Una leyenda llamada Gina Cabrera
Gina Cabrera dijo adiós, la excelsa artista que aunó talento, modestia y belleza, y asumió como nadie papeles protagónicos en novelas, seriales, aventuras, teatros y cuentos. Con sus excepcionales dotes artísticas y refinada y discreta elegancia, dejó una impronta muy difícil de igualar.
Aún es muy frecuente escuchar: ¡Estás, que ni Gina Cabrera te hace nada!, una frase que suele decirse en el lenguaje coloquial cubano, cuando alguien, en cualquier lugar, elogia las facultades actorales de otra persona. Es así que la icónica actriz es evocada por aquellos que tuvieron el privilegio de verla asumir majestuosamente papeles en los que solía recorrer todos los caracteres y matices acordes con su excepcional profesionalidad, que la convirtieron –según palabras del dramaturgo Norge Espinosa– en “la reina indiscutible de cierto tipo de tramas, que iban desde el melodrama y la comedia, hasta piezas de repertorio más severo”.
Gina ha sido y es el referente de varias generaciones de actores y actrices. Su profusa y fértil carrera, la hicieron merecedora del cariño sincero y la admiración de su pueblo, a pesar del olvido al que fue relegada, cuando muy tempranamente su salud no le permitió estar frente a las cámaras. Pero su pueblo, ese sí que jamás la olvidó. Quizás fue el mayor de los premios que recibió “la Reina del Drama”.
Nace una leyenda…
El 28 de mayo del 1928 abrió sus ojos al mundo Luisa Georgina Cabrera Parada, una niña que, conocida más adelante como Gina Cabrera, con el tiempo devendría en una gran dama de la actuación.
Comenzó en la radio a finales de la década de los años cuarenta, en la que, en poco tiempo, logró adueñarse del dial al asumir los papeles protagónicos en novelas, seriales, aventuras, teatros y cuentos, primero en Unión Radio, hasta llegar al codiciado Circuito CMQ, donde es seleccionada en 1948 por la Agrupación de la Crónica Radial Impresa como la Dama Joven más destacada del año.
Nunca dejó de hacer radio, su voz llegaba a las casas cubanas desde Radio Liberación, Radio Rebelde y Radio Progreso en las radionovelas que protagonizó, también fue locutora de programas informativos y otros tantos para niños como Tía tata cuenta-cuentos
De la talentosa y paradigmática actriz, dijo el también desaparecido Antonio Vázquez Gallo, destacado director de radio, televisión y teatro:
“En Unión Radio conocí a una joven que me deslumbró por su talento nada común. Gina Cabrera añadía a su belleza una memoria fotográfica, gran disciplina, modestia y perseverancia, que la hizo triunfar rápidamente”.
“Los dos fuimos fundadores de la televisión. Me volví a encontrar con ella cuando pasé del Canal 4 para el Canal 6 a dirigir el Gran Teatro del Sábado, que la tenía como figura central. Ya era una primera actriz protagónica de la televisión”.
Con su presencia, Gina Cabrera llenaba toda la pantalla. De ella también escribió el periodista Leonardo Depestre Catony con motivo del aniversario noventa de la artista: “De voz suave, bien modulada pero firme, podía asumir cualquier desempeño, desde la inocencia de una dama, hasta la maldad de una víbora, recorriendo todos los caracteres y matices que la profesionalidad de la actriz era capaz de representar en sus actuaciones”.
La Revista Codazos la designa junto a Raquel Revuelta como las primeras actrices de la televisión en 1953, representando a los canales 6 y 4 y la Asociación de Cronistas de Radio y Televisión la selecciona como la primera actriz de televisión en 1956.
Gina incursionó en todos los géneros: hizo tragedias, comedias, fue rostro de personajes en novelas, aventuras, encarnó disímiles roles en el espacio Teatro en TV, hizo programas infantiles. Algunos de los más recordados: Miércoles de amor Palmolive, Soraya una flor en la tormenta, Los mambises, Juana Azurduy, El Caballero Blanco, Sábado 37, El mambisito, entre muchos otros.
“Con Gina coincidí en el Patronato del Teatro y en la ADAD, después trabajé con ella en martes, miércoles y domingo de amor Palmolive en televisión, yo haciendo la mala, siempre queriéndole quitar el novio, aunque no lo lograba”, así la recordaba la destacada actriz de teatro, radio, cine y televisión, Fela Jar.
“Se dedicó en cuerpo y alma a su profesión y logró ser lo que es: un paradigma de sencillez y de actriz total”, sostuvo la también inolvidable actriz al hablar de Gina.
También fue una mujer del cine, realizó varias películas con directores tanto nacionales y extranjeros como La renegada, La rosa blanca, ente otras coproducciones cubano-mexicanas.
Maestra incansable, transmitió sus conocimientos a generaciones de actores y actrices cubanos. Estuvo vinculada a la enseñanza artística y formó parte de las comisiones de evaluación de actuación.
A lo largo de su trayectoria, recibió múltiples reconocimientos en la radio, la televisión y el cine, entre estos se encuentran la Medalla Orden Nacional por 30 años dedicados al arte, Medalla por la Cultura Nacional del Ministerio de Cultura, Medalla Raúl Gómez García por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, Medalla de Alfabetización por el Consejo de Estado de la República de Cuba, Medalla del Instituto Cubano de Radio y Televisión por más de 25 años de labor.
También le fue conferido el Premio por la mejor actuación femenina en el 8vo Concurso UNEAC, el Trofeo 70 Aniversario Radio Cubana, Premio Caricato Especial de Televisión en el año 1999, Premio Nacional de Televisión 2003 Por la Obra de toda La Vida, la Condición de Artista de Mérito en el año 2004, entre otros lauros.
“Nunca dejó de tener ese encanto particular, a ratos tan dulzón, que fue parte de su sello. Por encima de eso, y de su mito, fue una compañera de trabajo igualmente apreciada, y un ser humano del que nadie se hubiera atrevido a decir algo negativo”, sostiene Norge Espinosa.
Sobre los momentos finales de su carrera, truncada por una enfermedad que la alejó de la realidad, Norge Espinosa escribió:
“En 1985, Roberto Garriga le pidió una aparición especial en Sol de batey, el gran regreso de la telenovela al país donde nació tal fenómeno, basada en la obra radial de Dora Alonso. Se cuenta que Gina, aparentemente libre de cualquier trastorno síquico, grabó su escena junto a Aurora Pita sin fallar, como la gran profesional que siempre fue. Pero cuando terminó la grabación, le habló a su ex esposo como si aún estuvieran viviendo como un matrimonio y bajo el mismo techo”.
“Poco a poco se fue alejando de la realidad, aunque tuvo fuerzas para una última gran aparición: a fines de los 80 graba un nuevo teleteatro, y junto a Lillian Llerena y Odalys Fuentes, aparece en Los soles truncos, la pieza de René Marqués. Interpretando a dos hermanas delirantes y a un fantasma, las tres actrices demostraron estar listas para la prueba”.
“Como las grandes actrices, tuvo además una función de despedida: gracias a Adolfo Llauradó, se le puede ver en su casa, con la sonrisa a flor de labios, hablando de su carrera, en el documental Divas por amor, de 1995. Aún le brillan los ojos, cuando desempolva sus trofeos, y su voz sigue siendo esa campana, delicada, e inconfundible, como si el tiempo y otros peligros no hubiesen podido borrarle del todo sus recursos más limpios”.
“Su habilidad para los grandes gestos dramáticos le hizo pasar al imaginario popular, como epítome de lo extremo. Pervivió así entre nosotros, como un eco de un tiempo perdido, por suerte acompañada por los cuidados de su hijo, hasta su muerte”.
No se requiere acopio de adjetivos relevantes para demostrar sus méritos. Gina, tan linda como talentosa, demuestra en su paso por las ondas, las tablas, la pequeña y la gran pantalla, que ella es ella: una leyenda.
Fuente: Con información de Cubaescena, Portal de la TVC y Radio Reloj