¿Utopía o realidad? (III)
Para Tamara Roselló Reina, comunicadora popular del Centro Martin Luther King (CMLK), el uso extendido de las nuevas tecnologías potencia el desarrollo de la comunicación participativa.
En tal sentido, apunta a esta publicación que «el boom de las nuevas tecnologías y, en particular, el acceso a Internet, ha permitido hacer cada vez más real el paradigma participativo u horizontal de la comunicación, a partir del cual quienes antes eran exclusivamente receptores de los medios de comunicación, ahora asumen la generación y difusión de contenidos».
Asegura la Licenciada en Comunicación Social que el ejercicio del derecho a la información se potencia y las capacidades comunicativas de las personas, grupos, organizaciones y redes, adquiere un carácter más activo.
«Es posible expresar a través de blogs, redes sociales en Internet, videos y otros soportes, una postura ante situaciones de la vida cotidiana, con lo que personas testigos de un acontecimiento, pueden convertirse en fuentes noticiosas o aportadoras de agendas para tejer la opinión pública».
¿Cómo se relaciona este fenómeno con la comunicación popular?
Claro que esto se relaciona con la filosofía de la comunicación popular, con las propuestas de democratización de la comunicación y el potenciar las capacidades de personas y grupos para expresarse directamente, o para hacer una lectura crítica de la realidad contada por los medios hegemónicos.
No es de extrañar, entonces, que una televisora como Telesur haga promoción a un espacio como Soy reportero, o tenga establecido en su programación la incorporación de mensajes
socializados a través de redes sociales y sitios alternativos, como vías para ampliar el alcance de voces populares, más allá de las que seleccionan sus periodistas corresponsales.
Pero, ¿cómo se asume este tipo de periodismo en Cuba?
En Cuba, el término de periodismo ciudadano le resulta poco familiar a la mayoría de las personas, al igual que la experiencia de intercambiar contenidos o explorar herramientas comunicativas a través de internet, por las sabidas dificultades de acceso que existen.
Sin embargo, me atrevo a asegurar que es creciente el número de cubanas y cubanos con teléfonos móviles y cámaras digitales, que les permiten dejar registro de sucesos con carácter noticioso, más allá de las tomas a familiares. Pero creo que no son del todo conscientes de esa función social que pueden desempeñar, al compartir opiniones, datos, sensaciones ante acontecimientos de los que son testigos.
Por otra parte, quienes gestionan los medios de comunicación quizás todavía sienten la presión del modelo comunicativo anterior. En este, anunciar un número telefónico, una dirección web o un correo (postal/digital), era suficiente para acuñar a un espacio o medio como participativo. Pero de lo que estamos hablando va más allá de un tema musical favorito, los saludos o preguntas y comentarios que pueden acompañar una edición radial o televisiva o las versiones web de la prensa impresa.
¿De qué modo superar ese modelo comunicativo?
En este caso, superar al viejo modelo transmisivo, debe ir acompañado de un acceso más amplio de la población (o de la ciudadanía) a recursos y medios de comunicación, que les permitan colocar sus voces y posicionamientos sobre diversos asuntos de interés común o público.
Todavía, en donde se aboga por la comunicación popular y se potencian las capacidades de actores de instituciones, cooperativas, comunidades, asociaciones y proyectos, se sigue apelando a herramientas y medios más tradicionales para este tipo de comunicación: murales, carteles, espacios grupales, el intercambio cara a cara, el video, un boletín o plegables (y la combinación de varias de estas vías).
Resulta difícil hablar a un proyecto barrial en Cuba de un blog o de una red social por internet, porque si no tienen un acceso estable y colectivo, no tiene sentido. Quizás ese panorama está por cambiar y las nuevas generaciones pueden ser claves en ello.
Por lo pronto, un espacio como el concurso de Periodismo Audiovisual «Ania Pino in memoriam» (organizado desde su primera edición por el Canal Habana y el CMLK, ahora se han sumado otras organizaciones) ha abierto en su convocatoria un canal para compartir materiales en una categoría que apunta al periodismo ciudadano y sigue siendo muy pobre la participación, porque no se trata de algo que un concurso por sí solo pueda estimular.
Lo que se debe premiar es la práctica cotidiana del ejercicio de comunicar aprovechando los recursos y medios disponibles, algo que no solo esté al alcance de los y las profesionales de los
medios, sino de la población, de las personas, que con un móvil, una cámara, una memoria flash, pueden generar contenidos informativos o de interés, y socializarlos empleando diversass vías (espacios en medios alternativos u oficiales, o de mano en mano, como pasa ahora «el paquete» de la semana).
Solo tengo referencias de la práctica de periodismo ciudadano en el espacio Canal Habana deportes y cuando se incendió la gasolinera en Santiago de Cuba, que un video de una persona testigo del hecho nos contó.