25 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Sin ponches en las palabras

Los narradores de béisbol requieren del dominio de la palabra para captar la atención del público y realzar el espectáculo deportivo

Comencé a escuchar la pelota por la radio, con nueve años de edad, en 1938. Había en Cuba un poderoso movimiento amateur que no llegaba a las ondas radiales, como sí lo hacía la pelota profesional con los equipos Almendares, Habana, Cienfuegos, y un rato después se le uniría el Marianao. Para la fanaticada cubana se trataba de los Alacranes, Leones, Elefantes y Tigres con sus colores azul, rojo, verde y carmelita, respectivamente.

Los juegos se celebraban sábado y domingo, y las primeras señales de estas transmisiones me llegaron a través de una emisora llamada Cadena Roja, su narrador era Orlando Sánchez Diago, cuya labor consideraba yo excelente.

Un dato curioso que admiramos después en Juan Antonio Salamanca, con la caña y el azúcar, tuvo su antecedente en Sánchez Diago, pues solía utilizar el nombre del producto patrocinador de las transmisiones como parte del hecho narrativo. Ante un buen batazo al jardín central podría decir: “Ahí va una sábana Patens al center”.

En la década de los años 40 se incrementaron los programas deportivos en la radio, y al accionar, un tanto en solitario, de Cadena Roja se sumaron las emisoras RHC Cadena Azul y la CMQ en proyecciones nacionales. Yo las recibía en Santiago de Cuba.

Algunas voces narrativas alimentaron el dial, se podía escuchar a Manolo de la Reguera, a Jess Lozada, Manolo Serrano, Alberto Gandero y René Cañizares.

Con el surgimiento de la televisión, la relación del público con el deporte nacional se vio fortalecida. Personajes como Cuco Conde, René Molina, entre otros, dieron paso al más notable narrador de aquellos días, Felo Ramírez.

Tras el triunfo de la revolución de 1959, las trasmisiones deportivas, y en especial la pelota, sufrieron cambios debido a las deserciones inherentes a la esfera deportiva. Con la desaparición del profesionalismo y el surgimiento de la nueva pelota amateur, los medios aéreos rearmaron sus posibilidades.

Rubén Rodríguez saltó de la prensa escrita a la televisión, al igual que Salamanca, quien junto a Eddy Martin utilizó las ondas de Radio Rebelde. El narrador de béisbol hasta entonces formado por condiciones personales y ciertas aptitudes, devino en una categoría profesional que enunciaba la extensión a todo el país.

De los años 60, valga recordar los esfuerzos de Luis Mas Martin, director de Radio Rebelde, al realizar activos y talleres referidos a las narraciones beisboleras. Cuando quedaron definidas inclinaciones y capacidades, o contribuyeron empeños formadores de las instituciones deportivas, surgieron las respectivas redacciones de la radio y la televisión.

Vimos entonces formarse los binomios de Rubén Rodríguez y Eddy Martin en la televisión, Salamanca y Roberto Pacheco en la radio. Luego de la muerte de Salamanca, entró Ramón “Piti” Rivera, y a este le sucedió Guillermo Hernández Acevedo.

En esa época, los narradores se manejaban centralizadamente. Las programaciones de la radio y la televisión se apoyaban en jefaturas operativas, a cargo, sucesivamente, de Elio Constantin, Gilberto González y José Medina Martin.

Después hemos visto el desarrollo de la radio en provincias y municipios, así como el fortalecimiento de la categoría de narradores. En las provincias se aprecia un notable repunte y algunas voces de notoria profesionalidad sobresalen en Pinar del Río, Matanzas, Ciego de Ávila, Cienfuegos, Holguín y Santiago de Cuba. Resulta de singular destaque lo hecho por la habanera COCO, al actuar como escuela formadora por la que han pasado figuras destacadas en ambos medios.

Formación y retroalimentación  
Las preocupaciones que motivaron los comienzos de los talleres tuvieron que ver con la estructura y las formas de decir. En el capitalismo los narradores debían ceñirse rigurosamente a lo que ocurría en el terreno, sin comentarios, saludos, acuse de recepción, ni otras materias, porque el tiempo era dinero y nadie tenía derecho a regalarlo con menciones o señales ajenas al contenido estricto de las transmisiones. Existía un periodista acompañante que, entre una y otra entrada, compartía el tiempo con los avisos comerciales.

En la nueva etapa, ello fue objeto de análisis riguroso y se arribó a la conclusión de que durante el hecho narrativo es posible, y acaso necesario, introducir asuntos y tópicos no necesariamente vinculados con la actividad deportiva que se narra. Esto suponía que los narradores debían ejercitar un talento para ser coherentes y no incongruentes con la descripción.

Con el decurso del tiempo, hemos comprobado que en la radio la incidencia de múltiples cuestiones colaterales crece de manera abrumadora y ha sido necesario abrir nuevos espacios que posibiliten el acceso amplio a las diferentes formas de retroalimentación. Tales son los casos de los espacios Deportivamente y Panorama deportivo, ambos de Radio Rebelde, y se ha añadido en la quinta entrada de los juegos de béisbol, el segmento Rebelde junto a su pueblo. Existe un espacio similar en la COCO y en otras provincias.
Concierne al fenómeno deportivo en su conjunto, pero en lo fundamental a las narraciones beisboleras, la cadena nacional y el surgimiento de las peñas deportivas. La primera fortalece el carácter sistémico de la radio y realza al más alto nivel las trasmisiones provinciales.

Las peñas deportivas, iniciadas en la Plaza de Marte santiaguera, se extendieron por todo el país bajo la meritoria batuta de Roberto Pacheco y las frecuentes incursiones de Iván López como promotor del debate.
Todas estas formas de retroalimentación resultan importantes para el medio radial porque formalizan una radio interactiva y participativa.

Los narradores de béisbol en la radio constituyen la punta de un iceberg que tiene debajo un poderoso instrumento formado por especialistas y conocedores del deporte, y entre los cuales conocemos de otros capaces de asumir la narración del béisbol en un  momento dado, tanto en la emisora nacional como en la provincial. En la COCO esa fuerza crece y se consolida.

Atención, narradores
Quiero referirme ahora a lo que puede constituir un enfoque crítico que persigue llamar la atención de los narradores y ponerlos a pensar. En la radio se trata de la gran cantidad de asuntos y tópicos a que suelen apelar los narradores en el momento de describir un juego. En ocasiones, lo hace el acompañante que interrumpe al expositor y, a veces, el mismo expositor sitúa las jugadas en segundo o tercer plano para hablar de cosas que se le antojan importantes.

Es evidente que en el caso de Radio Rebelde, el tiempo entre las entradas no es utilizable porque está comprometido con la cadena y entonces los narradores se ven compulsados a hacer sus comentarios sobre las jugadas.

Llamo la atención para que piensen en lo siguiente: el radioescucha de la pelota siempre estimula su imaginación por las señales descriptivas que le ofrece el narrador  y arma en la mente su propio escenario del hecho deportivo.

Espera siempre que le proporcionen el punto de atención; pero, si de pronto, la señal que le llega es extraña a lo creado por su imaginación, se produce un choque que quiebra lo elaborado y genera disgusto y dispersión. El narrador no percibe esa quiebra porque describe y maneja a su antojo esa descripción.

Tal vez es posible pensar en una especie de epílogo a modo de conferencia de prensa en cada juego, que acuse recibo y retroalimentación y deje limpia la narración del hecho deportivo.

No desconocemos que el juego de béisbol discurre entre altas y bajas, momentos en que todo se aplaca y es necesario hablar. Tampoco desechamos el papel significativo de los datos estadísticos y los rasgos y características de los peloteros, mentores, árbitros, equipos y público. Todo ello resulta valedero a la hora de sazonar las narraciones.

No escapan las trasmisiones beisboleras a ciertas consideraciones sobre el uso del idioma, aunque la improvisación admite algún que otro desliz, nada notable, valga señalar lo siguiente: el uso del gerundio es siempre una preocupación para redactores y locutores, pues requiere tener en cuenta la simultaneidad, es decir, es una forma verbal que necesita otro acompañante que sitúe tiempo, número y persona.

Observamos en algunos comentaristas cierto vicio de usar el gerundio al margen de la regla y suelen decir: “tal equipo ganando o perdiendo”. Si esto ocurre en la emisora nacional, los narradores de provincia creen que es correcto y se disparan en el uso y extienden el fenómeno con toda su peligrosa marea, pues puede provocar confusión en el público.

En el caso de la televisión, diría que Rubén Rodríguez, Eddy Martin y Héctor Rodríguez fijaron un sello que ha llegado hasta Modesto Agüero. En el deporte, las acciones son impredecibles y eso supone que la palabra debe incrementar su rol aunque de forma adecuada.

Cuando la gente dice que le están describiendo lo que ven innecesariamente, indican que el narrador es deficiente y suele ocurrir que este, preocupado por ese rechazo, puede decidir que la imagen se exprese sola y, entonces, se comete ese error porque puede desarmarse el espectáculo.

¿Cómo acompaña entonces la imagen del beisbol con la palabra? Algunos narradores tratan de hacer descripciones parcas para evitar la reproducción exacta de lo que se ve y eso no es desdeñable cuando la velocidad de los hechos lo requiere, pero los narradores avezados además de eso son capaces de apelar a elocuentes giros metafóricos y a expresiones connotantes, que enriquezcan la narración y realcen el espectáculo televisivo.

La frase: “Él está dominado”,  de Hector Rodríguez, o “la pelota que va volando”, de Rodolfo García, tiene esas características, no se dice que es un batazo inofensivo, un batazo contundente, porque el televidente lo ve, pero el enunciado connotante subraya el significado.

El silencio o la parquedad expresiva no son un condimento deseable para el espectáculo radial o el televisivo, pues la emoción y la pasión del deporte en las masas demandan también un alto grado de interpretación de los narradores.

En la televisión lo apreciamos muchas veces en los compañeros desaparecidos, como aplaudimos recientemente el tono apoteósico de Roberto Pacheco y Hernández Acevedo narrando el juego triunfal de Pinar del Rio en la serie del Caribe.

Debe causar preocupación que algunos televidentes mantengan la imagen de la TV, silenciando el audio y asuman el de la radio, porque ello indica una quiebra del espectáculo.

Es tan relevante la celeridad de la imagen que el video ha entrado a jugar el papel arbitral, con la revisión de la cámara lenta a determinar en los momentos dados lo que pudiéramos llamar la verdad escénica.

He querido en estas notas ocuparme de los narradores del béisbol porque en estos años han crecido y se han establecido como parte del trabajo cultural en los medios radiales y televisivos; representan un vínculo con nuestro pueblo. Creo que es hora de ocuparse de ellos con algunas consideraciones teorizantes.

Para finalizar, sugiero convocar a un taller nacional a los narradores, con el fin de  debatir críticas como las expuestas aquí y otras que pudieran existir.

Propongo también analizar en un taller el resultado de investigaciones sociales que con cuestionarios adecuados a la búsqueda y basados en muestras representativas, exprese lo que el pueblo prefiere y desea en la narración deportiva.

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