19 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Radio Cadena Agramonte, emisora de mis amores (IV)

Esta crónica forma parte de una serie radiodocumental que realicé para homenajear a la emisora donde inicié mi vida profesional

Radio Cadena Agramonte, emisora de mis amores. La primera en mi vida profesional. La que me vio nacer y crecer como locutor. Soy César Arredondo y tengo el placer de encontrarme o reencontrarme contigo atravesando el tiempo y la distancia. Te contaré de cosas pasadas en esta emisora y de mis andares en su búsqueda o de cuando la encontré y fuimos un todo único.

Primero telefonista

Mi primera actividad en la radio fue la de telefonista en una emisora de la Vigía, de la que ya les había hablado: La Doble U. Ese trabajo me lo resolvió Raúl Alarcón, entonces locutor del programa Timbrazo de la suerte, de esa emisora.

Dos años después, volvería a La Doble U siendo ya todo un locutor, al menos con el título. Permanecí en ella los cuatro meses del prácticamente servicio social, aunque me había inaugurado como anunciante o locutor de radio; en este caso, de Radio Cadena Agramonte, de la calle Avellaneda 215, altos.

Estaba “muy verde”, según Alarcón, el flamante director de la nueva emisora, quién me pidió que pasara un tiempo en la W. Esa fue su expresión. Y era verdad, resultaba demasiado alto el brinco de la nada a lo que había logrado: las ligas mayores de la radiodifusión provincial. Lo había alcanzado en solo dos años de transición apresurada. Tenía entonces 19 años.

En esos meses armé las más inusitadas fantasías, y los sueños, tanto tiempo bullendo en mis delirios exagerados, se convertían realidad y surgían nuevos. Fui casi el segundo de Alfredo Vivar (hijo), Aztequita, popular colega de la W, quien aprovechó mis deseos de hablar por radio. Siempre que hablo de estas cosas, de tan simpático y buen colega, no puedo menos que reírme y agradecerle las posibilidades que me ofreció y sus consejos, que me cujearon bastante como bisoño aprendiz. Luego, al triunfo de la Revolución, él también trabajó en Radio Cadena Agramonte.

Emprendí rápido otros proyectos, entre ellos, proseguir los estudios nocturnos, con la luz larga puesta en el bachillerato. Pretendía hacer una carrera de Letras, aunque en la provincia no había universidad y la que hubo fue en 1958. Había ingresado en ella, la primera llamada “Ignacio Agramonte”. Su sede era una casa de dos plantas, prácticamente situada frente al cine Alkázar, en la Avenida de La Caridad, hoy de la Libertad.

Matriculé con séptimo grado el curso que comenzaba en septiembre de 1958, la carrera de Asistencia Social. Se daban asignaturas vinculadas con la Medicina y la Psicología. Al graduarnos, seríamos de los llamados paramédicos. Vestíamos una bata de médico, muchachas y muchachos; ofrecíamos una distinguida imagen. Nos acompañaba un rango que nos estimulaba el ego.

En honor a la verdad, fue algo totalmente politiquero, con tremenda bulla propagandista. La Revolución cerró el proyecto por espurio. Con honestidad debo decir que esa criticada categoría nunca me preocupó, ni pensaba en ello. Lo sentía como una maravillosa oportunidad, para elevar mi nivel como locutor, la profesión que más he amado y por la que he dejado gustoso otras oportunidades.

He sido siempre un chiflado por la radio o, en realidad, por la locución, desde que brotó mi vocación en la colonia cañera Caridad 3, del central Macareño, luego Haití. Sí, de todas formas, quería darle cobertura general a la profesión de locutor, que había iniciado el 27 de agosto de 1957 en Radio Cadena Agramonte.

Me había examinado en el séptimo piso del Ministerio de Comunicaciones de la Plaza Cívica, hoy de la Revolución, en La Habana. A mi regreso a Camagüey, agradecido, devolví la ropa prestada a sus dueños, expresión de esa virtud de nosotros los cubanos: la solidaridad.

      Cronica Cesar Capitulo 4

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