9 de noviembre de 2024

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Radio Progreso, la onda de mi alegría

Eduardo Rosillo Heredia,Premio Nacional de la Radio y voz emblemática de la denominada Emisora de la familia cubana, ofreció declaraciones exclusivas a esta autora para el libro, Eduardo Rosillo, Alma de la música popular cubana (Editorial Guajira, México 2000, y Editorial Makarios, Santo Domingo, 2008).
Radio Progreso

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A continuación compartimos algunos fragmentos de esas opiniones con los lectores de En Vivo.

(…)

Pertenecer a Radio Progreso fue la máxima aspiración de mi vida. Desde mis inicios en la CMKC me aferraba al trabajo con la esperanza de que alguien en la capital me oyese y decidiera llevarme a trabajar en ella. Cuando sobrevino la primera oportunidad se disolvió, pero no dejó de ser un sueño dulcemente acariciado. Algunas personas cercanas a mi trabajo no podían explicarse cuando les decía que daba gusto mi sueldo de un mes con tal de poder decir en algún momento: “Aquí  Radio Progreso, La onda de la alegría”.

Mientras trabajaba en la CMKC, en un espacio que se transmitía de ocho a diez de la mañana, este coincidía con la salida al aire de La Pizarra Verde, un programa de Radio Progreso. Lo mismo sucedía en la tarde, de cuatro a seis; mientras en Santiago  salía al aire La  Caravana de los Grandes Éxitos, en Radio Progreso se transmitía La Discoteca Partagás. Estas coincidencias significaron un reto tremendo para mí, pues trataba de encontrar recursos para competir con la audiencia de aquella otra respetada emisora.

Precisamente uno de los métodos más efectivos que hallé para “entrar en la competencia” fue escuchar mucho a la emisora “contrincante”. Otra vía fue estudiar  detenidamente los gustos musicales que distinguían a las distintas regiones del país. Esta observación fue perfecta para ganar un espacio de preferencia popular en la zona oriental. Así lo indicaban las estadísticas hechas por la Asociación de Anunciantes de Cuba, encargada de determinar los niveles de audiencia de las diferentes estaciones radiales.

Llegué a Radio Progreso. Al principio los horarios eran difíciles, de ocho a doce de la noche, pero como todo tiene su lado bueno, lo oportuno era que en ese horario la cabina de locución se encontraba al lado de la discoteca, lo que me facilitaba un  rápido acceso a la información de qué prefería escuchar el pueblo.

En una ocasión el locutor que realizaba el programa de cuatro de la tarde a ocho de la noche salió del país y me designaron para trabajar en ese turno. Sucede que de cuatro a seis se transmitía música variada en el espacio de la Discoteca Popular. Ante mí se abría el compromiso dehacerla, de manera que, sin violentar el discurso de la misma, pudiera imprimirle un estilo propio.

Volví a emplear el poder de la observación para examinar la emisora desde fuera, y a partir de un estilo coloquial, procuré ir estableciendo la comunicación con los radioyentes. Comenzó a ganar audiencia hasta convertirse en uno de los espacios más escuchados de Radio Progreso. La fórmula creo que fue hablar tal y como lo hacía el pueblo, como si estuviese frente a un amigo que me esperaba siempre a la  misma  hora.

Este programa me permitió compartir con los músicos en el estudio, sus grabaciones; insertar un cúmulo de anécdotas, preferentemente las no conocidas, conciliar, en un ambiente fraternal, valoraciones alrededor del pentagrama cubano de un modo sencillo, claro y asequible a los oyentes.

Estuve al frente de la Discoteca Popular hasta 1990, año en que se produjo un cambio de programación que determinó la necesidad de un espacio dominical vespertino que promoviera los valores de la música popular cubana. Así nació el programa Un domingo con Rosillo.

Si un orgullo especial guardo de trabajar en Radio Progreso es que la considero la emisora más idiosincrática del país. En algún momento las dos emisoras que rivalizaban en cuanto a preferencia del público eran Radio Progreso y la CMQ. Los empresarios de esta última imitaban el sistema de radio estadounidense, por tanto contaban con los mejores recursos, tanto tecnológicos como profesionales.  Reconocidos  directores, locutores y artistas encontraban allí su espacio, sin embargo Radio Progreso, sin tantos medios, competía, cosechaba lauros, gozaba de reconocimiento popular y estoy seguro que esto se debía a que nunca abandonó su forma sencilla de ser portavoz del pueblo.

En diferentes etapas, las historias del programa Alegrías de sobremesa, por remodelaciones que se hicieron en su estudio habitual, tuvieron que realizarse en la CMQ. El público que asistía regularmente dejó de hacerlo, a pesar de que estaba a pocas cuadras de Radio Progreso.Y es que sicológicamente el rigor de la disciplina de la CMQ seguía pesando en las personas. En Progreso se creaban todas las condiciones para que los asistentes al estudio se sintieran como en casa. Quedaba claro que los aplausos son el vínculo emocional más rápido que pueden establecer con los artistas, por tanto, el público también forma parte del espectáculo, y esa entrega hay que recompensarla con la mejor atención del mundo.

En los años que llevo laborando en Radio Progresohe podido comprobar que las personas que asisten a los programas en vivo de la emisora llegan desde zonas muy alejadas de la capital y del resto del país, sin que medien para ellos los problemas cotidianos, por tanto, del otro lado del micrófono hay que reciprocar esa incondicionalidad. Como profesionales hay que erigirse a la altura en que ellos mismos nos sitúan. Es la única manera en que La onda de la alegría se perpetúe en muchas  generaciones.

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