Cuando lo cotidiano se hace historia
La profunda revolución educacional, cultural y mediática realizada en Cuba desde 1960 forjó la aspiración de superación en la educación, el conocimiento y el acceso a toda manifestación cultural.
En los años setenta y ochenta pasados se produjo el boom de egresos universitarios: gran parte de los graduados eran estudiantes-trabajadores. Hoy cursamos y egresamos de diplomados, maestrías y doctorados, sin costo financiero alguno.1
Lo que demanda sudor, lágrimas e invocar la protección conjunta del panteón yoruba y el Olimpo es obtener la información para identificar precedencia y evolución de los objetos de estudio, pues a las abismales ausencias de información se suman las dificultades para acceder a ella2 y la carencia de las modernas tecnologías que optimizan los procesos investigativos y aceleran la socialización de los resultados.
La mayoría de los trabajadores de los medios de comunicación que intentan obtener un grado científico:
– Cursan las asignaturas, no culminan las tesis y no alcanzan dicho grado.
– Entre los finalistas predominan los estudios de rutinas productivas, productos comunicativos o perfiles de programación.
– Muy pocos tienen la osadía, perseverancia y tiempo para asumir investigaciones teórico-históricas sobre la radio, la televisión, la prensa escrita o instituciones culturales trascendentes en nuestra sociedad.
Pese al fuerte reclamo gubernamental-político de estimular la investigación técnica e histórica para incrementar la productividad, la eficiencia, la competitividad o rescatar la memoria colectiva que sustenta nuestra identidad nacional, investigar es un proceso difícil.
No solo implica el laboreo intelectual inherente a la investigación y realizar la tesis sino enfrentar percepciones sociales y prácticas administrativas de empresas e instituciones que entorpecen o anulan dicho empeño.
La mayor de todas: el estereotipo que restringe las fuentes de información a los archivos históricos o las bibliotecas públicas, pues pocos consideran a los registros cotidianos de la actividad empresarial-institucional -e incluso, las publicaciones periódicas- como fuentes valiosas para identificar la trayectoria, los procesos y las prácticas de las organizaciones y las personalidades.
En la memoria de la empresa, sus normas, procedimientos, misiones y resultados necesarios se encuentran los elementos para reconstruir su historia, diagnosticar el comportamiento de la comunicación-cultura organizacional o realizar su proyección futura. En estos casos, lo inmediato no basta.
Nuestra masa laboral envejece y los “nuevos” desconocen la historia y sus artífices. Para eso existen los archivos. Sin embargo, disposiciones encaminadas a optimizar espacios físicos y a aligerar funciones, los desechan periódicamente3 y cuando los necesitamos no están.4 Ello entorpece, limita y hasta anula la investigación científica.
El entorno mediático- cultural tampoco favorece:
– Las publicaciones periódicas en bibliotecas y libros complementarios sufren el deterioro del tiempo y el clima junto al hurto o la mutilación. Mientras, nuestra digitalización no llega a todos los fondos y servicios.
– Las publicaciones actuales tienen espacios reducidos y poco sistemáticos para la crítica o ponderación de los productos mediáticos-culturales, tendencias comunicativas-artísticas y de consumo. Lo único seguro es la sucinta cartelera de televisión.
– La cinematografía -cuya producción nacional es más escasa y dilatada- se valora aleatoriamente y al análisis nacional adiciona lo foráneo.
– La exégesis de las producciones literarias y libros de investigacion socio-cultural e históricos resulta exótica.
– Los temas predominantes en nuestras publicaciones periódicas son las puestas de las Artes Escénicas habaneras -incluida música y danza-. Ahora se adicionan amplias carteleras culturales que cubren la única página destinada al análisis mediático-cultural.
– Las revistas o plegables impresos especializados en medios de comunicación5 o cultura se han incrementado en los últimos años, pero siguen siendo inaccesibles para la mayoría por su costo o reducida tirada.
– Sus similares digitales tienen un acceso habitual muy restringido por razones conocidas.
Mientras no investiguemos, escribamos y publiquemos las exhaustivas historias de la radio, la televisión, el cine, las Artes Escénicas y Plásticas o la música, que se merece Cuba6, estos archivos y publicaciones periódicas impresas-digitales son el único registro del quehacer y la creación cotidianas; es decir, la memoria mediática-artística del país. Quienes en el futuro pretendan conocernos debían encontrar en ellos nuestros antecedentes, prácticas, tendencias y trayectorias individuales.
Sin embargo, nuestra radiodifusión posee múltiples registros y fondos patrimoniales que constituyen fuentes de información insustituibles:
– Las llamadas parrillas de programación -que algunos consideran obsoletas una vez difundidas- permiten abordar estudios teórico-históricos, genéricos y comunicológicos del servicio público y del proceso de continuidad-ruptura del sector.
– En los productos comunicativos de cualquier soporte físico o virtual7-amenazados por la obsolescencia perenne-8 perviven múltiples informaciones sobre las tendencias artísticas, comunicativas, sociológicas y de sus realizadores-intérpretes.
– Los estudios sistemáticos de auditorio y archivos históricos acopiados por décadas en el Instituto Cubano de Radio y Televisión constituyen patrimonio insoslayable para investigar prácticas y tendencias de comportamiento social y consumo cultural de la población.
Cuando en los años sesenta pasados descartamos la mayoría de los archivos de las agencias publicitarias, empresas mediáticas y muchas instituciones culturales, interrumpimos la transmisión de saberes y del conocimiento histórico, cultural y patrimonial de la radiodifusion, la comunicación y la cultura nacionales, acumulados hasta entonces.
Esta mayúscula pérdida de las fuentes hasta la primera mitad del siglo XX impone duplicar esfuerzos para hallar las pistas en fuentes secundarias estatales, privadas o testimonios.9
Este error histórico debía recordarnos la importancia de los registros o documentos empresariales-institucionales porque puede suceder que cuando querramos hacer la historia desde 1960 a la fecha actual, los descartes motivados por otras razones impidan poseer la informacion necesaria para reconstruirla.
Los cambios de modelos y paradigmas acaecidos desde 1959 en el universo mediático-cultural no anulan la importancia de conocer, socializar y conservar toda nuestra historia. Los quehaceres y logros anteriores a esta fecha los realizaron los mismos cubanos que hicieron y enseñaron a las nuevas generaciones de la radiodifusión de servicio público.
Sin pasado no hay continuidad histórica y el desconocimiento puede conducirnos a cometer los mismos errores.10
Celia Sánchez Manduley no alcanzó ningún grado científico, sin embargo tuvo la inteligencia para avizorar -con varias décadas de anticipación- que lo cotidiano era también la historia.
Notas:
1 Pese a que el incremento salarial por el grado científico es ínfimo.
2 Lo corroboran continuamente los aspirantes que me solicitan información para ese marco teórico-conceptual ineludible en una tesis.
3 Otra cosa sería si fueran concentrados en otro lugar.
4 El año pasado falleció una personalidad de la comunicación e intenté infructuosamente hallar su currículo en las instituciones donde laboró. Solo la perseverancia extrema permitió obtener la información para rendirle el modesto pero merecido tributo con mis artículos.
5 Solo existe una publicación de tirada reducida y aislada en el año, y los libros son escasos.
6 Paradójicamente una editorial foránea publicó una sintética enciclopedia cultural cubana -donde trabajamos casi cien expertos- pero incluso para muchos de sus autores es desconocida.
7 Cintas fílmicas o sonoras, video tape, discos de baquelita o guiones impresos.
8 Nuestra producción radial-televisiva durante décadas ha sufrido continuos descartes por cambios tecnológicos.
9 A la ausencia de muchas fuentes primarias se suma el envejecimiento que resta lucidez a los protagonistas de la historia. Muchos ya no existen.
10 El desconocimiento histórico genera deslumbramiento y la clonación acrítica de productos mediáticos que responden a relaciones productivas y modelos diferentes a los nuestros.