20 de abril de 2024

envivo

Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Barrioteando

Los nombres de los barrios habaneros— por lo regular no emanaban de las discusiones del cabildo, ni de las decisiones del ayuntamiento. Fue el pueblo quien, por su soberanísima voluntad, bautizó según se le antojaba

Bigote Gato. Foto: archivos de Bohemia.

Daniel Santos –jibarito aplatanado que vivía por el habanero parque Maceo– nos entregaba las coordenadas infalibles de Bigote Gato. Sí, el Inquieto Anacobero ubicaba las andanzas de aquel manubrio —más que mostacho—“allá por el Luyanóooo”.

Por su parte, Arsenio Rodríguez nos invita a visitar El Cerro y diagnostica que “Pueblo Nuevo se pasó”.

El Tosco nos remite a la infancia con el “Tin marín, San Agustín”.

Ricardo Díaz le canta a Redención, primer nombre de ese conglomerado obrero que hoy se llama Pogolotti, para honra de su fundador.

Luyanó, El Cerro, Pueblo Nuevo, San Agustín, Pogolotti… palabras amadas como pocas. Porque determinan un rumbo, una impronta, una cultura.

(Obligado paréntesis: siempre he sospechado que el habanero no existe. La gente era de Lawton o de La Ceiba. Se pelaba en la barbería del barrio, era el cuarto bate del equipo de pelota allí generado y se casaba con la vecinita).

Esas sonoras palabras —los nombres de los barrios habaneros— por lo regular no emanaban de las discusiones del cabildo, ni de las decisiones del ayuntamiento. Fue el pueblo quien, por su soberanísima voluntad, por su libre albedrío, o por su real gana, bautizó según se le antojaba. (¿No dicen desde la antigüedad que “¿Voz del pueblo, voz de Dios”?).

Como en botica, hay de todo en la nomenclatura barriotera capitalina. Algunos nombres son, quién lo duda, poéticos. He ahí La Lira, Barrio Azul, La Floresta, Bellavista, Miraflores…, pero otro resulta inquietante, como esa Víbora, en un país de inofensivos jubos y majases.

Barriada hay con reminiscencia piratesca (El Vedado), o que recuerda a cierto obispo cascarrabias (Almendares).

Un barrio convoca al corrientazo (El Eléctrico) y otro a un mullido pichón (La Pelusa). No falta el que nos ponga los pelos de punta por cierta bronca en una fiesta memorable (El Guatao).

Algunas comarcas habaneras tienen vocación foránea: California, Columbia, Casablanca, Buenos Aires. Otra, mueve a la aflicción y a la congoja: La Solita.

Pero, cada vez que me asomo al mapa habanero, hay dos barrios que me hacen retorcer de la risa: Pepe el Hermoso y Vieja Linda.

*Argelio Santiesteban (Banes, 1945): Periodista y escritor. Por su estudio sobre el habla popular, recibió el Premio de la Crítica.

error
fb-share-icon

Autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

9 + dos =