Una fecha para Celina González y Frank Fernández

Quizás algunos piensen en una fortuita coincidencia, pero tal vez no haya sido solamente por azar que a nuestro país le nacieran en la misma fecha, aunque en años diferentes, dos grandes figuras nutridas con la más genuina savia de la patria: la inolvidable Celina González y el admirable Frank Fernández.

Yo prefiero pensar en una posible predestinación. O tal vez en un recurso casi prodigioso con el que Cuba quiso prolongarse musicalmente en una voz telúrica y en unas virtuosas manos, que por derecho propio son parte inseparable de la poesía que singulariza a nuestra tierra.

Porque tanto Celina como Frank nos han ensanchado y ensancharán por siempre el orgullo patrio, al encontrar en los caminos propios de sus respectivas artes las convergencias que más allá de una fecha común de nacimiento, los distinguen como legítimos representantes de una cultura tan raigal, que no se atiene a más clasificación que el acendrado modo de expresar cada uno de ellos su apego a la palma y a la estrella solitaria.

Así la voz potente y agreste de Celina González sigue confirmando cuanto de culto prevalece en el canto que identifica las esencias de lo nuestro, y la pianística del maestro Frank Fernández demuestra que lo popular es un emblema que engrandece a la música cuando se adueña del alma sensible de un pueblo.

Este 16 de marzo es inevitable mencionar los emblemáticos nombres de Celina y Frank, cuya aportadora coincidencia en la grandeza de la cultura nacional hizo posible que Cuba se prolongara musicalmente en una voz y en unas manos, donde la mixtura de lo nuestro se hace concierto de campiñas y tonadas germinadas en un teclado blanquinegro.