El indestronable Rey de la Guaracha

Niño Saquito
Nació, cuando transcurría la primera intervención, en un efervescente barrio santiaguero: Tivolí.
Y vino al mundo acompañado del nombre Benito Antonio Fernández Ortiz, adorno rimbombante que sería sustituido por Ñico Saquito.
La nueva denominación surgió de varias fuentes. Primera: a los Antonios les aplicamos el hipocorístico –nombre cariñoso e informal—Ñico. Segunda: la pequeña estatura de nuestro héroe, que justifica el diminutivo. Tercera: su tremenda habilidad beisbolera como centerfielderpara atrapar la pelota, cual si en la mano no portase el habitual guante, sino un saco.
Transitó por muy diversos destinos laborales. Fue hasta mecánico fundidor, en un taller donde se forjaban anclas de trasatlánticos.
Ah, pero había, desde la cuna, un llamado ineludible. En el hogar natal —santiaguera esquina de Santa Rosa y Mejorana— se vestía, se calzaba, se bebía, se comía, se respiraba… música. Mamá y tía no paraban de cantar.
A los quince años ya traba intimidad con su eterna amante. Si para el poeta el violín fue la “mariposa marrón de madera”, él la encontró en la guitarra.
Formaría parte de mil agrupaciones, pero en su realización mucho tuvo que ver el éter, el espacio radiofónico RHC Cadena Azul y Radio Suaritos, donde estuvo junto a Celina González y Reutilio, Merceditas Valdés, Fernando Albuerne, Senén Suárez.
Iba a convertirse en El Rey de la Guaracha, mote con el cual su pueblo lo condecoró. Aquella fina picardía —tan alejada del chusmón descaro— hizo desternillarnos de la risa ante los malos ratos que pasaba el infeliz marido de María Cristina, o con el afligido periquito al cual el gallo confundió, sexualmente, con gallina.
Viajaría por el mundo, pero solo iba a respirar aire con aroma hogareño en la muy cubana Bodeguita del Medio, esa catedral de la cultura y la bohemia que fundó Felito Ayón.
Llegó el infausto cuatro de agosto de 1982. La patria se vistió de luto cuando aquel hijo excepcional se puso a descansar en la tierra de su querido Chago.
Ah, pero… ¿no se ha dicho que existen seres que no respetan ni la paz de los sepulcros?
Pues en el ciberespacio encuentro un rincón dedicado a Ñico, donde nos aseguran que nuestro trovador inventó la guaracha, género cantable y bailable andaluz, que aquí se aplatanó, o sea, se cubanizó, mucho tiempo antes de que naciera el músico santiaguero.
Pero, al disparate, se sumó la vertiente política más inmundamente reaccionaria. Porque se afirma que el trovador regresó a Cuba presionado por la recién triunfante revolución.
Y yo me pregunto: ¿de quién me están hablando? ¿Del hombre precursor de la canción protesta, que en su Al vaivén de mi carreta denuncia la vida aperreada del campesino cubano? ¿Del que tenía el corazón bien plantado en el pecho, tirando hacia la izquierda?
En pocas palabras: como dice el sermo vulgaris cubensis:¡hay que aguantar cada paquete!