A medio siglo, un diálogo abierto
I. La televisión no puede ser rutinaria, en el mundo entero está cambiando. La nuestra está compulsada a hacer lo mismo. Hablamos de transformaciones paulatinas, vinculadas a la disponibilidad de recursos financieros. Nos presentan una gran cantidad de bocetos y los producimos en la medida en que se adapten a los presupuestos.
Debemos perfilar los canales, lograr que se diferencien y apostar por nuevos proyectos humorísticos, musicales y de participación.
Hemos recorrido varias provincias y hablado con los creadores. La televisión tiene los brazos abiertos para nuevas ideas. Insistimos en la realización de los llamados programas cero, a fin de no gastar en producciones que al final no resultan.
Los nuevos espacios en el aire y los próximos a estrenar no tendrán una vida infinita. A los realizadores les hablamos claro: si la propuesta no fructifica, recesa. Eso marca una diferencia respecto a etapas anteriores, cuando algunos se dilataban excesivamente. Dependerá mucho de cómo los reciban los públicos.
También tenemos que escuchar y respetar a la crítica. En eso trabajamos, junto al Centro de Investigaciones Sociales, adscripto al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), analizando las opiniones de los televidentes y los expertos a diario.
El país está abocado a un proceso de digitalización de la televisión y la radio, el cual mejorará la calidad de las producciones, introducirá la tecnología de alta definición (HD) y permitirá paulatinamente la comercialización de nuestras producciones, siempre que sean de calidad. (Omar Olazábal, vicepresidente del ICRT para la televisión)
II. La radio cumple 90 años. Una historia extraordinaria con la cual, no obstante, estamos insatisfechos. Existe el talento capaz de dotarla de un rostro contemporáneo. Las competencias profesionales han de desempeñar su papel en cada emisión.
En Cuba se escuchan más las emisoras locales y provinciales que las nacionales. Eso constituye una fortaleza, junto a la amplitud de la señal, dinamismo del mensaje y el hecho de facturar en vivo casi un 85 por ciento de la programación en vivo. Esa ventaja urge aprovecharla más, introducir nuevos diseños y estructuras. No es preciso eliminar espacios, sino renovarlos y adaptarlos a las formas actuales de hacer radio, en pos de que puedan competir con lo digital, la televisión y el video.
Debe destacarse que ocho emisoras trasmiten en audio real por Internet. Mantenemos una muy buena retroalimentación. Nuestras estaciones radian de 2,5 a tres millones de números musicales al año, otro hecho trascendente. Tenemos un gran reto: difundir una mejor música que contribuya a formar gustos y educar el oído de los oyentes. Depende de conseguir un equilibrio entre gusto y necesidad.
Es un imperativo preservar y perfeccionar los servicios utilitarios para el público, más cuando el país perfecciona su sistema económico y social. La demanda de información crece y a ello debe corresponder un rol informativo y comunicativo más eficiente. Tenemos que ser más diversos y segmentar los contenidos de acuerdo a los públicos, sin traspolar los esquemas de programación de las emisoras nacionales a las municipales y provinciales.
En la actualidad discutimos y cambiamos preceptos, buscamos nuevos indicadores de calidad desde los puntos de vista técnico, de contenido y conceptual. Además, combatimos la desprofesionalización del sector y promovemos en nuestros colectivos, como principio básico del trabajo, la competencia profesional. (Guillermo Pavón, vicepresidente del ICRT para la radio)
III. El aniversario 50 deviene un reto extraordinario para la radio y la televisión. Próximamente, la actividad investigativa del ICRT cumplirá 35 años recopilando datos, informaciones, conocimientos sobre las relaciones entre los públicos y los medios. La dirección de la entidad debe hacer un uso racional e intensivo de esa información.
El área de contenidos la decide nuestra capacidad de interpretar los intereses, gustos y necesidades de los disímiles televidentes, unida a la intención cultural y educativa institucional. La televisión tiene una función social y su renovación implica nutrirse de la exploración de los públicos, las exigencias del país y la intención cultural en cada minuto de su programación.
La idea es solicitar proyectos nuevos, aceptados por las teleaudiencias, que conformen un abanico de propuestas para atrapar los intereses más disímiles y no se eternicen en pantalla. Nos satisface enfrentar ese desafío con el talento de los realizadores, directores, equipos de trabajo, en aras de elevar la calidad.
Esta tarea requiere constancia, convertir las metas en punto de partida y apostar por lo renovador. (Fabio Fernández, director de Programación y contenido de la televisión)
IV. Debemos pensar tanto en la radio como en la televisión, dos medios con características específicas. Nuestros públicos son muy inteligentes, participativos, activos. El asunto radica no solo en la semántica o los contenidos, sino en cómo se abordan y se organizan los relatos, y la manera de diseñar los personajes.
La pequeña pantalla ha soslayado determinados temas llamados tabúes y, sin embargo, la radio y el teatro los reflejan. No basta con colocar un tópico, se debe delinear la sintaxis en su tratamiento. Representa un problema de dramaturgia, de organización del relato, a fin de alcanzar una adecuada recepción. En ocasiones, pensamos que algo no se entenderá o no gustará, y todo depende de la planificación, de llegar a consensos, en aras de garantizar la comprensión y atractivo del audiovisual.
Se trata de complacer las expectativas de las audiencias y cumplir con la misión de bien público encomendada. Una de las funciones del arte es educativa, ha de lograr que las personas se queden pensando después de apreciar un material, no solo potenciar lo estrictamente didáctico, aunque también resulta importante.
Merecen rescatarse las emisiones en vivo, como hace la radio. Antes hicimos aventuras y grandes novelas así. Lo importante es pensar en los públicos. (Sahily Tabares, periodista de Bohemia)
V. Constituye un error hablar de “público”. ¿Hasta dónde es válido pensar que un espacio gusta a todos o a una mayoría? Por ejemplo, algunos estudios de audiencia aluden a tendencias homofóbicas en la población cubana. Tal vez una parte considerable sea machista, tenga reticencias respecto a las parejas del mismo sexo y no acepte el abordaje científico del tema en los medios; sin embargo, esos mismos “homofóbicos” se ríen cuando presentan en son de chanza a un homosexual, hombre o mujer. Habría que investigar por qué ocurre eso.
La diversidad es la clave de la televisión para satisfacer las exigencias de los diversos públicos, y no ser discriminatoria; en ese sentido ha demostrado su potencialidad para concebir proyectos significativos. Sus desafíos son más grandes que los de la radio.
A algunos la nostalgia los convida a recordar los grandes clásicos de los años 60; pero Sabadazo fue excelente y se hizo en los 90. La novela de Xiomara Blanco, Tierra brava, atrapó al público. Lo mismo ocurrió con Sol de batey en los 80. Entonces, los años más recientes también han marcado hitos, incluidos algunos teleplays, por la forma de aproximarse a los conflictos.
Conozco a muchos creadores que dejan la piel en cada trabajo. Nadie imagina cuánto esfuerzo requiere un minuto de televisión. El ICRT no puede sufragar todas sus necesidades materiales, debido a las consabidas limitaciones económicas del país, pero se realizan programas que valen la pena, como el del propio Calviño, ejemplo de cuánto puede hacerse con talento y una cámara. (Paquita Armas Fonseca, periodista y miembro del Ejecutivo de la Asociación de Medios Audiovisuales y Radio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba)