28 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Un santiaguero, yerno de Juárez, acuchilló a la Reina

El poeta cubamo Pedro Santacilia, quien se convirtió en ayudante y yerno del prócer mexicano Benito Juárez, fue autor de un poco conocido hecho relacionado con la reina Isabel II de España.
la reina

El Príncipe de Asís de Borbón era primo y marido de la reina Isabel II de España (1833-1868).

Lo de “marido” es más bien una licencia literaria, pues existían serias dudas en cuanto a los arrestos viriles del consorte, de quien se comentaba que, a pesar de sus 28 años, “incumplía con sus deberes conyugales”.

Lo cierto es que la regia pareja no había engendrado descendencia. ¿Y saben ustedes qué se les ocurrió a unos cuantos guatacas, aduladores desaforados, en Santiago de Cuba? Pues hacer procesiones, rogativas y misas para que la reina resultase preñada. (Como si el asunto dependiese de la clemencia divina y no de otra cosa que me callo).

Ya por entonces la ojeriza entre el criollaje y la gallegada andaba en su punto de ebullición. Y en Santiago… ni qué decir. Aquella gente alborotadora y levantisca no creía en gobierno colonial, ni en corona de España, ni en la madre de los tomates. Se conspiraba a todo trapo, mientras el gobierno ejecutaba a sus enemigos en una calle que se llamaba —oh, ironía— El Paraíso.

Así las cosas, la Sociedad Filarmónica celebró un baile de etiqueta, para honrar a la reina. Presidía la fiesta un retrato de la soberana.

Aquello terminó de mala manera. En primer lugar, el salón fue impregnado de asafétida, una resina tan hedionda que también se conoce como “estiércol del diablo”. Y una mano desconocida propinó una cuchillada, a la altura del pecho, al retrato de Isabel II.

Cinco cubanos fueron apresados, y deportados a la Península. A la cabeza de ellos, el poeta Pedro Santacilia, quien se fugaría espectacularmente a Gibraltar, para después ser ayudante y yerno del prócer mexicano Benito Juárez.

Así fueron los hechos, sin agregar ni quitar una coma ni una tilde. De manera que puede decirse, sin faltar a la más estricta verdad, que la reina de España fue apuñalada en Santiago de Cuba.

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