Alguien que hizo suspirar a Cuba entera
Del humilde barrio La Juanita, concluyó residiendo en La Gloria.
Así le expresó a un colega de la prensa: “Si soy, como dicen, un buen sonero, se lo debo primero que todo a que mi santa madre me parió en el barrio La Juanita, de Cienfuegos.
¿Captaste? Ci-en-fue-gos. Tierra donde no ha nacido ningún músico malo… Apunta ahí: Benny [Moré], Espí [Roberto], Delfín [Eusebio ], Paulina [Álvarez], Rapindey [Marcelino Guerra], Lay [Rafael]… y un carajal más de músicos con magisterio”.
Sí, allá en la Perla del Sur, Cienfuegos, por la cintura de Cuba, el 17 de mayo de 1914 viene al mundo –en hogar humildísimo– Estanislao Sureda Hernández.
La madre, María, le chiquea el nombre, convirtiéndolo en Estanislaíto. Pero entra a funcionar la ley del menor esfuerzo, por lo que él llevará, a lo largo de su prolongada y fértil vida, el mote de Laíto.
Tan pronto echa un poco de cuerpo, lo mueven dos inquietudes: la penuria económica del hogar –son diez hermanos– y su irrefrenable inclinación por la música.
Jovencito, debuta cantando en la emisora de su ciudad natal, la CMHJ, por donde a veces puede verse a Orestes Aragón Cantero, quien sería fundador para todos los tiempos de la Orquesta Aragón.
Luego cantó en la Orquesta de Periquín, piquete donde coincide con el trombonista Generoso Jiménez, a quien años después encontraríamos secundando al Benny en su banda.
Pero todo aquello serán balbuceos, que –eso sí– anuncian un futuro por todo lo alto.
Cuando el joven llegue a la treintena va a a moverse hacia ese territorio que el habla popular cubana designa como La Grande: el ámbito capitalino.
Allí tendrá al éxito como sello de su vida.
Profesionalmente va a ser el depositario de la confianza de colosos de nuestra música, que van de Senén Suárez a Roberto Faz.
Su ingreso en la Sonora Matancera –sustituyendo a Bienvenido Granda, “el bigote que canta”– marcará un hito en la historia de la música cubana.
Hará temblar a Tropicana, ese paraíso marianense bajo las estrellas. Y será grata presencia en Radio Progreso.
Estando en la cúspide de la popularidad, pasa a una situación de semiretiro. Hallándose en tan singular condición se produce el triunfo revolucionario, que lo conmueve hasta el punto de convertirse en artillero.
Y Laíto fue capaz de una proeza sólo similar a la ejecutada por Abelardo Barroso: renacer desde las cenizas del olvido.
En este retorno mucho influyeron admiradores sudamericanos: «Los colombianos me sacaron de las tinieblas y se formó la gozadera, aunque son cosas muy fuertes para mi corazón con tantos años», declaró.
Pero quizás su más resonante exitazo, estando él casi abocado al viaje sin regreso, estaba por producirse. Para describirlo, se hace necesario desplazarse algunas décadas hacia el pasado.
Cuando transcurre 1930, el puertorriqueño Alberto Tití Amadeo está radicado en Nueva York.
Se trata de un ser singular: guitarrista, compositor y director de conjuntos musicales, es también un diestro artesano, de cuyas manos nacen magníficas guitarras.
Un día del año citado, se siente invadido por el travieso bichito de la inspiración y da a la luz un bolero-son que llama Deseo, título que se transformará en Idilio.
Pasó el tiempo. Y en la última década del pasado siglo Laíto protagoniza un muy inspirado videoclip, donde interpreta, precisamente, Idilio.
El impacto fue colosal. Perfectamente audible, un suspiro multitudinario recorrió los más de cien mil kilómetros cuadrados de nuestro territorio, exhalado por gente emocionadísima ante aquella rara mezcla de ternura y pesimista filosofía traganiquelera, que Laíto ejecutó de forma maestra.
¿Qué más decir? Basta con entregarte, querida lectora, y a ti, lector dilecto, algunas de las palabras que acuna aquella joyita:
Sólo me alienta el deseo divino de hacerte mía
Mas me destruye la incertidumbre que estoy pasando
Es que la nieve cruel de los años mi cuerpo enfría
Y se me agota ya la paciencia por ti esperando.
Que a besos yo te levante al rayar el día
Y que el idilio perdure siempre al llegar la noche
Y cuando venga la aurora llena de goce
Se fundan en una sola tu alma y la mía.
CORO: La vida es un cataclismo
De incertidumbres y penas
Por eso las almas buenas
Van de cabeza al abismo…