Trabajar por la cultura, para la cultura y desde la cultura
Imprescindibles difusores de nuestra cultura son la radio y la televisión cubanas, sobre todo en estos tiempos de incesante avalancha tecnológica y mediática que pone al alcance de millones de compatriotas mensajes y patrones culturales que con demasiada frecuencia resultan ajenos a los valores sobre los cuales se sustenta nuestra identidad.
Encarar exitosamente ese inevitable embate con una programación radial y televisiva en la cual prevalezca lo más autóctono y depurado de la nacionalidad cubana —sin desconocer la legitimidad de los mejores exponentes culturales universales— es el mayor desafío que tienen ante sí tanto los creadores como los directivos de estos medios.
Ni más ni menos los hombres y mujeres que desempeñan las más disímiles labores en el Instituto Cubano de Radio y Televisión, que este 14 de diciembre —Día del Trabajador de la Cultura— conmemoran la fecha con la satisfacción de contribuir al engrandecimiento cultural de nuestro pueblo, y con el compromiso de ser cada día más capaces y certeros en el cumplimiento de tan esencial cometido.
Porque es preciso reconocer que, para muchísimos cubanos y cubanas, su más cotidiano acercamiento a la cultura se produce a través de la radio y la televisión. Es por ello que todo cuanto se transmita por nuestros canales televisivos y frecuencias radiales debe encaminarse hacia el propósito de hacer de nuestro pueblo uno de los más cultos del mundo, en correspondencia con uno de los más caros anhelos del Comandante en Jefe Fidel Castro.
Desterrar definitivamente la banalidad, la superficialidad, la mediocridad, el simplismo y el mimetismo en las propuestas de nuestros medios es un imperativo que cobra aún mayor urgencia en la actualidad, cuando más allá de nuestras costas el poderío mediático de las transnacionales de la comunicación se empeña en desvirtuar el genuino acervo cultural de los pueblos, mientras dentro de nuestras fronteras algunos populistas aún apuestan por el éxito fácil equiparando la cubanía con la vulgaridad.
Un inaceptable y pernicioso despropósito que contradice la verdadera grandeza cultural que nos abarca desde la raíz hasta la estrella. Esa admirable cultura nuestra que nunca ha establecido límites entre lo llamado popular y lo denominado culto, porque todo ha estado mezclado por derecho propio en el torrente creativo de varias generaciones de cubanos y cubanas, cuya obra hoy veneramos con justificado orgullo.
Trabajar por la cultura, para la cultura y desde la cultura es por tanto la razón de ser de quienes en el ejercicio de las más diversas actividades, ocupaciones y responsabilidades consagran su talento, su voluntad, su esfuerzo, su vida toda a la radio y la televisión cubanas. De ellos y de ellas depende que estos medios sean fieles portadores de los elevados atributos culturales que nos distinguen como nación y como pueblo.