo dedicar uno de sus relumbrantes minutos que destellan gloria por doquier, desde su propia naturaleza. Bastaron esos mágicos minutos para develarnos mucho más sobre tu vida y obra, en esta ocasión mediante el acierto de encaminarnos a ti, de la mano de tres grandes hitos de nuestra cultura, profesional y humanamente tan vinculadas contigo, demostrándote inolvidable en ellas, como en todos los que pudimos apreciar algo de tu obra y básicamente, los que te conocimos en persona: la actriz, directora y profesora Verónica Lynn López Martínez; la actriz y presentadora Diana Rosa Suárez Menéndez, y la soprano, actriz y profesora de canto María Eugenia Barros Acosta. Aún falta mucho por investigar tus huellas y legado, pero las anécdotas y vivencias de estas tres divas a tu lado, décadas después, nos abren el telón para presentar al público, al menos, una primera parte que nos acerque impostergablemente a tu fascinante paso por las artes mediáticas, tan atento a la dramaturgia que Verónica lo considera lo que más ha quedado de ti en ella como directora, incentivándola de la televisión al teatro.

Confluimos en aquel hombre muy atractivo (¿sabes que te recuerdan “bello”? al margen de tu bella personalidad, añado), de formas tan correctas y tanta sapiencia, excelente siempre sonriente, “un lord cubano”, muy culto e informado, tan actualizado en lo más novedoso en televisión, y supe que en tu infancia fuiste vecino de la infinita Rosita Fornés: tú tocabas el piano y ella cantaba. Luego la dirigirías en El Conde de Luxemburgo.

A mediados de los años 40 estudiaste música en New York; comenzaste como director en la radio, pero al despegar la televisión pasaste a este otro medio, donde dirigirías El show del mediodía, Casos y cosas de casa, Detrás de la fachada y San Nicolás del Peladero; te recuerdan como brillante director, dirigiendo en los años 60 el espacio Música de cámara.

Temporada teatral con la actriz y directora española Adela Escartín Ayala

Fuiste el segundo esposo de Adela (Gran Canaria, 1913-Madrid, 2010; en Cuba, 1949-1969, cuando regresó a España por motivos familiares; “primera dama” en las telenovelas cubanas, teatro universitario, etcétera). Crearon en casa una Academia de Actuación; compraron un local para sala de teatro en Prado 260, donde hicieron historia a la escena y su magisterio en Cuba y donde él codirigió con ella Dónde está la luz (1956, de Ramón Ferreira; espacio sonoro de Petro Misner, iluminación de Celsi Ariosa, y escenografía de Agustín Hernández y Luis Lastra), actuando con ella, Carlos Paulín, Maritza Rosales, Rebeca Morales, José Díaz Lastra, René Socarrás, Silvio Falcón, Mary Díaz, Aida Rodríguez, Luis Oquendo y Ricardo Navarro; que repusieron en 1959 con escenografía de Julio Basora en el Anfiteatro Municipal de Cultura en Marianao, actuando con ella, Sergio Doré, Zeida Cecilia, Lydia Hernández, Sergio Doré Jr., Frank Lorenzo, Estela Fernández, Elsa Mujica, Frank Negro y José Villoch;

En 1956-1957, codirigiste El caso de la mujer asesinadita (Miguel Mihura y Álvaro de la Iglesia), actuando Helmo Hernández, Julia Astoviza, César Carbó, Darío Cañas Abruk, Maribella García, Judith Marrero y Magali Boix; y en 1958 La rebelión de las canas (Rafael Suárez Solís, 1958) que repusieron en el Palacio de Bellas Artes y en el teatro Sauto de Matanzas; Un color para este miedo (Ramón Ferreira; música: Enrique Urbieta, atrezzo Le Chateau), actuando con ella, Judith Marreri, Elvira Cervera, Daniel Mazzorana (sustitutos: Elsa Nirma González, Anisia Díaz y Yolanda López); y Celos (Luis Verneuil; vestuario: Rafael Martínez; escenografía Ayala) actuando Elsa Nirma González y Daniel Mazzorana.

De algunas de tus obras

Verónica estaba orgullosa cuando la escogiste para un programa que dirigirías; tanto te admiraba, profesor de dirección en la Escuela Nacional de Arte, siempre destacándote, era un gusto hablar contigo del trabajo por tu admirable inteligencia, sabías defender tus criterios y lo que querías con tu puesta; entre los mejores directores de televisión sin improvisar. Un año dirigiste trece teatros en vivo en televisión: desde Romeo y Jeannette con Luisa María Güell (codirector: Humberto Mitjans), tu versión de Cecilia Valdés (1972: Obelia Blanco, Miguel Navarro y Mario Balmaseda), Matías Pérez (con Carlos Quintas), El Pagador de Promesas, Electra Garrigó con los Rentería, El Tábano, Un verano en Noan con otra grande: Aurora Pita, interpretando a la casi legendaria George Sand, la poetisa francesa decimonónica, primera mujer en pantalones fumando tabaco. Quisiste adaptar a televisión Quién le teme a Virginia Woolf protagonizada por la trascendental mezzosoprano Alba Marina y Cabaret por Martha Strada, pero no te las aceptaron.

Otros de tus teatros para televisión fueron Juan Palmieri, El largo viaje de un día hacia la noche (al repetirla Pedro Álvarez no podía y dijiste esperar por él, ética del amigo cuyas capacidades para esa obra conocías), Un día de verano (Turgueniev; lograste una Odalys Fuentes airosa en tan difícil personaje) La ópera de los tres centavos: Peachum el Rey de los Mendigos, se opone a los amores de su hija Polly aprobados por su esposa sin saber; no la distinguía, pero de mano de Carup (como le llamaban), Verónica logró cantar bien, entre otros actores que cantaban muy bien como Ramón Veloz y las muy afinadas Maritza Rosales y Marta Martínez Casado, todos (excepto Gaspar de Santelices) mejor que ella, en el estudio de Radio Progreso con la orquesta dirigida por Valdés Arnaud, al piano Adolfo Guzmán, en la organeta Romeu, en la guitarra Leo Brower; dirigiste a Maritza Rosales en el monólogo El Diamante, y Verónica instruía a una niña (cámara subjetiva) y luego fue la criada y Maritza la señora, originalidad admirable al montar tres a la vez. Su última obra en televisión fue Los soles truncos, y última de Gina Cabrera: ambos premios.

En 1968 María Eugenia (quien sentía tu cariño y respeto por ella) fue escogida para el elenco de Mme. Butterfly: dirigías el drama con la partitura de Puccini en tu mano, Cuando ella no se sintió Amalia Batista le explicaste con tu flema de sabia elegancia que no lo era, sino la que podía interpretarla, y quedó memorable. Dirigiste La Traviata con una comunicación muy estrecha: ella cantando y tú a veces actuaste pero no era lo que te gustaba: querías dirigir la orquesta, tanto te gustaba la música de Stravinsky. Trabajaste con Diana en “El cuento universal”, pequeño teatro de media hora: El Almuerzo, El Collar con Julito Martínez, y Rosas artificiales con Parmenia Silva y Noel de la Cruz; te gustaba la farsa poética como género televisivo, y recuerda una escena de Un verano en Noan con tres cámaras con Aurora Pita, luego las tres cámaras con Diana y luego las tres cámaras generales, que luego editaste y quedó maravilloso ese teatro; precursor de Chéjov en nuestra televisión, a la par, durante muchos años dirigiste la ópera.

Contigo hasta hoy

En 1989 participaste con Iris Dávila en el I Encuentro Teórico de Telenovelas (Cátedra de Comunicación de Sao Paolo, Brasil, en Mayra Cué: Relatos del éter, 2021, p.141). No es de extrañar que aún te citen en monografías de otros grandes de nuestra televisión, como el también director Silvano Suarez, y al fundarse el grupo de teatro Titirivida (1994). Se reconocería a los locutores de televisión con el diploma Carlos Piñeiro (2008), En octubre de 2015 fuiste incluido entre los fundadores de la televisión cubana. Todo eso incentiva a estudiarte más, mientras vives en tus enseñanzas: “Actuar es jugar… pero jugar en serio”.

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