9 de diciembre de 2024

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Instituto de Información y Comunicación Social

“Un artista inculto es una paradoja insostenible”

Entrevista a la reconocida cantautora Miriam Ramos, a propósito de su cumpleaños este 6 de mayo
Miriam Ramos

Miriam Ramos

Varios premios en los Festivales Nacionales del Creador Musical, la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de Interpretación en el Concurso de la Canción Cubana Adolfo Guzmán, avalan a Miriam Ramos como una de las intérpretes más exquisitas de nuestra canción. Con motivo de su cumpleaños este 6 de mayo, surge la siguiente entrevista para conocer la relación de la artista con los medios y el rigor profesional que siempre la ha acompañado.

¿De qué manera llegó la música a su vida?

En las celebraciones familiares de mi casa siempre hubo música. Mi abuela tenía encendido la radio todo el tiempo, escuchando CMBF, pues era fan de la ópera y la música clásica.

Mi padre también fue un melómano tremendo y mi mamá estudió canto y pintura. Mi hermana Margarita y yo fuimos público de música clásica y cantábamos a dúo. Estudiando en el instituto de La Habana, integré el coro de la escuela y con 16 años fui seleccionada para formar parte del Coro Polifónico Nacional donde pude aprender distintas materias, relacionándome con una zona musical que no conocía: la polifonía renacentista, conectándome también con la Orquesta Sinfónica, el ballet y el teatro de los años 60, en medio de un movimiento cultural impresionante.

¿Cómo fueron sus comienzos en la televisión?

Aprendí a hacer televisión a inicios de mi carrera, cuando todavía se hacía en vivo y funcionaba como un mecanismo de relojería. Se realizaba de una manera minuciosa, precisa y muy organizada; estoy hablando de los años 70, te citaba el director al trabajo de mesa y allí se conformaba el programa y se discutían los conceptos, con la presencia del asistente y el asesor musical; tuve la dicha de contar con Adolfo Guzmán y Mario Romeu como asesores, los cuales escribían arreglos que se hacían especialmente para el espacio. A la semana siguiente del trabajo de mesa, después de grabar música con orquesta y voz te citaban a la salida al aire.

Existía una disciplina y control del horario, a las 2:00 p.m. se ensayaba en seco, cada artista tenía su set preparado, pintado y seco, con un diseño de luces particularizado de acuerdo al interprete, su edad, color de piel y otros requisitos. A las 4:00 p.m. era el ensayo con cámara, y podíamos salir y regresar una hora antes de salir al aire.

La programación incluía un programa musical para cada día de la semana, cada uno con su personalidad, a diferencia de los que se producen actualmente, que replican la misma estructura. Participé en muchos ellos, dirigidos por Manolo Rifat y Amaury Pérez García, cada director tenía su impronta personal y la impregnaba a su propuesta, recuerdo: Música y Estrellas, Melodías de ayer y de hoy, los estelares de los sábados y Álbum de Cuba, conducido por Esther Borja, la cual me honró con su preferencia y me llevó a la Uneac.

Con la introducción del video tape surgió un acomodamiento que generó desorden, pérdida de tiempo y la sincronía que existía se fue perdiendo poco a poco, con el cambio de conductas e ignorancia de la experiencia anterior. Se hizo habitual que te citaran a la 1:00 p.m. para grabar un tema y podías llegar a las 7:00 p.m. sin haber grabado. No reconozco nada de lo que conocí cuando comencé a hacer tv. Es un medio que hay que estudiar, sus mecanismos son complejos y no se pueden subvalorar.

En 1999 recibió el Premio Caracol al Mejor Programa Musical de tv por el espacio Pensamiento, ¿cuál es su valoración sobre la programación de esta manifestación artística en la televisión?

Pienso que, en los pocos programas musicales que existen hoy, tiene que haber variedad de formatos. Las propuestas no son novedosas y se repiten los mismos intérpretes. A los jóvenes les cuesta más trabajo ser aceptados y comenzar la carrera artística es un momento difícil, por eso siempre he apoyado a la gente joven que tiene talento, inquietud de saber.

¿Qué le ha aportado su experiencia en la radio?

Mis interpretaciones se han escuchado en la radio y comencé como presentadora radial en la década del 80 cuando me invitaron a conducir el programa dominical No hacen falta alas, en Radio Progreso.

Nunca había trabajado en una emisora radial y me resultó muy atractivo, aunque es difícil porque no tienes el recurso de la imagen para comunicarte, pero es una dificultad agradable porque la voz se convierte en una cosa muy poderosa. Ese espacio era de música variada, con temáticas sumamente interesantes referidas a la cultura universal.

En el estuve casi 30 años, en ocasiones leía fragmentos de cuentos, poesías y otras obras literarias, lo cual me daba mucho placer y recibimos una buena respuesta por parte de los oyentes agradecidos. Ese programa mereció varios Premios en el Festival Nacional de Radio. Después me llegó la propuesta de La esquina del Jazz, en CMBF, ahora dirigido por Milagros Muñoz. Acepté esa invitación con agrado porque la música norteamericana siempre se escuchó en mi familia, es la banda sonora de mi infancia y adolescencia.

¿De dónde surge su necesidad de componer?

No tengo un oficio como compositora, no lo enfoco de esa manera. Trabajo ideas que me vienen a la mente, hago anotaciones de cosas que se toman su tiempo como si fuera un embarazo y tengo varios proyectos en los que trabajo simultáneamente, pensando en discos futuros.

¿Puede referirse a sus incursiones como actriz?

Rolando Ferrer, dramaturgo y director del grupo La Rueda encauzó mi avidez de aprender por lo que profundicé en el conocimiento el teatro y el arte en general. Trabajé con el gran director Roberto Blanco con la idea de cantar una canción de Leo Brower en su espectáculo De los días de la guerra y después me propuso participar en el como actriz. Fue una experiencia fuerte en la que entendí que había que conocer la técnica y estudiar.

Tuve que escoger entre el teatro y la música, pero nunca abandoné el sentido interpretativo que exige la canción. Años después asumí un personaje en Algo más que soñar, dirigida por Eduardo Moya, contando con el apoyo de Miguel Navarro, actor con el que hice pareja en la serie.

Ha resultado ganadora en varias ediciones del Concurso Adolfo Guzmán, ¿qué puede decirnos sobre los certámenes musicales competitivos?

Creo que el arte no compite, valoro la intención cultural de eventos como el Guzmán porque al defender canciones cubanas, promovemos el talento y ayudamos a autores desconocidos. Nunca he tomado parte en espectáculos “comerciales”, en el sentido peyorativo del término, y no me ha interesado el concepto de farándula ni usar el arte para perseguir la fama y el dinero.

¿Qué connotación le otorga a su producción discográfica?

Valoro mis discos como algo extraordinariamente valioso pues es lo que se queda para la vida toda, cuando ya yo no esté. Por eso trabajo la discografía con tanta minuciosidad y exigencia; considero que es la huella que dejamos para sembrar. El disco no puede ser abordado con superficialidad, yo me he dedicado a defender la canción cubana y eso me lo tomo muy en serio. Por esa razón he hecho los homenajes a Bola de Nieve, Lecuona, Marta Valdés, al filling y a la trova vieja, para ser voceros de la cultura, que considero es lo que somos.

¿Cómo valora la música cubana hoy?

En Cuba hay mucho talento musical y tengo fe en los jóvenes. Creo que debemos incentivar en ellos las ganas de hacer la música con una actitud interior culta, tomando las cosas en serio y conociendo los referentes anteriores.

Actualmente existen muchas posibilidades de estudiar y dar a la cultura la importancia que tiene, un artista inculto es una paradoja insostenible; usted no puede hacer cultura siendo inculto, sí es un intérprete de canciones, tiene que conocer de literatura, de actuación y otras manifestaciones artísticas. Si no crece como ser humano, no crece como artista.

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