26 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Mirar al universo con ojos digitales

Las experiencias de la digitalización en el canal Multivisión podrían evitar deficiencias y agilizar procesos durante la puesta en marcha de los nuevos canales digitales
Multivisión

Multivisión

Podemos mirar el universo de múltiples formas: a simple vista, con un catalejo, en audiovisuales o recreaciones multimedia. Pero también los unos y ceros componen un cosmos por el cual viajar desde el primitivo átomo hasta los confines del espacio.
Multivisión, canal que acaba de cumplir sus primeros cuatro años –7 de julio–, abrió un camino de “miradas al universo” desde una dimensión inédita, como pionero de las trasmisiones digitales en la televisión cubana. Impuso nuevas visualidades y maneras de presentar los contenidos, mediante la repetición de la parrilla de programas cada cierto número de horas, basado en las dinámicas de consumo de diversos públicos, a la usanza de televisoras mundiales.

El manejo digital de la información significó enormes ventajas, aunque supuso retos. A la par del equipamiento, fue necesario transformar los esquemas organizativos, productivos y sobre todo la mentalidad, pues un cambio tecnológico no concreta mejorías ni eficiencias sin un pensamiento renovado, versátil y adaptado a las nuevas circunstancias.

 Del casete a las redes y discos duros

Ernesto Santana, posee nueve años de experiencia como editor. De ellos, ha dedicado el último lustro al Instituto Cubano de Radio y Televisión. En un diálogo franco explica algunas de las ventajas de un canal donde las computadoras y aditamentos digitales aseguran las rutinas diarias.

Multivisión no está completamente digitalizado. La emisión y recepción de los programas se efectúan de modo analógico, tal cual ocurre con Cubavisión, Tele Rebelde o los canales educativos.

“Resultan incuestionables los beneficios del proceso, mejora la calidad del sonido y las imágenes llegan más nítidas. El uso de redes y software para trasmitir, procesar y crear programas en grandes servidores gestionados en red, agiliza el trabajo y provee herramientas a fin de facturar un producto atractivo y de mayor calidad. Además, los formatos y soportes de producción y almacenamiento tienden a unificarse.

“Asimismo, se evita solicitar montones de casetes, con tiempos de grabaciones limitados, y conservados a veces lejos de los lugares donde laboramos. Basta con sentarse ante la computadora, acceder a la red y extraer de allí la información, editarla, dotarla de agregados y colocarla, desde el mismo equipo, en los sitios dispuestos para su revisión por parte de los asesores, antes de su salida al aire”.

No obstante, Ernesto lamenta que a la par de los beneficios, el nuevo sistema creó varios inconvenientes: “La introducción de la tecnología digital fue complicada y tortuosa, por una razón esencial: escasa capacitación. Cuando iniciamos las trasmisiones, el personal responsable de su funcionamiento y operatividad carecía de los conocimientos suficientes.

“Los editores nos enfrentamos a un software, el Avid Liquid, que en un inicio generó contratiempos. Por ejemplo, desconocíamos sus potencialidades para efectuar transcripciones y colocar subtítulos con la definición lo más exacta de determinadas frases.

En ocasiones, si disponíamos de una película o serie, íbamos al departamento de subtitulaje y esperábamos una semana o 15 días, hasta que se pudiera traducir e interpretar, cuando podía hacerse de forma automática y más rápida”, indica Ernesto.

 El espacio no es infinito

Otra barrera es el espacio. Dejar atrás los casetes Betacam despeja locales de archivos. Mientras, los servidores requieren espacios físicos reducidos y parecen llevar al infinito la disponibilidad de sitios virtuales donde colocar información, aunque solo en apariencia.

“Contamos con la llamada SAN (red de área de almacenamiento, por sus siglas en inglés) conectada a las redes de comunicación. Posee una capacidad de 32 terabytes”, refiere el ingeniero informático Gustavo Hidalgo.

“Es el corazón del sistema; allí se comparten datos entre los equipos sin afectar el rendimiento, porque su tráfico está separado del de los usuarios. Está concebida para que los editores trabajen directamente en ella. Sin embargo, la falta de previsión constituyó un handicap, pues cuando comenzó a llenarse a entorpeció las dinámicas productivas.

“A ello se suman los problemas de conectividad. Si queremos que la SAN sea efectiva debemos ampliar el ancho de banda de 1 Gb a 10 Gb. Ello exige instalar fibra óptica. En estos momentos se evalúan otros softwares como el Quickclip y el Cinegy, los cuales permiten capturar y editar desde la SAN. Sin embargo, habrá que solucionar primero el dilema de la velocidad en el flujo de datos e informaciones”.

Mientras tanto, Gustavo explica: “Recurrimos a una alternativa, un dispositivo llamado NAS que comparte la capacidad del servidor con ordenadores personales o servidores clientes, a través de una red. Es más barato que las costosas SAN y facilita a los usuarios solicitar ficheros al servidor y manejarlos en sus máquinas.

“El almacenamiento se torna un gran conflicto, cada servidor cuesta alrededor de tres mil dólares. También confrontamos dificultades con las memorias RAM que agilizan las velocidades y prestaciones de las PCs.

“Por otro lado, el software para la trasmisión de la parrilla es inadecuado, al cargar solo 6 horas continuas de programas. Ello exige fragmentar la programación en tres servidores, de forma tal que al terminar cada paquete inicie el próximo. Un técnico se ocupa de que eso ocurra sin tropiezos”, concluye.

 Aliarse a la experiencia

Los tropiezos enseñan; gracias a ellos estamos aquí, pero si podemos evitarlos aprendiendo de otros ahorrará tiempo y recursos, señala Mileidys Fundora, directora del canal, convencida de las enormes potencialidades de la televisión digital, siempre y cuando se aprehendan sus intríngulis inherentes.

“Cuatro años después, todavía estamos en fase de capacitación”, enfatiza. “Al comienzo, los editores eran en su mayoría informáticos formados en la televisión analógica. Esto traía complicaciones a la hora de crear carteles, fondos, autopromociones. Tuvieron que pasar varios cursos de diseño gráfico para concebir e imponer la visualidad que nos distingue en la actualidad.

“Lamentablemente la técnica no está en función de lo que queremos y pudiéramos realizar; está incompleta debido a déficits de presupuesto. Asimismo, algunos equipos comienzan a envejecer a causa del indetenible avance tecnológico.

“La capacitación deviene uno de los puntos flacos. Es recomendable estudiar primero los tipos de software antes de implementarlos, discutirlos con quienes los van a emplear, sin premuras, a fin de atender tanto a los costos como a la factibilidad. Cuando se compraron los programas se pensó que serían solo para cortar y pegar, y la vida contradijo rápido esa visión reduccionista.

“Otro aspecto a observar de manera cuidadosa es la seguridad informática, pues los ficheros resultan muy vulnerables y las amenazas de virus o mala manipulación de los archivos puede echar a perder un material de muchas horas de elaboración”, advierte.

A juicio de Mileidys, la digitalización que se avecina impone mirar las experiencias de Multivisión. “Todavía habrá que guardar los viejos casetes un tiempo, ‘por si las moscas’. En cierta ocasión tuvimos que recurrir a ellos por fallos en los servidores. El público no lo notó, pero los técnicos deben parir alternativas ante cualquier interrupción”, recomienda.

En momentos que la televisión cubana se apresta a un gran salto tecnológico y abre tres canales digitales, conviene constatar cómo ha ocurrido el proceso en Multivisión, a fin de que la paulatina aproximación a los estándares mundiales de trasmisión permita, auxiliados de unos y ceros, observar con mayor nitidez el universo.

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