29 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Félix Benjamín, quien vistió de largo a la radio

Cuando, en abril de 1948, se transmitió el capítulo inaugural de la radionovela El derecho de nacer, de la autoría de Félix B. Caignet, el país cayó en un estado de histeria colectiva que se mantuvo a lo largo de las 314 entregas
Félix Benjamín

Félix Benjamín

Como todo el mundo sabe, el Mar de las Antillas —“que también Caribe llaman”, según expresó el poeta— durante siglos ha actuado como una pista a través de la cual transitarían lo mismo mercancías que la cultura. Y también gentes.

Por eso no ha de extrañarnos que la familia franco haitiana Caignet-Salomón se asentase en el sanluisero pobladito Santa Rita de Burene, cuando transcurría el siglo XIX.

Allí, el 31 de marzo de 1892, les nace un nuevo mulatico, que bautizan como Félix Benjamín.

Siendo un pequeñuelo —mire usted qué cosa— ya está imaginando poemas sentimentales.

Cuando tiene siete años su familia se traslada hacia Santiago. Y se cuenta que anda por aquel ambiente citadino prestando mucha atención a las historias de viejos cuenteros, esa joya de la cultura santiaguera.

Cuando llega a su joven adultez lo hallamos como mecanógrafo en un tribunal de justicia. Esto iba a llevarlo a hacer sus primeras armas periodísticas, con reportajes sobre casos que allí se ventilaban. A partir de entonces publica en la prensa con asiduidad de poseso. Simultáneamente está escribiendo obras teatrales.

En los años treinta se compromete con la que iba a ser la pasión de su vida: la radio. Y dedica sus esfuerzos al público infantil, hasta entonces bastante olvidado en ese medio de difusión.

De aquellos días data una curiosa anécdota. Aplastaba al país la cruenta dictadura de Machado, quien se ganó los motes de Asno con garras y Mussolini tropical. En aquellas circunstancias Caignet lanza al aire su pieza musical El ratoncito Miguel, que contiene versos como “La cosa está / que horripila y mete miedo de verdad…”.

Las autoridades montan en cólera y lo mandan de cabeza a una mazmorra del Cuartel Moncada. Pero tienen que liberarlo, pues la fortaleza se ve sitiada por padres con sus pequeños, quienes exigen que se reponga el programa infantil.

Otro de sus sonados éxitos vendría con la transmisión de los episodios que tenían como protagonista al detective chino Chan Li Po. Se le considera como el primer serial policíaco de América Latina. 

Paralelamente, sigue cultivando la composición musical, entre cuyos frutos se encuentra uno de los dos pregones cubanos más difundidos. Junto a El manisero, de Simons, ha de figurar su pieza Frutos de El Caney.

Sí, fue un melómano, compositor de unas trescientas piezas. Lo cual explica la siguiente anécdota.

Se carteaba con Caruso. Pintores aficionados ambos, intercambiaban sus obras por vía postal. Cuando el cantante viene a La Habana, en 1920, le ha enviado a Caignet un giro por doscientos pesos, para que pueda trasladarse a la capital y presenciar sus actuaciones.

Estaba por llegar su colosal exitazo.

Cuando, en abril de 1948, se transmitió el capítulo inaugural de la radionovela El derecho de nacer, el país cayó en un estado de histeria colectiva que se mantuvo a lo largo de las 314 entregas. Nos dice un biógrafo: “El Congreso de la República suspendió sesiones para escucharla; las iglesias cambiaron los horarios de las misas, los cines y teatros detenían la función porque de lo contrario el público abandonaba la sala”. Alguien ha dictaminado que Caignetelevó el folletín lacrimógeno a la categoría de una tragedia griega”.

Falleció el 25 de mayo de 1976. A él no lo asustaron los destellos de la mañana gloriosa de enero. Era el hombre que categóricamente había declarado:Yo lo que hice fue aprovechar la emoción popular para sembrar algo de moral, algo de bien: en Chan Li Po, combatí la marihuana; en Ángeles de la calle protesté por la niñez desvalida, y en El derecho de nacer, contra la discriminación racial. O sea: escribí cosas que la Revolución después llevaría adelante”.

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